La violencia sigue imperando en muchas regiones del Cauca, así se esté desarrollando en la zona del cañón del Micay una operación militar de máxima intensidad. De hecho, los ataques a cascos urbanos, puestos de policía y atentados terroristas son una estrategia de las disidencias de las Farc para distraer la focalización de las tropas que adelantan la llamada operación “Perseo” en el corredor estratégico de El Plateado.
Es imperativo, por tanto, que se redoble la presencia de las Fuerzas Militares y de Policía en este departamento, así como en Valle y Nariño, en donde está concentrada parte importante de esta facción residual al mando de alias ‘Mordisco’.
Las acciones de las disidencias son cada día más bárbaras y cruentas. No solo multiplican la utilización de drones para atacar a los uniformados y la población civil, sino que perpetran más masacres, ‘retenes’ ilegales y reclutamiento forzado de menores de edad. A ello se suma la presión violenta a la población para que se movilice en contra de la presencia de la Fuerza Pública, todo con el fin de proteger enclaves de narcocultivos y minería criminal. Incluso han llegado al extremo de prohibirle a los habitantes de El Plateado y zonas aledañas que asistan a un concierto por la paz que organizan las autoridades.
La escalada de las disidencias es indiscriminada, como quedó evidenciado con el ataque al municipio de Guapi, en el que la Casa y la Curia Episcopal resultaron impactadas. Se trata de un hecho muy grave, al punto que el arzobispo de Cartagena y presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Francisco Javier Múnera, denunció este ataque y advirtió del aumento de la violencia en la región.
Es urgente que la Fuerza Pública retome el control territorial del Cauca, en donde el Estado sigue perdiendo terreno.