Ya se ha vuelto lugar común decir que en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos puede ocurrir cualquier cosa, dado el persistente empate en los sondeos. En general siempre ha sido así, salvo en los casos en que el estado de la opinión pública permitió derivar, por anticipado, una rotunda victoria por uno de los candidatos en el colegio electoral, sin necesidad de encuestas.
Esto pudo haber sucedido si a estas alturas se hubiera mantenido al errático Joe Biden en el tiquete del Partido Demócrata. Como se sabe, fue reemplazado hace unos meses por la vicepresidenta Kamala Harris. Pero su desempeño como primer mandatario sigue registrando una de las más bajas calificaciones de la historia reciente. Incluso por debajo del 40% de aprobación, en este país, un precipicio político.
La paradoja consiste en que Harris busca representar el cambio, aunque no ha podido o querido desligarse del inmediato pasado de Biden. De no ser por ese mandato es posible que hoy el mundo fuera algo mejor. Sin embargo, la política no se compone de virtualidades. Por tanto, habrá que esperar para ver, el 5 de noviembre, si aquella doble faceta de Harris le da resultado o le pasa cuenta de cobro.
Por lo pronto, parecería que la combinación no ha sido del todo eficaz. En principio, cuando se cambió el tiquete, Harris subió como espuma en los sondeos. Y los estrategas de su colectividad pusieron a correr la consigna de que ya se había ganado. Solo faltaba la confirmación de las urnas para lo que llamaron “pasar la página”. Es decir, salir de Donald Trump.
Ahora, a tres semanas de las elecciones, el Partido Demócrata busca romper la paridad en los sondeos, que en los últimos tiempos los ha sorprendido. De hecho, es tal la confusión que los medios le hacen fuerza tan solo a las encuestas contratadas por ellos. Pero por ahí, el lector desprevenido queda en babia. Porque si un sondeo dice una cosa, el de al lado lo contradice. De este modo, podría decirse que las encuestas se han vuelto agenda de los medios más que mediciones imparciales.
Siendo así, solo quedaría ver las tendencias y promedios. En ese caso parecería claro que la línea ascendente se dibuja, contra los pronósticos de hace unas semanas, a favor de Trump. Por lo menos es lo que ocurre en seis de los siete estados bisagra (Real Clear Politics ayer). Sin embargo, nada está dicho, porque otros portales dividen el favoritismo. O sea, nada se sabe de quién pase finalmente la página. Y esa, al menos por hoy, es la única certeza.