Templar la estrategia | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Mayo de 2012

* Nuevo ataque en La Guajira

* Indispensable respaldo al Jefe de Estado

 

Si bien es cierto que en un país en conflicto armado como Colombia siempre está presente el riesgo de que la guerrilla y otros grupos ilegales golpeen a la Fuerza Pública y que no hay estamento militar en el mundo que esté cien por ciento blindado ante la posibilidad de ataques terroristas, no se puede ocultar que preocupa sobremanera la ofensiva de las Farc en los últimos meses.

A hechos de terror como el carro-bomba en Tumaco, los frecuentes ataques a guarniciones policiales, militares, poblados civiles y obras de infraestructura en Cauca, y las no menos cruentas emboscadas a patrullas del Ejército y la Policía en Arauca, Chocó, Meta y Norte de Santander, se sumó ayer el asesinato, según las informaciones de la Gobernación de La Guajira, de 12 uniformados en combates en el corregimiento La Majayura, en inmediaciones rurales de Maicao. Y eso que aún está sin establecerse qué grupo criminal hay detrás del atentado de la calle 74 la semana pasada en Bogotá, pues si bien fuentes policiales distritales señalaron inicialmente que todos los indicios conducían a la autoría de las Farc, el propio Presidente de la República advirtió el viernes pasado que aún no era claro quién estuvo detrás del ataque que dejó dos escoltas del exministro Fernando Londoño muertos y más de cincuenta heridos. Es posible, en todo caso, que el atentado en el corazón del norte de la capital del país se una a la cadena de acciones que esa guerrilla viene desarrollando en múltiples partes del territorio nacional.

Aparte de la politización intencional que se está registrando en torno de los temas de seguridad y orden público, al más alto nivel, lo claro aquí es que la guerrilla está lejos de la agonía y desaparición que se presumía luego del abatimiento de varios de sus principales cabecillas y de exitosos bombardeos y operativos que han repercutido en un gran número de bajas y heridos en las filas subversivas. Ello, según el máximo comandante de las Fuerzas Militares, determinó un descenso de 16 mil a 9 mil hombres en las Farc. En tal sentido, el presidente Santos ha sido, en el último lustro, principal protagonista en la recuperación de la soberanía nacional.  

No hay tiempo, pues, para enredarse en desgastantes debates respecto de si los últimos ataques de las Farc son la evidencia de que su nueva estrategia militar está dando resultados. El hecho es que el Jefe de Estado debe ser respaldado para conjurar la escalada que amenaza con prolongarse sistemáticamente, como ha ocurrido durante el tramo que lleva 2012.

Además, como claramente lo ha dicho Acore, en nada comprometen los supuestos correos electrónicos que vienen siendo publicados con orígenes militares, a la institución del cuerpo castrense en retiro. Por el contrario, el mínimo ruido de sables, en este momento, sería por completo improcedente y condenable para un país que debe librar la batalla en favor de la democracia y contra el terrorismo a partir de sus leyes y el mandato legítimo y caudaloso obtenido por el presidente Santos en 2010.

Ha dicho el mismo Jefe de Estado el fin de semana que la obsesión de cualquier presidente debe ser la paz. Está bien que así sea, siempre sobre la base de que no pueden seguir cayendo ciudadanos inermes y policías y militares emboscados a lo largo del país. Templar la estrategia se hace necesario, por cuanto ya es evidente la modificación en los escenarios de combate y prima sobre cualquiera otra circunstancia la recuperación del orden público.  

El presidente Hugo Chávez, de Venezuela, ha mostrado inmediata solidaridad con el primer mandatario colombiano y prometido cercar la frontera para neutralizar los guerrilleros provenientes de La Guajira. Resulta ello indispensable en procura de capturar  o dar de baja a los delincuentes.

En su momento, la Mesa de Negociación del Caguán intentó ser bombardeada con ataques de las Farc por todos los flancos del territorio nacional, a fin de aparecer fuertes y situarse ventajosamente en una eventual firma del cese de fuegos. En la actualidad, Colombia, por el contrario, vive una guerra abierta que debe ser respondida por la Fuerza Pública con todo rigor. Tiene el presidente Santos la vocería en este aspecto, y es él y solo él quien representa a Colombia, sin necesidad de ver a los lados ni escuchar los zumbidos de quienes pretenden reducirlo y distraerlo de su función.