* Un debate memorable
* Crujen los goznes del sistema
El presidente Nicolás Sarkozy defiende el poder por la reelección contra el líder socialista, François Hollande, en una elecciones que se presentan plagadas de sorpresas e incertidumbre, dada la delicada situación financiera por la que atraviesa Francia en la cumbre del poderío económico de la UE, junto con Alemania; al tiempo que las columnas bancarias y crediticias del sistema principian a agrietarse peligrosamente.
El precandidato más popular del socialismo en el pasado, el banquero y presidente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, quedó tendido en el campo por cuenta de un escándalo con una mucama de dudosa reputación que lo acusó de violarla, asunto en el que estuvieron involucrados agentes de seguridad que aparecen en un video regocijados con la denuncia o la trampa en la que cayó el poderoso banquero, un metepatas en materia de aventuras con el otro sexo. Se rumoró que todo se trató de una trampa para enlodar a un posible candidato que figuraba de primero en las encuestas, precisamente de un experto economista que muy seguramente habría resultado atractivo para un electorado temeroso de la suerte de sus ahorros, nivel de vida y trabajo.
Eliminado en el campo socialista DSK, quien hasta no hace mucho figuraba de primero en las encuestas, los sondeos aún señalan al Frente Nacional de Marine Le Pen como la única capaz de derrotar al centrista-conservador Nicolás Sarkozy. Lo que se ha dado por seguro es que la candidata de la extrema derecha podría pasar a una segunda vuelta con Sarkozy o con el candidato socialista, según como siga la situación económica del país y se desenvuelva la campaña presidencial. Lo que tiende a fortalecer a Marine Le Pen es que tiene una flexibilidad de la que carece su padre y una habilidad enorme para ganarse los sectores marginales de la comunidad, como de aprovechar la xenofobia latente en la población, particularmente hacia los sectores musulmanes fundamentalistas que viven en Francia y contra los inmigrantes de toda laya. Solamente que para cristalizar la candidatura debe obtener el apoyo de una suma de funcionarios municipales, que en privado están con ella, pero no se atreven a apoyarla públicamente. Lo que se atraviesa en sus aspiraciones y las hace naufragar sin alcanzar a ser contada. Con suma destreza Sarkozy ha dado un giro a la derecha, prevalido de su ministro del Interior, Claude Guéant, quien ha sido acusado por el diputado de color, Serge Letchiny, apoyado en citas de Montaigne y de Voltaire, de buscar mediante la demagogia los votos del Frente Nacional y de los nostálgicos del nazismo. El debate ha conseguido lo impensable, sacudir el marasmo de la opinión publica francesa, hasta ahora como hipnotizada con la crisis financiera, lo que ha dividido las opiniones.
El diputado acusa al Gobierno de confundir la inmigración con una invasión de elementos exógenos que envenenan el ambiente y minan la nacionalidad francesa, sin percatarse de que la mayoría de éstos hacen los trabajos más pesados que los locales se niegan a efectuar por estimarlos denigrantes. Y, agrega, eso nos recuerda a los franceses esas ideologías que hacen rememorar los campos de concentración. Cuando la Asamblea se concentró en el debate y se dividieron las simpatías, dando lugar a estrepitosos aplausos de los partidarios de una Francia libre, igualitaria y sin racismo, el primer ministro, François Fillon, les hizo un guiño a sus parciales; burócratas y diputados gobiernistas se salieron del recinto. Con eso se desbarató el quórum y, en especial, se evitó tener que contestar las acusaciones del fogoso diputado de Martinica. Una jugada hábil que aplaudió estrepitosamente la extrema derecha y que tiende a atraer los votos de quienes hasta ahora poyaban a la señora Le Pen. La jugada parece bien calculada. En el pasado, cada vez que la cosa se ponía complicada por las ambiciones políticas de Sarkozy, se apelaba al fantasma del triunfo de Le Pen. Ahora, al no seguir en campaña su popular hija, la jugada es ganarse su electorado. Y, dicen los expertos, con la notable capacidad de maniobra que distingue al gobernante galo, mañana nombra en el gobierno a un personaje de color o de una minoría, y acalla las protestas. Solamente, que la crisis económica hace crujir los goznes del sistema y de ahondarse, podría dar al traste con sus grandes proyectos reeleccionistas, pese a que desde el punto de vista de la ortodoxia y la habilidad para sortear las dificultades lo hace con el talento sorprendente de un prestidigitador que saca a última hora la carta ganadora de su cubilete mágico.