Voluntad colombianista | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Septiembre de 2013

*El filibusterismo nicaragüense

*Debemos reclamar nuestras costas

 

La prensa y los medios de comunicación mantienen informada a la población de Nicaragua de las pretensiones expansionistas del gobierno de Daniel Ortega, que es de origen revolucionario y  populista, con la obsesión de perpetuarse en el mando bajo el intento de prevalecer con un partido único y captando a la oposición al estilo del siglo XX que hizo famoso  al PRI en México, que utilizaba por entonces  el PAN como un partido comodín. El tema del diferendo con Colombia ha sido utilizado por Ortega  con suma habilidad para captar votos y mantenerse en el poder. El vecino país ha asimilado algunos conceptos básicos de la geopolítica que sostienen que: el Estado no es una conglomeración accidental o artificial de los seres humanos, unido en exclusiva por los medios legales, siendo que en realidad está arraigado en lo más profundo del inconsciente colectivo, en las realidades históricas y el sentido espiritual de los pueblos, que es lo que distingue a unas naciones de otras, incluso cuando viven en espacios similares, contrastados o compuestos con habitantes de variada procedencia étnica como los Estados Unidos. Los Estados pequeños, los Estados medianos y los grandes Estados obedecen a sus propios dictados de la geopolítica. Los pequeños aspiran a crecer o no dejarse someter por los vecinos. Las islas intentan la expansión en otras tierras, como lo hicieron algunas islas griegas en la antigüedad. El Reino Unido, como su nombre lo indica, se expandió por el mundo en  áreas gigantescas como el norte de América o la India. Cuba en nuestros días ejerce un influjo decisivo en Nicaragua y Venezuela.

Los Estado Unidos tuvieron en extensión un espacio con las 13 Colonias similar al de la Gran Colombia, como  en número de habitantes. Por entonces  Colombia se convierte en potencia en la región bajo el impulso de Bolívar y las armas triunfantes del país bajo las órdenes de Sucre, al sellar en Ayacucho con la espada la libertad continental. Al morir Bolívar y Sucre en 1830, la Patria grande  se desintegra y cae bajo el dominio de los caciques lugareños. Los Estados Unidos consolidan el buen gobierno y se vuelcan a fomentar la infraestructura  y desarrollo, así como se esfuerzan por facilitar el arribo  de nuevos colonos que contribuyen a engrandecer el país. Tras librar la guerra civil se consagran a expandir el país y van a la guerra por mantener la unidad nacional. A partir de la resolución de esos grandes problemas geopolíticos, el país avanza con su clase dirigente al objetivo de cumplir con el “destino manifiesto” trazado por el almirante Alfred Mahan  y convertirse en potencia mundial. Hemos visto el caso de un gran país que se desintegra a la muerte de su fundador y el asesinato de su eventual sucesor, Bolívar y Sucre,  Estados Unidos que se expande mundialmente. Y el Reino Unido y Cuba, dos Estados insulares que se expanden, por medios distintos y en épocas diversas. Nicaragua al desintegrase el Imperio Español, ingresa a la República Federal Centroamericana, que llevaba el  nombre de Guatemala. La  que firmó solemnes tratados con Colombia, para respetar nuestras fronteras históricas y nosotros las suyas, siendo en ese momento las costas sobre el Atlántico de nuestro país -Nicaragua nunca tuvo salida a ese mar  en tiempos del Imperio Español ni de la República  de Colombia-  hasta que en 1928 los gobiernos de ambos países  acuerdan el Tratado Esguerra-Bárcenas, donde les cedimos a cambio de nada las costas nuestras  vitales para la defensa de la región y su desarrollo económico. Semejante ejemplo de absurda generosidad  casi que no tiene antecedentes en la historia, apenas por la miopía de nuestros agentes políticos que en el siglo XIX, en el gobierno de Manuel Murillo Toro, regalan nuestros territorios en la parte colindante con  Costa Rica a ese país, por cuestiones de solidaridad partidista.

Costa Rica ha mantenido una hermandad ininterrumpida con nuestro país,  sus gobiernos  se distinguen por el respeto a la democracia, las fronteras y los pactos internacionales. A diferencia de Nicaragua, que desconoce el Tratado Esguerra-Bárcenas, el Pacto de Bogotá y los tratados solemnes con sus vecinos. Colombia no puede seguir apegada a los incisos y observar impávida cómo pretenden desgarrarla a pedazos por la vía de torcer la justicia internacional. Ahora cuando pretende Nicaragua reclamar una plataforma submarina que avanzaría a un centenar de millas de Cartagena y convertiría el Archipiélago de San Andrés y Providencia, Santa Catalina y los cayos en un enclave suyo y asfixiar a los nativos colombianos, nos corresponde pasar a la ofensiva, rechazar de plano la expansión filibustera de Nicaragua y en caso de que sigan desconociendo el Tratado Esguerra-Barcenas  y nuestras fronteras  acudir a las instancias  internacionales para que nos devuelvan las costas que en mala hora les regalamos y que son vitales para nosotros.

Respecto de la política exterior de Colombia sobre el fallo adverso e inicuo de la Corte Internacional, el presidente Juan Manuel Santos viaja en pocas horas a la ONU con la misión de defender la justicia vulnerada al desconocer nuestros derechos y decirle al mundo que Colombia no cederá un milímetro en el Caribe de su plataforma continental, ni de las aguas que le pertenecen por siglos en ese mar que rodea a San Andrés, Providencia, los cayos y conforma una plataforma continental que va hasta Cartagena, Barranquilla, Santa Marta y las islas vecinas. Compromiso del presidente Santos con la Nación es irrenunciable, existe una voluntad inequívoca del Estado colombiano por defender los intereses del país en el mar Caribe como los derechos humanos de los isleños nuestros que viven bajo la zozobra cuando salen de pesca de no saber si regresarán a sus hogares por la amenaza constante de las naves militares nicaragüenses. En el corazón de los colombianos les surge un vigoroso nacionalismo que parecía que había dejado de latir por la debilidad con la que en ocasiones  nuestros políticos y negociadores fracasan en el escenario mundial. Cuando el gobernante se fundamenta en el derecho y valores innegociables de la sociedad se gana el respeto de propios y extraños; lo que da lugar a que aflore una voluntad política colombianista que se fundamenta en la defensa de nuestra soberanía nacional y de la justicia, que han sido vulneradas por la Corte Internacional de La Haya que se arrogó facultades para atentar contra nuestras fronteras que no tenia y que sientan una doctrina nefasta al poner en peligro el orden internacional y el respeto por los tratados entre las naciones. Como dice el filósofo alemán cuando la ley se ha menospreciado y hollado es cuando con mayor razón los individuos y los pueblos deben defender sus derechos hasta lograr que sus reclamos surtan efectos, sin importar que se tarden en esa lucha una o varias generaciones en alcanzar tan noble objetivo.