Secuelas de la reelección | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Septiembre de 2015

*América Latina por senda de crisis general

*Se tambalea el gigante brasileño

La  figura de la reelección presidencial consecutiva ha llevado a la América Latina al vórtice. Desde luego no solamente es el caso de Brasil, sino de la mayoría de países que acogieron esta figura como la panacea y que hoy se demuestra como el peor agente patógeno del transcurso político en el continente. Dilma Rousseff, como se sabe, está a punto de caerse. El único salvavidas a la vista fue el anuncio hecho anteayer por el expresidente Luis Inácio Lula Da Silva, de acuerdo con el cual volverá a lanzarse en el 2018. Con ello trata de poner un puente para que la población supuestamente avizore un mejor futuro y del mismo modo tenga la paciencia para enfrentar la debacle de Rousseff. Pero la crisis brasileña, cuya economía acaba de entrar en recesión técnica, no da espera. No solamente son los escándalos de corrupción, sino igualmente la inflación desbocada, el estancamiento de la inversión y el desequilibrio devaluacionista.

Por supuesto, la reelección presidencial siempre fue fácil con una economía boyante. Pero una vez esta entró en desaceleración, cayeron los precios del petróleo y algunos países de América Latina dejaron de ser las naciones milagro que se habían anunciado, la esperanza se vino a pique.

Es lo que hoy ocurre, no solamente en Brasil, sino en países como Chile, Ecuador y de algún modo Colombia donde los mandatarios recientemente reelegidos han visto decrecer su popularidad de modo dramático. De manera, como se dijo, que ya no es solo la corrupción, sino la incapacidad de dar respuestas a los nuevos retos y el empobrecimiento latinoamericano. De hecho, una cosa parecían gobiernos elegidos dentro de circunstancias precisas, cuando el horizonte se planteaba relativamente estable y en la senda del crecimiento, y otra que los mismos gobiernos así reelegidos sean los óptimos para solucionar aquello a lo que no estaban acostumbrados. Dicho de otra manera, mucho va de administraciones elegidas para la prosperidad y otras que son elegidas para enfrentar las crisis.

La ventaja que tiene la alternación democrática consiste, precisamente, en que surgen ideas frescas y opciones diferentes para responder a problemas similares. La reelección presidencial impide que ello sea así, tanto en cuanto, los mandatos excesivamente largos impiden actuar en el término de la distancia. Por el contrario, son gobiernos morosos, lentos, que generalmente creen que todo lo están haciendo bien y que por ello fueron naturalmente reelegidos. A fin de cuentas, eso es lo que genera la modorra y donde el cambio prácticamente es una palabra enemiga. Justamente para que ello no ocurra, en los regímenes parlamentarios se da la posibilidad de que, cualquiera sea el término del mandato, puede recurrirse al pueblo para que otorgue o no su voto de confianza. En los regímenes presidencialistas, como los latinoamericanos, las estructuras son totalmente rígidas y los gobiernos deben seguir su marcha aun sin tener el respaldo político y de la ciudadanía necesarios para sacar avante sus propuestas.

Esa falta de elasticidad, ciertamente, hace que haya que “padecer” los gobiernos, así estén en un declive tan pronunciado como el de Brasil. Lo que significa, a su vez, que los gobiernos terminen conspirando contra el propio país.

Cobran, entonces, suma importancia las encuestas en las que se mide la temperatura de lo que piensa una nación de su gobierno. Aun así son, estas, herramientas poco institucionales que, desde luego, podrán servir de orientación pero que no pueden ir más allá de simples sondeos aleatorios. Finalmente, lo que allí se mide es el grado de optimismo o pesimismo que vive cada nación. Y en ello, como está demostrado desde hace tiempo, juega papel central la economía.

La actual desaceleración económica, que en varios países latinoamericanos ya puede reputarse de crisis, como en efecto Venezuela y Brasil, ha tomado a las naciones sin el temple suficiente para enfrentar la problemática. Siendo así, pasando en un dos por tres de países BRICS o SIVETS a economías mediocres, el aterrizaje parecería aun peor. Para todo el continente, incluido Colombia, es claro que el año 2016 será bastante irregular, mucho más cuando ni siquiera en el 2015 se ha tocado fondo.

La máxima devaluación en el continente corresponde a Colombia. En tanto, mientras la economía de los Estados Unidos tienen a mejorar y Europa sale paulatinamente de la crisis anterior, América Latina, con gobiernos recién reelegidos, parece demostrar cuán carente de blindaje económico estaba.