Sindéresis salarial | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Noviembre de 2020
  • El reto de la negociación para el aumento en 2021
  • Urge un esfuerzo tripartito y ponderado

 

 

 

LA Comisión de Concertación de Políticas Salariales y Laborales se instalará en los próximos días con el fin de iniciar la discusión del aumento al sueldo básico que debe empezar a regir a partir del 1 de enero próximo. Obviamente en esta ocasión la expectativa respecto a la negociación entre sindicatos y patronos, con la presencia mediadora del Gobierno es mayor, dadas las circunstancias inéditas derivadas de la crisis sanitaria, social y económica producida por la pandemia del Covid-19, tras su aparición en nuestro país en marzo pasado.

Si por lo general las tratativas en esta mesa no tienden a ser fáciles, es evidente que ahora la complejidad es mayor, puesto que la afectación por el coronavirus es general y no existe sector en nuestro país que haya podido salir invicto de la emergencia más grave de las últimas décadas que todavía sigue vigente, como lo prueba el hecho de que el volumen de contagios y fallecidos en las últimas semanas está empezando a repuntar y se teme la posibilidad de un segundo pico de la pandemia, tal como está ocurriendo en Europa, en donde de nuevo se acudió a las cuarentenas poblacionales y las restricciones al sistema productivo y comercial, para tratar de frenar la propagación del virus.

Visto todo ello, el llamado que debe hacerse tanto a centrales obreras como al Consejo gremial y al propio Gobierno es a que prepondere la sindéresis y el realismo. Las cifras sobre el impacto del Covid-19 son contundentes. El desempleo a nivel nacional está cercano al 16%, el Producto Interno Bruto, PIB, del segundo trimestre cayó en más del 15%, los reportes de las empresas sobre su ejercicio en lo corrido de este año evidencian retrocesos sustanciales en los ingresos operacionales y la rentabilidad, la tasa de consumo de los hogares está fuertemente debilitada y los índices de pobreza y vulnerabilidad crecieron de forma alarmante en los ocho meses de pandemia en nuestro país.

Más allá de alguna propuesta de aumento salarial claramente delirante, por implicar seis o siete veces el crecimiento de la inflación este año, los voceros de los sindicatos han coincidido en que la situación de los trabajadores es muy compleja pero mejorarla requiere, necesaria y obligatoriamente, de que las empresas puedan seguir a flote en medio de esta difícil situación. Líderes gremiales, a su turno, han sostenido que entienden el complicado panorama en muchos hogares por efecto del aumento del desempleo y la disminución de los ingresos de los trabajadores, debido al menor dinamismo del sector productivo. Y, en tercer lugar, el Gobierno ha sido claro en que los billonarios programas de apoyo y alivio a las nóminas, los subsidios extraordinarios y los créditos de contingencia a las compañías de todo tipo, si bien comportan un esfuerzo presupuestal bastante alto, no son suficientes para amortiguar todo el impacto lesivo de la pandemia.

Esas posturas que denotan realismo deben ser, en su momento, traducidas en propuestas de aumento salarial objetivas y ponderadas. Es claro que el proceso de reactivación económica apenas si está arrancando y que la urgencia no solo es mantenerlo a buen ritmo, sino que sus resultados se vayan traduciendo, lo más pronto posible, en una mejoría de las empresas y sus trabajadores. No hay que llamarse a engaños: aumentar de manera desbordada la carga salarial a las unidades productivas lo único que conseguirá es presionar un incremento del desempleo o mantener congeladas las nóminas de muchas empresas que siguen trabajando a media marcha porque simple y llanamente no han podido recuperar sus niveles de ventas y productividad.

Se requiere, en consecuencia, un esfuerzo tripartito en la mesa de concertación que se instalará. Lo más fácil es plantear propuestas extremas y romper las tratativas. Sin embargo, lo que ahora requiere el país es todo lo contrario: la búsqueda de consensos y de fórmulas viables. Está claro que la inflación no llegará este año a un 2.5%, también que la productividad empresarial es negativa e igualmente no se puede desconocer que las compañías han recibido una inyección importante de recursos del Estado para subsidios de nómina, pagos de primas así como acceso a créditos a buenas tasas y con muchas flexibilidades. Así mismo debe tenerse en cuenta que muchos de los programas de apoyos han sido extendidos hasta una parte del 2021. Se trata, entonces, de insumos que deben analizarse de manera objetiva por parte de sindicatos y patronos. Flaco favor se le haría al proceso de reactivación social y económica que la negociación salarial para 2021 desemboque en un pulso de inamovibles. Es hora de la sindéresis.