* El Hay Festival de Cartagena
* Leer es sólo para quienes logran hacerlo
A propósito del Hay Festival en Cartagena, que viene consolidándose como una alternativa cultural, al igual que la excelente semana de música clásica de principios de enero, vale escribir con miras a la literatura. Está dicho que la Heroica se ha convertido en baluarte literario al lado de la Feria del Libro en Bogotá, y todo lo que sea menester en procura del desarrollo cultural será siempre auspicioso.
En esta ocasión uno de los invitados centrales al Hay Festival es Carlos Fuentes. Tal vez su cercanía con Colombia impide ver la gigantesca perspectiva universal de este autor del boom latinoamericano, que ha mantenido su vigor y vigencia intelectual por más de 50 años. Fuentes no se desvive por el premio Nobel. En efecto, como lo recuerda, Tolstoi, Proust o Wilde no fueron merecedores de la insignia, lo cual ciertamente no desdice de los autores, sino de la Academia.
Al lado de Fuentes también está Jonathan Franzen, estadounidense que ha conquistado lectores por doquier en el mundo, no sólo por su novela Libertad, sino por el uso de las nuevas formas literarias noveladas donde, dentro de un solo texto, se mezcla la ficción, la política, la filosofía, el ensayo, y cuantos recursos sean propicios para interesar al lector.
Y así es porque la novela, por fortuna, se ha renovado en el propósito de brindar la mayor cantidad posible de opciones a un lector que se supone esquivo por gracia de las nuevas tecnologías que, a su vez, supuestamente prometen arrasar con todo lo antecedente y proscribirla como una de las fórmulas básicas de la cultura ecuménica. Lo que, claro, no es cierto.
Nunca en el mundo han existido muchos lectores. Quién sabe de dónde deviene ese criterio de que antes los había y ahora no. En general, la lectura supone el interés de una persona que quiere alimentar su espíritu, como una dieta común y corriente, y formarse paulatinamente su propia idea del mundo y las cosas circundantes.
Los libros, pues, son como las lentejas, las tomas o las dejas, ¡y ya! Y así será siempre que la palabra prepondere como elemento fundamental en la interlocución humana.
La novela, en tal sentido, seguirá entonces siendo bastión para descifrarnos. Un buen autor, por lo general, es aquel que observa, indaga y cuenta lo que los demás no ven. Tal, precisamente, el mérito de los novelistas, que, si bien reputados de obreros de la imaginación, no son más que los traductores de las realidades que permanecen ocultas para la mayoría de la gente.
Posiblemente la novela ha sufrido y seguirá sufriendo modificaciones en su formato para lograr de mejor manera la expresión de las realidades furtivas. El mismo Milán Kundera ha hecho un extraordinario libro en el propósito de diseccionar la novela contemporánea. El debate, mas allá de ello, se plantea en los términos de si ella debe permanecer en el papel y no pierde su esencia al trasladarse a las frías galeras del ciber-espacio. Hasta el momento, en todo caso, ni la radio, el cine o la televisión, ni tampoco los medios alternativos, han logrado representar en su profundidad o frivolidad el devenir humano. Desde luego, hoy se vive en un mundo pletórico de imágenes y sonidos pero aun así no se ha dado un método de reemplazo para aprehender al ser humano en todas sus aristas, como en la literatura. Tan es así que las novelas llevadas al cine suelen fracasar, y sobre las que se leen en el Kindle no logran extrapolar esa relación directa que se da entre el escritor y el lector. La televisión, la radio o el cine, no suponen mayor esfuerzo del que escucha o ve, como sí ocurre en el ejercicio de leer. En cambio, al término de un buen libro la sensación de plenitud puede ser mucho más completa. Al fin y al cabo, leer es sólo para quienes están dispuestos a realizar el esfuerzo de hacerlo.
En el Hay Festival anterior, Alessandro Baricco sostuvo que la disyuntiva del mundo actual está en saber preservar lo que valía la pena de los tiempos antecedentes. En ello citó la música clásica en su carácter irrepetible. Lo mismo, a nuestro juicio, pasa con la novela, a pesar de que los fundamentalistas del postmodernismo quieren sepultarla dentro de su adanismo hirsuto.