Salir de Unasur | El Nuevo Siglo
Viernes, 28 de Agosto de 2015

*Ni nos quieren, ni la queremos

*Organismo sin credibilidad e ineficaz

 

Cuando Colombia entró en la Unasur se sabía, de antemano, que era una organización proclive a las tendencias populistas de la América del Sur.

Patrocinada por Brasil, tenía de colofón, asimismo el respaldo irrestricto del entonces presidente venezolano Hugo Chávez, fundador del denominado “socialismo del siglo XXI”, cualquier cosa que eso signifique.

Se dijo, en ese momento, que era mejor estar por dentro de la organización, a fin de que Colombia en todo caso tuviera escenarios adicionales para poder tramitar sus reclamos frente a los vecinos, en caso de que ello ocurriera.

De entonces a hoy ha corrido mucha agua bajo el puente, incluso el conocido episodio de la frontera con Ecuador, demostrándose la Unasur, a lo largo de este tiempo, una entidad completamente inane.

De hecho, la Unasur se fundó con el propósito subyacente de remplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA). Fuere lo que fuere, la idea consistía en que pudiera darse un organismo en el que los suramericanos tuvieran oportunidad de debatir sus problemas, sin participación de los Estados Unidos.

La Unasur, ciertamente, ha fracasado en toda la línea y no pasa de ser un grupo de amigos con las mismas tendencias ideológicas. En las que, por supuesto, Colombia no cabe. Mucho menos teniendo una óptica diferente de los retos en los tiempos modernos. Por ello, justamente, prefirió crear la Alianza del Pacífico, una idea a todas luces mucho mejor, con el fin de generar la integración con México, Chile y Perú. Ya entonces, con la Unasur de por medio, Colombia había perdido buena parte del mercado venezolano, a propósito de que Chávez había decidido arremeter contra los productos nacionales. No solo ello, inclusive, sino que dejó de pagar por aquellos que venían siendo materia de la balanza comercial entre ambos países. La situación actual, desde el punto de vista económico, no es ni la sombra de lo que fue cuando ciertamente el intercambio comercial fluía de modo natural a dos naciones vecinas.

La situación se complicó aún más luego de que el entonces presidente Álvaro Uribe destituyera a Chávez como mediador con las Farc de lo que en esa época se llamaba el “acuerdo humanitario” para la liberación de los secuestrados.

Una y otra vez Unasur fue epicentro de los debates en los que Colombia parecía una oveja negra frente a la ‘maravilla’ de los regímenes populistas. Colombia, sin embargo, tramitó allí sus reclamos contra el amparo del terrorismo en ciertos países afiliados a esa organización. La verdad, sin mayor éxito, porque se hacía oídos sordos a las quejas y las pruebas aportadas.

Hoy Unasur es un cadáver que por ahí ronda las cancillerías. No tiene importancia alguna, ni nadie le para mayores bolas, porque simplemente fue una criatura del chavismo, cuyo soporte era regalo del petróleo venezolano a cambio de respaldos políticos. Durante el transcurso de la Unasur, entre tanto, la OEA no sufrió mayor mella. Si bien continúa siendo un organismo con escaso margen de maniobra, de todos modos la tradición y la Carta Democrática allí suscrita, hace décadas, siguen siendo el norte latinoamericano.

Sorprende, claro está, que en la actual crisis en la frontera con Venezuela, la más grave de las que se han producido en muchos años, el Gobierno colombiano no haya recurrido a los reclamos internacionales en Unasur, mucho menos ante la OEA y los tribunales propios.

Desde luego, cualquier acción frente a Unasur se demostraría, por anticipado, inane. Ya se sabe, como está dicho, que ese organismo y su Secretaría General es apenas una oficinita donde se tramitan los intereses venezolanos, de modo que sí, claro que sí, Colombia debe salirse de la Unasur, como es prácticamente consenso generalizado de la opinión pública y la dirigencia política. De nada sirve permanecer en una entidad donde ni nos quieren y a la que tampoco queremos.

En un hecho mucho más drástico, asimismo, Colombia se salió recientemente del Pacto de Bogotá, y con ello de la jurisdicción de la Corte de Justicia de La Haya. Salirse de la Unasur, por lo tanto, sería un hecho de menor categoría. Pero que, a lo menos, mandaría señales claras de que nada tenemos que ver con populismos izquierdizantes, al estilo del de Nicolás Maduro, que acabaron con un país tan potente, como por cuenta de sus recursos, algún día fue Venezuela.