Plan de contingencia invernal | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Noviembre de 2020
  • Fenómeno de La Niña, un riesgo adicional
  • Una década después de la tragedia del 2010

 

Colombia se encuentra en plena emergencia invernal. Si bien desde mediados de año se había advertido que la segunda temporada de lluvias sería especialmente intensa, sobre todo porque estaría acompañada de un Fenómeno de La Niña, es claro que la opinión pública, imbuida en la crisis de la pandemia y sus drásticos efectos en materia sanitaria, social y económica, no prestó mucha atención al campanazo climático. De hecho, el arranque de la etapa invernal fue bastante lento, al punto que semanas atrás en algunas regiones del país se estaba alertando sobre el bajo nivel de varios embalses así como por la afectación de ciertos ciclos de cosechas que dependen del aumento de las precipitaciones y la humedad en el último trimestre de este año.

Sin embargo, en los días recientes el invierno arreció en gran parte del territorio nacional con tal fuerza que se han prendido las alertas en 25 departamentos y el número de damnificados ya supera los 250 mil. A ello se suma que mientras en Antioquia, Chocó y Bolívar se han presentado las mayores afectaciones, en el archipiélago de San Andrés y Providencia se declaró este fin de semana una alerta general por el paso del huracán Iota, de categoría cinco, la máxima en intensidad y capacidad de daño. Ayer, al cierre de esta edición, se reportaban daños en viviendas e infraestructura en la primera de las islas pero no se tenía noticia alguna de la segunda, sobre todo porque se interrumpieron las comunicaciones.

Lo más complicado es que la fase más crítica de esta segunda ola invernal durará por lo menos cuatro semanas más, especialmente por las consecuencias de La Niña, que se caracteriza por un aumento de la intensidad y el volumen de las lluvias así como de las bajas temperaturas. El propio presidente Iván Duque confirmó el domingo que los próximos treinta días serán complicados y todos los sistemas de prevención y atención de desastres están en máxima alerta, bajo la coordinación de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo. Si bien es cierto que los pronósticos climáticos sobre la evolución de este fenómeno indican que no será tan severo como el de 2010-2011, cuando La Niña generó un alta cifra de muertes y damnificados, así como pérdidas que en su momento se calcularon por encima de los 10 billones de pesos, tanto en daños como en las inversiones para mitigación, rehabilitación y reconstrucción, en este cierre de 2020 el riesgo es alto.

También resulta evidente que la pandemia constituye un elemento que impone un desafío adicional al plan de contingencia para enfrentar la ola invernal. Como es apenas obvio, en medio de las emergencias por inundaciones, deslaves y otra clase de afectaciones por las lluvias intensas, es muy complicado el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad y distanciamiento social. Así las cosas, los equipos de socorro y todo el personal que ayude en la atención de la emergencia climática tienen que ser dotados de los elementos propios para disminuir el riesgo de contagio, e igual debe ocurrir con los refugios en donde se albergue a los damnificados.

Por otro lado, es necesario que el Gobierno nacional así como las gobernaciones y alcaldías acudan de forma rápida y efectiva en atención a los miles de afectados. En regiones como Chocó se reportan crisis en municipios y corregimientos en zonas de difícil acceso. La Fuerza Pública y los equipos de socorro deben focalizar su accionar en aquellos lugares con mayor nivel de vulnerabilidad. También es necesario que el sistema de salud intensifique sus medidas de prevención y atención de enfermedades respiratorias producto de las bajas temperaturas. No hay que olvidar que esta clase de patologías aumenta el riesgo de contraer el covid-19 y complica el periodo de convalecencia.

Afortunadamente, el sistema de prevención y atención de emergencias en Colombia ha avanzado de forma sustancial en la última década. La estructuración del mismo a nivel de departamentos y municipios, así como los mecanismos de alerta temprana y reacción rápida tiene un alto grado de eficacia. Si una década atrás el país hubiera contado con el esquema que hoy se tiene, el saldo mortal y de heridos no hubiera sido tan alto ni tampoco el nivel y costo de los daños. Pero, por otro lado, en 2010 el impacto en Colombia del cambio climático no era tan severo como el que hoy se soporta.

Así las cosas, frente a la emergencia invernal que atraviesa hoy la Nación el llamado no es otro que a prepararse para enfrentar varias semanas críticas. Ya hay un mapa de riesgos ante contingencias naturales muy definido y lo importante es no bajar la guardia. La prevención es la clave.