Recuperar la esperanza | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Noviembre de 2014

·        Los pesimistas indicadores bogotanos

·        La campaña debe iniciarse lo más pronto

Bogotá necesita con urgencia recuperar  la esperanza. Las últimas encuestas en las que se mide la favorabilidad de los funcionarios regionales, demuestran que la ciudad ha sido apropiada por el pesimismo. 

Sondeos recientes, sin embargo, mostraron cómo el bogotano o el residente en la metrópolis vivía feliz y relativamente satisfecho con las posibilidades citadinas. Eso, ciertamente, sigue siendo así, en la medida en que el ciudadano no se topa con la administración pública o con lo que ella tenga que ver. De la desesperación se ha pasado a la desesperanza.

El sentimiento es prácticamente generalizado y no hay aquí la antipática división por estratos, que suele aducirse dentro del cientifismo de las encuestas. No. Hay que reconocer los resultados en su contenido global y, peor, aceptarlos dentro del creciente sentimiento de que las cosas tienden  a empeorar.

No alcanza a ser un par de décadas cuando Bogotá era la ciudad milagro de América Latina.  Había recibido varios premios, uno de ellos, por ejemplo, a raíz de la disciplina tributaria. Esto  todavía es así, pero el esfuerzo hecho por los ciudadanos no se vislumbra en las calles. La inseguridad, de otro lado, es permanente y los artificios inventados por la delincuencia desbordan las capacidades de las autoridades. La urbe continúa siendo, de otro lado, la que convoca la mayor cantidad de gente en torno de la cultura, sea ello en las ferias de arte pictórico, los eventos de teatro o grandes episodios literarios. La música, en todos los niveles, de la clásica al rock, tiene ofertas de primer orden y hay bandas en la mayoría de las localidades. Aquí están afincadas las mejores universidades del país, una de ellas (la de Los Andes) hoy rankeada como la segunda mejor de América Latina, y entre los primeros cien colegios del país, casi la mitad correspondieron a Bogotá y Cundinamarca.

Todo ello está bien. Y sin embargo cunde el pesimismo. Tanto como que  Bogotá hoy se presenta como un verdadero problema nacional.  Ante ello, debe darse la manera de recuperar el tono y salir a un escenario diferente a la melancolía.

Resulta verdaderamente pasmoso que eso esté ocurriendo, justo cuando no debería perderse un minuto en la modernización de la ciudad. De  hecho, Bogotá y Cundinamarca aportan el 30% del Producto Bruto Interno del país, según  recientes datos del DANE. Inclusive, los producidos en Antioquia, Valle y los santanderes no alcanzan, sumados, los aportes que hace la región bogotana y sus vasos comunicantes indisolubles con los cundinamarqueses. En tal sentido, alrededor del 60% del recaudo por IVA se produce en Bogotá y la oferta  de empleo es la más extensa del país.

El problema, no obstante es que el ánimo bogotano está por los suelos. Y algo tiene que hacerse para recuperar la esperanza. El impacto de lo ocurrido ha sido de tal tamaño, con los ires y venires de las últimas administraciones, y los escándalos permanentes, bien por los denominados ‘carruseles’ o por la incertidumbre constante en la administración pública, que la ciudadanía ya no sabe a qué atenerse y ha perdido los móviles del optimismo.

Desde luego, se ven las gentes contentas al salir de Artbo, al ir a algunos de los parques del sur o al encontrar en el Teatro Colón un escenario renovado, entre los mejores de la región. Hay temas, e incluso donde la administración acierta, como por ejemplo no ceder en la chatarrización de los buses o iniciar prontamente las tratativas para la construcción del Metro. Aun así, salir a la calle se ha vuelto un tormento, sea por el riesgo de toda índole que es tomar el Transmilenio o por la posibilidad de ingresar al trancón perpetuo a media cuadra de la casa.

Por lo tanto, la campaña electoral por la Alcaldía de Bogotá debería  iniciarse lo más pronto posible, de forma, como se dijo, que se pueda avizorar un nuevo escenario y se ponga en movimiento la idea  de que las cosas pueden modificarse.

Al momento, no obstante, siendo la campaña por la Alcaldía de Bogotá el gran móvil de la política actual, se observa bastante frío el ambiente. Toca a los candidatos remover ese estado de postración y frustración. No es esta una campaña común y corriente, después de un alcalde encarcelado y su sucesor entre el vaivén de la destitución y la permanencia. Bogotá requiere de ilusiones y certezas, la máxima cantidad de conocimiento e idoneidad posible sobre la ciudad, y el mensaje perentorio de que existe vocación de futuro en la ciudadanía. Nadie va a salvar la ciudad, sino es a partir de los mismos ciudadanos y ahí hay que comenzar desde ya.