Reelección, el telón de fondo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Mayo de 2012

* El pugilato Uribe-Santos

* Nunca explicar, nunca quejarse, sólo actuar

 

El caldeado ambiente político tiene una sola causa con nombre propio y contundente: la reelección presidencial. De un tiempo para acá es absolutamente claro que el presidente Juan Manuel Santos quiere reelegirse y el expresidente Álvaro Uribe impedirlo. Todo el espectro de la política se reduce a ello y cualquier hecho lamentable o programa gubernamental se desliza bajo esa óptica velada y subyacente.

La politización viene, pues, naturalmente dada por esa circunstancia. No es menester, entonces, quejarse o escandalizarse. Dijimos, en su momento, que la reelección presidencial consecutiva era un embeleco que daría al traste con el engranaje institucional colombiano. Así pasó, ciertamente, entre el primero y el segundo mandato de Álvaro Uribe, no sólo por ser incomparables, sino que por causa de la propia dinámica reeleccionista terminaron gestándose feudos podridos en diversas entidades del Estado. Será cándido ya pensar que algún día Colombia va a retrotraer semejante progresión. Lo sensato, en la actualidad, sería ampliar el término presidencial a cinco o seis años, a cambio de re-prohibir la reelección, pero muy seguramente eso será ladrarle a la Luna.

De manera que reelección tenemos. Y frente a ello es obvio que a mitad del mandato presidencial ya se estén enfilando las baterías gubernamentales para mantenerse en el solio. De alguna manera, como ocurre en Estados Unidos, lo que existe es un mandato de ocho años con un interregno en la mitad donde el pueblo da su voto de confianza o no a quien ejerce la magistratura y pretende continuarla. Así va a ocurrir, no sólo en el país del Norte, sino igualmente en Colombia.

La reelección, se reitera, es hoy la palabra sacrosanta, así nadie se refiera a ella. En ese sentido, en ningún momento el Primer Mandatario ha abandonado sus potencialidades de presidente-candidato. Y en esa misma dirección el expresidente Uribe, a fuerza del silencio de otros exmandatarios y de los Partidos, busca ponerse en contra de antemano, fruto de no sentirse representado en quien él mismo eligiera de sucesor.

Ese sentimiento de pérdida, o traición como él lo llama, no interesa necesariamente al país por provenir de sensibilidades íntimas e interpretaciones personales. No debe ser fácil, claro, para quien se veía sentado en el solio en un tercer mandato mantenerse en la nostalgia de lo que pudo ser y nunca fue.

El hecho práctico para Santos es que su reelección no pasa por el filtro de Álvaro Uribe, aunque él deje entreverlo así con sus referencias subliminales al exprimer mandatario. Ello denota, de alguna manera, cierta subordinación tácita que no hace bien a la majestad presidencial. Contestar a ritmo de Twitter es bajar un peldaño en el escalafón y subirse innecesariamente al ring de la política al menudeo, cuando lo interesante para Santos deben ser las razones de Estado y el cumplimiento de su proyecto gubernamental.

Es cierto, como no, que tal vez en ninguna parte del mundo ni en ningún momento de la historia se ha presentado un pugilato tan decisivo entre quienes eran mancornas y luego adversarios. Claro que la política es así y sus vericuetos no suelen ser precisamente racionales, sino emotivos. Y he ahí que la historia se haga y se deshaga al ritmo y vaivén de las personalidades, no sin que ella esté llena de caprichos y personalismos.

Lo cierto es que Santos, para reelegirse debe concentrarse en el país y hacer caso omiso a las palabras al desgaire. Se sabe, desde luego, que no es él hoy de la predilección del expresidente Uribe y no es este un hecho que vaya a cambiar. De manera que es mejor darlo por cumplido y producir los resultados gubernativos que pretende. No ofuscarse, en todo caso, con que el expresidente Uribe quiera hacer mella a su Gobierno. Decía Disraeli con todo acierto que “never explain, never complain” (nunca explicar, nunca quejarse) como regla de oro de la política. Y “los hechos son más contundentes que los hombres”, sostenía a su vez Freud.

Nadie, en materia de seguridad en Colombia, ha sido tan rotundo como Santos, tanto como Ministro de Defensa como de Presidente. Su virtud ha sido la paciencia y la perseverancia. Ocupar el espacio, con todas las ventajas que tiene un Presidente para ello, debe ser la conducta, antes que someterse a pugilatos inanes y distractores.