Se convirtió en uno de los indescartables para el técnico de la Selección Colombia, Néstor Lorenzo, y en la joya de la corona para el Palmeiras, club que se ha dado el lujo de rechazar cuanta oferta le han hecho por el volante que, irónicamente, alguna vez pensó que sus posibilidades de llegar lejos en el fútbol eran reducidas.
Es por ello que Richard Ríos, según contó a la FIFA, decidió encauzar su carrera deportiva por el futsal, disciplina que practicó hasta los 18 años, antes de irrumpir en las canchas suramericanas.
A esa edad, Ríos llegó a Río de Janeiro para disputar un torneo amistoso donde participaban Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela y su selección, Colombia. En este caso, se trataba de un torneo de fútbol sala que más bien parecía un “festival”, ya que también se reunía a las Sub-20 de esas mismas naciones.
En esa cita carioca, el hoy ‘6’ del representativo nacional que disputa las eliminatorias al Mundial de 226 se desdobló sobre la cancha: exhibía sus habilidades con el combinado de los más jóvenes y, tras un breve paso por el vestuario, regresaba a la cancha para completar la plantilla del combinado absoluto.
“Cuando era pequeño, dividía mi tiempo libre a partes iguales entre el fútbol sala y el fútbol. Pero después fui viendo y descubriendo que no tenía muchas posibilidades de llegar lejos en el fútbol, y me quedé en el futsal”, contó a la FIFA.
Bueno, eso creía él. Aquel muchacho que derrochaba energía en la cancha difícilmente podía imaginar que, meses después, estaría de vuelta en Río de Janeiro para someterse a un período de prueba en un club de fútbol de la talla del Flamengo y que, de buenas a primeras, sería aceptado para formar parte de él.
Fue un momento en el que Ríos volvió a encontrarse con una encrucijada en su camino futbolístico, pero esta vez prosiguió su marcha por la otra dirección. Sin embargo, eso no significa que haya roto con el fútbol sala. Al contrario: las habilidades que desarrolló en las canchas de su país fueron esenciales para que prosperase en la otra modalidad y acabase convirtiéndose en titular de la selección colombiana y del Palmeiras en fútbol once.
Legado
“La mayoría de lo que hago en el campo me viene del fútbol sala. Cuando controlo el balón pisándolo, cuando encaro el uno contra uno, cuando hago una pared”, resalta Ríos de entrada.
A continuación, el prometedor centrocampista colombiano explica cómo esa transición también le ha ayudado incluso en su forma de leer su nueva –¿o antigua?– disciplina.
“Puedo pensar más rápido en un espacio reducido. Y yo creo que el fútbol consiste en eso, en micropartidos dentro de un partido muy grande, ¿sabes? Hay como partidillos ahí de dos contra dos y de uno contra uno que a veces tienes que resolver para ganar un partido. Todo eso es como el fútbol sala y me ayuda bastante”.
Ese fue el legado que Ríos comenzó a construir en las canchas y callejuelas de Vegachí, un modesto pueblo del departamento de Antioquia. Su talento lo llevó a jugar en diferentes equipos de Bello, ya en el área metropolitana de Medellín. Unos años después, fue a parar a Río de Janeiro.
Salir de una región humilde y cambiar de domicilio varias veces, siempre a la búsqueda de mejores oportunidades… El deporte representaba quizás la única posibilidad de cambiar el nivel de vida de su familia. Es el mismo guion que han seguido un montón de talentos suramericanos.
Cuando era mucho más joven, con 12 años, Ríos podía desgastar la zapatilla o la planta del pie jugando con el balón, pero no pudo ver por televisión la histórica actuación de Colombia en la Copa Mundial de Futsal de la FIFA 2012, disputada en Tailandia. “No pudimos verlo porque no tenía unas condiciones de vida muy buenas. Seguimos lo que se podía seguir desde allí”, cuenta.
Ahora bien, lo interesante es que más adelante, gracias a su rápida progresión, Ríos pudo ver muy de cerca a aquel grupo de jugadores que llegó a las semifinales del Mundial. “Hay algunos jugadores que recuerdo; también coincidí con algunos de ellos, como el número 10 de aquella selección, Angellott (Caro; uno de los grandes nombres del futsal colombiano). En cualquier caso, fue algo que me dejó huella por ser en mis comienzos y contribuyó mucho a que yo esté aquí ahora”.
Aquella cita mundialista de fútbol sala de 2012 fue la única para la que Colombia se clasificó sin lograrlo de forma automática como país anfitrión, algo que ocurrió en la siguiente edición de 2016. Pero eso no quiere decir que Richard Ríos se haya mantenido al margen de la competición en lo sucesivo. “Queríamos ir con Colombia, claro. Pero cuando no participa, animamos a las selecciones suramericanas. Y ahí tenemos siempre a Brasil y Argentina como potencias de este deporte”, subrayó.
También por ese motivo, el colombiano cultivó su admiración por el estelar Falcão. “Era un tipo fuera de lo común. Y si él también intentó jugar al fútbol y dejar esta modalidad, es porque ya había hecho todo lo que tenía que hacer en el fútbol sala”, concluyó.
Ahora, en Uzbekistán 2024, junto a las dos mencionadas potencias sudamericanas, también pugnarán por el título Paraguay y Venezuela. Y siempre que el calendario del Brasileirão se lo permita, Ríos, un seguidor acérrimo del futsal, podrá ver los partidos en directo y tendrá mucha gente a la que aplaudir.
Al mismo tiempo, labra el camino que lo ha de llevar a otro Mundial, el de 2026 a disputarse en México, Canadá y Estados Unidos, con una selección que marcha segunda a dos puntos de Argentina y a la que llegó para apropiarse de un puesto en la titular y en la que cada día luce más sólido.
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