* Deberes del anfitrión del cónclave continental
* Precaución geopolítica y en debate antidroga
ARRANCA hoy el que sin duda es uno de los eventos más importantes realizado en Colombia en las últimas dos décadas. La VI Cumbre de las Américas que tendrá como escenario a la paradisiaca Cartagena pone a nuestro país ante varios retos de primer orden. De entrada, obviamente, implica un desafío de alto calado en materia de logística y seguridad para atender a las delegaciones de las 33 naciones que asisten al cónclave continental. Si todo lo planeado en materia de hotelería, movilidad, orden público y atención integral a los presidentes y jefes de gobierno así como a más de 10 mil funcionarios, empresarios, dirigentes sociales, políticos y 1.200 periodistas se desarrolla sin contratiempos, es claro que Colombia, y sobre todo la Heroica, habrá demostrado que estamos en capacidad de organizar un evento orbital de cualquier índole, con todo lo que ello significa en imagen de país, comercio, turismo y modernidad.
En lo referente al fondo temático de la Cumbre las prioridades son mayores. Es necesario que las conclusiones y la respectiva declaración final vayan más allá de lo meramente protocolario y las fotos de rigor de presidentes, jefes de gobierno, cancilleres y demás asistentes. La agenda del cónclave en Cartagena es muy amplia, ya que toca asuntos de primer orden que van desde el futuro de Cuba, un debate serio sobre los riesgos y ventajas de la legalización de las drogas, las reformas al sistema interamericano, las talanqueras en materia de desarrollo social e integración comercial, las trabas en la erradicación de la pobreza y los índices de inequidad, el papel del empresariado como motor de calidad de vida de los habitantes del continente e incluso cómo engranar el potencial juvenil en el futuro de esta parte del hemisferio. Lo clave, entonces, es que en cada uno de esos escenarios de análisis y diagnóstico quede una tarea concreta y medible para desarrollar, con instancias de seguimiento, los compromisos asumidos por cada nación, de forma tal que en la próxima Cumbre, a realizarse en Panamá, se presente un informe sobre lo avanzado. Es indudable que el foco mediático estará centrado en el asunto cubano -que tanto ruido generó en la antesala de este evento- o en el debate sobre cómo enfrentar el narcotráfico o incluso en la posibilidad de un contrapunteo directo entre el presidente estadounidense Barack Obama y los mandatarios del llamado ‘eje socialista’ como el venezolano Hugo Chávez o el boliviano Evo Morales. Sin embargo, lo más importante es que las conclusiones de lo que se discuta en Cartagena trasciendan el morbo mediático y coyuntural, de forma tal que dejen algo más que declaraciones gaseosas llenas de buenas intenciones que, como siempre ocurre, no impactan en nada la realidad geopolítica, social e institucional de un continente lleno de contradicciones, que no tiene una hoja de ruta común y cohesionada, a tal punto que conviven potencias como Estados Unidos, Canadá y Brasil junto a países en pobreza extrema como Haití.
Para Colombia la Cumbre significa un reto muy alto para su estrategia internacional. Hasta ahora el gobierno Santos ha sabido maniobrar para no dejarse enredar en el pulso geopolítico entre Washington y el eje de países chavistas. No ha sido fácil dados los compromisos y agendas bilaterales con la Casa Blanca, Caracas o Quito, pero hasta el momento esa neutralidad proactiva en materia diplomática, política, comercial y aun de respeto a las diferencias ideológicas está dando resultados. De igual forma nuestro país tiene que moverse cautelosamente en cuanto a la discusión sobre las drogas, evitando a toda costa aparecer como el abanderado de la legalización y, por el contrario, recalcando siempre los triunfos nacionales contra este flagelo, que tanto dolor y muerte ha causado. En modo alguno se puede permitir que el abrir la discusión sobre un asunto tan espinoso, lleve a relajamientos externos en el combate al narcotráfico o a minar la moral de la Fuerza Pública local en su lucha diaria contra este fenómeno criminal y todo el universo delictivo derivado.
Llegó, pues, la Cumbre de las Américas. El país tendrá ocho días de dura prueba como anfitrión, moderador y ágil componedor. No se puede ser inferior a esa responsabilidad.