* Las dos caras de Jano
* Respuestas diversas a la crisis
SE ha entrado en un túnel de especulaciones y supuestos vagos y contradictorios, donde ni los premios Nóbel del ramo tienen respuesta adecuada. La pregunta que hoy confunde y divide a todos es: ¿cómo va a crecer la economía, de donde saldrán los recursos? El espacio para las maniobras monetarias y fiscales se reduce. Las dos caras de Jano en cuanto a las medidas para salir del bache parecen antagónicas. En EE.UU. se fomentan proyectos oficiales para estimular la economía. Los europeos siguen consabidas recetas que en su momento preconizaban el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en medio de la crisis se decreta austeridad, recortes del gasto público y se exigen sacrificios al sector oficial y los particulares. Sacrificios que desesperan a los griegos y no consiguen devolver la confianza a propios y extraños. ¿Quién tiene la razón, los estadounidenses o los europeos? EE.UU. apuesta a dar dinero a los que tienen menos recursos, no por caridad; se trata de crear empleo para elevar el consumo. Se les rebajan impuestos a empresas que creen empleo. Al tiempo que se les reducen a los trabajadores, quienes en consecuencia podrían consumir más.
En EE.UU. se intenta reconstruir el sistema de transporte, ofrecer a miles de compañías de construcción la opción de reconstruir más de 35.000 escuelas a lo largo y ancho del país. Se ofrecen jugosos préstamos a industrias que contraten veteranos de guerra desempleados, deseosos de entrar en actividad y mejorar sus ingresos. Las familias tendrán según el caso rebajas de impuestos, siempre con miras a activar el consumo. A pesar de los discursos esperanzadores del presidente Obama, estas medidas no consiguen dinamizar la economía, desempleados superan los 14 millones. En el trasfondo del debate está un hecho inocultable y patético: las industrias del país se rezagan tecnológicamente, al tiempo que potencias emergentes como China, India y Brasil avanzan en altas tecnologías. Lo que las hace más competitivos a futuro. Varias propuestas de Obama se descartaron, en especial las que recargaban impuestos a los más ricos. Así ni los más tozudos se les ocurriese declarar que se debía dejar al mercado que recompusiera la economía o la reactivara.
En la Unión Europea, el debate difiere. Allí la coexistencia de economías de distinto peso y grados de desarrollo se torna enervante. Mientras Alemania es el segundo exportador mundial, al que pasó recientemente China; Grecia, Italia, España, Portugal se rezagan. Los severos ajustes que reclamó inicialmente Alemania, que finalmente aceptó el gobierno socialista griego, no surtieron efecto, sino que empeoraron la situación. Grecia está quebrada, los recursos propios no le alcanzan para pagar el gasto oficial, ni los salarios, ni las pensiones, mucho menos para cancelar la deuda externa. Los dos bancos que más han prestado a Grecia han visto caer sus acciones; se trata del PNB Paribas de Francia y el franco belga Dexiau. Estos bancos podrían resistir el colapso griego, pero la caída en cadena de otros bancos ligados a la suerte de Italia, de España y Portugal y otras naciones de Europa, agravaría la situación financiera de manera casi generalizada.
El nerviosismo cunde. Sin que se consiga un acuerdo entre los europeos. Tenemos a Islandia, por ejemplo, que pretende entrar en el euro. La primera ministra islandesa, Sugrdardottir, así se lo ha manifestado a su homóloga de Alemania, Ángela Merkel. Islandia, un pequeño país, con apenas 320.000 habitantes, que había apostado al neoliberalismo salvaje, en el 2008 a manos de especuladores internacionales que aprovecharon dolosamente la desregulación sufrió la quiebra de sus banca. Con angustia considera que el euro la puede salvar de otra crisis, puesto que tendría la eventual solidaridad de la UE. Y en medio de esa alternativa se presenta un pleito con el Reino Unido y Holanda que reclaman a los escandinavos 3.200 millones de euros que perdieron sus súbditos en la corrida bancaria islandesa.
En el otro extremo está Gran Bretaña. Los ingleses se regocijan de no estar en la debacle de los países de la eurozona. El primer ministro, David Cameron, anuncia que: Jamás entraremos en el euro. Sostiene que esta vez no se trata de una crisis temporal europea, sino estructural. Y una de las formas de lucha es pagar las deudas. Y le pidió al conservatismo solidaridad e inteligencia, para comprometerse con lo social. Lo mismo que preconizó restablecer la vieja democracia de los propietarios. En suma, la misión del conservatismo en el poder es la de elevar el nivel de vida de los británicos.