Virtud y grandeza nacionales | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Julio de 2014

El significado de ser campeones

Estuvieron magistrales en la cancha

 

Se agolpan las palabras en la mente y parece que el corazón fuese a estallar cuando la multitud en oleadas gigantescas de miles y miles de seres, avanza alegre y unida por la emoción desbordada y alegre que saluda al equipo de fútbol de Colombia que regresa con la frente en alto del campeonato mundial en Brasil. Sin importar la edad, el sexo, la condición social o regional el gentío que luce en su mayoría la camiseta amarilla insignia de los nuestros, con distintivos de la bandera y el escudo nacional, pintura en las mejillas con nuestros colores, gritan vivas y alusiones que exaltan a sus deportistas. Al goleador del mundial, James Rodríguez, le brillan los ojos y es aplaudido a su paso, junto a los demás jugadores.

El técnico argentino de la Selección Colombia, José Pékerman, quien por lo general se muestra sosegado y serio, sonríe con la espontaneidad del que sabe que ha transmitido lo mejor de su sabiduría a los jugadores, del que les ha entregado el súmmum de sus secretos profesionales para empujarlos en la cancha a la grandeza. La tensión que ha sobrellevado el profesional gaucho entrenando por largo tiempo a los futbolistas colombianos y en la dura lucha de  las semanas del Mundial, es la misma que los generales deben soportar durante prolongadas batallas en las que se ponen a prueba sus conocimientos, inteligencia, carácter, imaginación, estrategia, capacidad de lucha, disciplina, pedagogía y mística, para transmitirla a sus jugadores. El técnico no se limita a dirigir un equipo, debe dedicar muchas horas de estudio a conocer y analizar el juego de los contendores, sus movimientos, sus defectos, sus aciertos y las movidas diversas de sus entrenadores según como se desarrollan los distintos partidos. En todos esos aspectos se destaca José Pékerman entre los mejores del globo, en un medio en el que mandan los goles. Gracias Pékerman.

La hinchada y el resto de colombianos vimos cómo se colman las esperanzas con el juego virtuoso del equipo, que ha mostrado potencia, destreza,  voluntad invencible de superación y de alcanzar la victoria. Ese esfuerzo máximo en la cancha de nuestros jugadores, con la ayuda de los medios de comunicación ha conmovido hasta las fibras más íntimas de la población; con los partidos en los cuales jugaron los nuestros se paralizaron las ciudades y los campos, hubo momentos de inmensa tensión, emoción y de gol en el cual tuvimos una misma sensación  de solidaridad colombianista invencible. David Ospina, en ciertos instantes daba la impresión de poder elevarse a las estrellas para evitar el gol, pese a lo cual se encontró con una bola que por su velocidad era inatajable. Lo que no empañó su actuación de suyo espectacular. James Rodríguez estuvo magistral en la cancha, parecía estar adornado por todas las virtudes y condiciones de un gran atleta desde los tiempos de las Olimpiadas en Grecia; de rostro fino y aspecto franco. delgado, musculoso,  fuerte como el acero, ágil, de reflejos veloces e instantáneos, infatigable, con una inteligencia creativa que es  capaz de dar todo de sí por la victoria, un líder nato  que se convirtió en el campeón del mundial por ser el que más goles produjo en el curso de la competencia. Cercado, vigilado por los contrarios, temido por todos, supo mostrar siempre esa sonrisa espontánea de blancos dientes  y segura del vencedor. Es de imaginar lo que habría pasado en el Mundial de no sufrir Falcao la lesión que lo alejó infortunadamente de la competencia, con ese equipo y semejantes jugadores, ni un mal árbitro, ni  la hinchada adversa nos habría arrebatado la corona de campeones mundiales. La foto del año es la de los jugadores y el entrenador del Brasil rezando presa de angustia en los intensos minutos finales para que la contienda terminara. Esa imagen indesmentible  muestra el temor que sienten los que nos adversan, así sean los grandes del globo  y estén en su patio.

La lección que dejan los campeones de Colombia es inmensa, ejemplar, en especial para los jóvenes. Ellos vieron cómo podemos ser los mejores, derribar a los grandes, enfrentar a los que parecen invencibles, soportar las peores embestidas y mantenernos en forma hasta en los  momentos de mayor peligro, sin importar la temperatura ambiente o los factores adversos. Eso se debe a que el atleta de raza obedece a un instinto superior que lo lleva a sacrificar todo para ser el mejor. Son años y años de entrenamiento, de dura disciplina, de desarrollar la inteligencia deportiva y competitiva. Y para llegar a esas alturas del deporte a donde no arriban sino los grandes, se requiere tener una tradición, pertenecer a una cultura, una tierra, un pueblo, para ser la expresión de la misma, con ese   ímpetu superior, una fuerza interna que se crece cuando se enfrenta a los más calificados. Sin cultura no hay equipo, puesto que los que más brillan son los que marcan los tantos, pero sin el resto del equipo que cuida la portería, los flancos, que hace posible el avance, los grandes goleadores no podrían lucirse y a veces resultan impotentes. La grandeza nacional brilló en Brasil y le devuelve el optimismo y la fe en las grande empresas a Colombia.

La grandeza nacional brilló en Brasil y le devuelve el optimismo y la fe en las grandes empresas a Colombia