Retos del patrimonio cultural | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Agosto de 2021

* El increíble episodio de Cartagena

* Los remanentes de la ola vandálica

 

El estropicio causado esta semana en uno de los flancos de las murallas de Cartagena demuestra, en no poca medida, la desaprensión que existe en el país por el patrimonio cultural. Al mismo tiempo se anuncia que la estatua de Simón Bolívar que tuvo tradicional morada en la zona de Los Héroes será trasladada a otro lugar de Bogotá, porque ahí se instalará una de las principales estaciones del Metro. Y en el mismo sentido, poco se sabe de la suerte de los varios monumentos y estructuras que fueron vandalizadas durante el paro.

Las murallas de Cartagena, como la ciudad misma, fueron declaradas hace poco tiempo como patrimonio universal por la Unesco. Pero así como es una gran exaltación estar en una lista de ese tipo, igualmente puede ser un despropósito del mismo tamaño cuando por imprudencia o insensatez en el cuidado de la urbe pueda llegarse, así mismo, a la que se elimine esa distinción.

En esa medida deberían existir protocolos perfectamente claros, tanto por el Ministerio de Cultura como de las entidades citadinas, para la preservación del legado cultural e histórico. Mucho más, sabiéndose de antemano, que éste a veces reposa en manos privadas como, en efecto, ocurre con el Club de Pesca donde las baterías fueron pintadas intempestivamente, como si fueran un muro de cualquier índole, y bajo la tesis de que se trataba de impedir la erosión por cuenta del hongo negro. Por demás, sin los permisos correspondientes.

No es, sin embargo, la primera vez que ocurre un atentado de este tipo. Ya en su momento se abrieron troneras en las murallas para que pudieran pasar los automóviles y no hace mucho tiempo se pusieron algunos baños encima de las construcciones que dan sobre la Avenida Santander.

Del mismo modo, ahora se dice que el Bolívar que estaba ubicado sobre la autopista norte de Bogotá será trasladado al Parque de la Independencia, en los alrededores de la calle 26, en el centro capitalino. Pero lo que no está claro es si será acompañado con la exposición de las diferentes batallas que sirvieron para lograr la emancipación latinoamericana, como actualmente existe en el Monumento Los Héroes. Porque precisamente de lo que se trata es de celebrar los máximos combates de entonces, de Boyacá a Ayacucho, con El Libertador de emblema principal. De modo que es, apenas de sentido común, conocer por anticipado como es la maqueta, siendo desde luego este monumento uno de los grandes patrimonios no sólo de Bogotá, sino del país.

De otra parte, es menester que tanto el Congreso de la República como el Concejo de la Capital y sus pares aboquen la tarea de saber qué va a ocurrir con los diferentes monumentos vandalizados, tanto en esta ciudad, como en muchas otras capitales de departamento. Si bien la estatua de Gonzalo Jiménez de Quezada pertenece a la Universidad del Rosario, ella hace parte del patrimonio bogotano y no estaría mal saber qué piensa hacer el claustro con la escultura. En el mismo sentido, resulta una tarea fundamental del Ministerio de Cultura y las autoridades regionales adelantar las mismas averiguaciones sobre muchas otras estatuas conmemorativas en las demás ciudades. Desde luego, no se va a cambiar el relato de la historia, ni las realidades ocurridas escondiendo a los fundadores de las ciudades, como tampoco haciendo caso omiso de la importancia indígena. Por el contrario, por ejemplo, en Bogotá resulta a estas alturas un despropósito que las imágenes monolíticas del Parque San Agustín aparezcan prácticamente arrumadas a lo largo de los puentes de la calle 26, cuando se podría hacer un gran parque en torno a este tipo de expresiones culturales, también de valía universal.  De hecho, no es del todo comprensible cómo el mencionado sitio arqueológico no tiene mucha mayor promoción desde el Ministerio de Comercio y Turismo, como una de las entidades aborígenes de mayor trascendencia en América.

Son apenas algunos de los aspectos que en estos días hacen recordar la importancia del patrimonio cultural e histórico colombiano y que han salido a flote por cuenta de los estropicios sucedidos en Cartagena o de los resultados vandálicos que aún siguen sin reponerse en muchas ciudades del país. Existe allí un gran reto, tanto para el Ministerio de Cultura como para las entidades correspondientes en las diferentes regiones, que debe tomarse con todo el rigor y la procedencia del caso.