¿Y el Conservatismo? | El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Mayo de 2012

*Cuando las oportunidades pasan

**El papel dentro de la Unidad Nacional

 

Siempre hemos creído en el “destino histórico” del Partido Conservador. Tal vez pueda compartirse ello con el Partido Liberal, por hundir ambos sus raíces incluso hasta en las épocas del procerato independentista. Ocurre, sin embargo, que la Historia para muchos no es el cuerpo nutriente del que nace la vocación de futuro. Se han establecido Partidos y movimientos esporádicos, un poco al estilo de la política pop que suele acompañar el Twitter.

Es posible que allí, en aquellos instrumentos de la modernidad, repose una gigantesca cantidad de política que no encuentra cauce en los canales partidistas. Más bien son estos semovientes pesados, donde cualquier movimiento es antagónico al expeditivo que exigen las redes sociales. Pero la modernidad, o postmodernidad como le dicen, es un hecho ineluctable y vivir en transición, al socaire de pálpitos e impresiones instantáneas, parecería ser el trasunto indefectible.

Aun así, siguen primando circunstancias ideológicas insoslayables. Finalmente los Partidos, cuando serios y estructurados, representan una forma de ser y una aproximación a las cosas y realidades vitales. Hoy, cuando en Europa caen o se restauran indistintamente Gobiernos, a causa de la crisis irrefrenable, al final la diferencia está en las ideas y los programas, como sucedió en Francia. En el fondo, pues, sigue prevaleciendo aquello de que los Partidos son cuerpos orgánicos jerarquizados y opinantes que configuran un núcleo esencial que permite posteriormente convocar un mayor número de voluntades independientes y desarraigadas.

Para que el Partido Conservador cumpla su “destino histórico” se pensó que viviría un estremecimiento después de la división de la consulta popular presidencial, donde la legitimidad fue erosionada, y luego se dejaron pasar sin mea culpa los resultados desastrosos de la mitaca regional. A su vez, los cuestionamientos éticos a algunos de sus integrantes, muchos irresolutos jurídicamente en la Corte y en la Fiscalía, han tenido tremendo impacto nacional, pero frente a todo ello el Conservatismo viene perdiendo la oportunidad de salir de su mutismo. En el momento se lleva a cabo una labor llamada reingeniería, presupuestada para un par de meses a comienzo de año y paulatinamente prolongada hasta perder el interés de la opinión pública. Deberá, ciertamente, culminarse la tarea, superando algún día el anestésico del tiempo, mecanismo dilatorio que todo lo resuelve, al garete de las móviles situaciones nacionales.

Cualquiera sea el resultado, no obstante, lo que interesa al Partido Conservador, mucho más que los efectos procedimentales, es poner fe en sus doctrinas. Igualmente, actualizarse al estilo de los ingleses, que han sabido generar de los tories un Partido moderno acorde con las necesidades de su país. No se trata, pues, simplemente de afianzarse en el pasado, cumpliendo la vigencia de sus postulados, sino de interpretar y dar respuesta al presente y al futuro, si es que en verdad se quiere mantener eso que hemos llamado “destino”.

El aquí y el ahora exigen, sin duda, un Partido más opinante y activo. Ser partícipe de la Unidad Nacional no exonera a la colectividad, en absoluto, de plantear ideas y pensamientos y asumir posturas decididas. Una cosa, ciertamente, es el vaivén de las votaciones parlamentarias, y muy otra, claro, asumir la orientación y el debate constructivo en lo que corresponda.

Tiene el Conservatismo, por ejemplo, responsabilidades gubernamentales en la política de hacienda, minas y agricultura, con su elemento adicional en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, y se sabe que la próxima legislatura será central en estas materias. Pero adicional a ello, el Partido, por encima del estamento gubernamental, tendría que ser baluarte del presidente Juan Manuel Santos, si en verdad se está en la Unidad Nacional más allá del burocratismo. Al menos saber qué piensa y cómo reacciona la colectividad frente a los grandes temas nacionales que hoy cruzan la seguridad y la paz, el crecimiento económico y la superación de la pobreza, y la reflexión sobre  Colombia como país emergente dentro del concierto internacional.

No es en silencio, a tientas, o simplemente votando proyectos intempestivamente en uno u otro sentido, a veces en contradicción con las motivaciones emitidas de antemano, como el Conservatismo pueda ser parte del “destino”, salvo que ello sea un anacronismo insustancial frente al marchitamiento y la atonía política.