En un país en donde es innegable que hay rebrote de la violencia, fortalecimiento y mutación de los grupos armados ilegales y, sobre todo, que se está retrocediendo peligrosamente en el control integral del territorio, resulta claro que se requiere un ajuste de la Estrategia de Seguridad y Orden Público.
En ese orden de ideas, el anuncio del Ministerio de Defensa y la cúpula castrense en cuanto a un cambio en los Comandos Conjuntos Operacionales, tanto a nivel estratégico como táctico, resulta procedente.
Es claro que los factores generadores de violencia han variado sus modus operandi, tamaño y peligrosidad. Prueba de ello es el accionar de las disidencias de las Farc, el desdoblamiento del Eln a Venezuela, la evolución de las principales bandas criminales de alto espectro, así como la variación del universo delincuencial, que ya no está concentrado principalmente en el narcotráfico, sino en el que cada pesan más la minería criminal, tráfico ilegal de migrantes, contrabando, tala de árboles, corrupción, extorsión, ciberdelitos y otras conductas. A ello se suma que las líneas divisorias entre la delincuencia común y organizada son cada vez más difusas y, por el contrario, los vasos comunicantes entre ambas tipologías se han profundizado.
Del mismo modo, es obligatorio que los planes de seguridad y orden público se sometan a reingeniería, más aún cuando las falencias en el actual son indiscutibles y de peso, siendo la pérdida progresiva del control territorial y de preeminencia institucional, la más notoria.
Pese a algunas interpretaciones iniciales en contrario, lo cierto es que, si bien se reforman los Comandos Conjuntos, las Fuerzas de Tarea Conjuntas y los Comandos Específicos, las operaciones conjuntas de tropas del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada no se acabarán. Por el contrario, se fortalecerán, solo que ahora la operatividad sobre el terreno de cada fuerza será más directa en cuanto a disponer de sus medios y capacidades diferenciales. La inteligencia continuará siendo coordinada y el Comando General de las Fuerzas Militares hará el direccionamiento estratégico. Hay, en consecuencia, una modificación de roles y de sinergias operativas para responder a un enemigo cambiante y cada vez más peligroso.
Si la idea, tal cual explicó ayer el ministerio, es alinear la estructura organizacional castrense a una nueva visión táctica y estratégica que permita un control más directo, efectivo e integral del territorio, el ajuste, más que bienvenido, es obligatorio e incluso tardío.