Sin presencia militar internacional, concluyó el retiro de los efectivos de Estados Unidos cumpliendo anticipadamente el plazo fijado, el futuro de Afganistán es una gran incógnita que preocupa al mundo por los límites que fijará el emirato islámico, la posible guerra entre la resistencia y talibanes, así como por la anunciada ofensiva contra éstos últimos por los radicales yihadistas.
También es inquietud global la omnipresente amenaza terrorista del Estado Islámico que en desarrollo de su “guerra santa” retomó sus mortíferos ataques como el del pasado jueves en el aeropuerto de Kabul que cobró la vida a 170 personas, entre ellos 13 militares estadounidenses, y dejó heridas a 200 más.
En tan solo 15 días, tras la conquista talibán de Kabul (la capital) en una meteórica reconquista territorial por el precipitado retiro de las tropas norteamericanas, la situación en este país asiático muy lejano de Occidente ha cambiado radicalmente y se mantendrá, ahora más que nunca, en el radar porque lo que allí ocurra puede tener gran impacto en la geopolítica global.
Aquí algunas de las razones por las cuales la lupa mundial seguirá sobre Afganistán:
1. Libertades en riesgo. Aunque han insistido en que no serán como antes, los talibanes reimpondrán su emirato islámico que limita desde libertades básicas como la libre movilización hasta derechos adquiridos como la educación y el ejercicio de la política. La misoginia, fruto de una errónea interpretación religiosa, la volverán a hacer evidente a través de su ley sharía. Están en riesgo dos décadas de avances durante las cuales las mujeres no solo pudieron formarse académicamente sino ejercer diversas actividades, desde la práctica del fútbol hasta la política. Por ahora, los voceros del régimen anticiparon que podrán volver a escuelas y universidades, pero segregadas de los hombres y prohibió la música en lugares públicos. Todavía no han exigido el burka, pero deberán llevar otro tipo de velo. La ONU sostuvo que la forma en que los talibanes traten a las mujeres, especialmente en lo relativo a su derecho a la educación, representará una "línea roja". En caso de que la traspasen ¿tendrá dicha organización cómo actuar?
2. Nuevo régimen. Los talibanes son tan radicales en su doctrina como en la negociación política. Lo han evidenciado con los ‘diálogos de paz’ que desde semanas atrás sostienen en Qatar, paralelos a la ofensiva militar. Tras asumir de facto el poder solo informaron que el nuevo gobierno se conocería tras la salida de Estados Unidos. Y si en la mesa estaban sus representantes, a Afganistán llegaron el cofundador del movimiento -que como se sabe era de origen religioso- Abdul Ghani Baradar y el fin de semana su líder supremo, Hibatullah Akhundzada, tras permanecer en las sombras desde que en mayo de 2016 fue designado en el cargo. No ha dado la cara, pero se presume ocurrirá en breve, una vez se anuncie a los que dirigirán el país. Otro alto cargo y que genera temor al interior y honda preocupación al exterior es Sirajuddin Haqqani, jefe de la red Haqqani, considerada el ala militar del movimiento y listada como terrorista por Washington por sus sanguinarios ataques. Se teme sea designado al mando de las tropas ‘oficiales’.
3. Yihadistas vs. Talibanes. Aunque ambos grupos son fundamentalistas religiosos, pero divergen en el plano teológico y estratégico por lo que son declarados rivales. El brazo yihadista que opera en Afganistán, conocido como Khorasan (EI-K) se atribuyó el atentado suicida del jueves pasado y los ataques con cohetes ayer contra el aeropuerto de Kabul que fueron interceptados a tiempo por el sistema de defensa del aeródromo. "Esperamos que los afganos bajo influencia del EI (...) abandonen sus operaciones en cuanto vean que se pone en marcha un gobierno islámico con la salida de las potencias extranjeras", declaró el principal portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, al tiempo que advirtió que "si crean una situación de guerra y continúan con sus operaciones, el gobierno islámico (...) se ocupará de ellos". Sin embargo, esos yihadistas califican a los talibanes de apóstatas y hay alto riesgo que les declaren la guerra.
4. Recursos para gobernar. Con el chorro financiero cortado y congelados los fondos guardados en el extranjero, el futuro de este país, uno de los pobres del mundo se anuncia complejo. Los talibanes, que derivan todos sus ingresos de los impuestos a cultivos de amapola y comercialización de la heroína adelantaron que como hace 20 años prohibirán este tráfico de drogas. De cumplirse, que no parece nada posible, no tendrían recursos para mover la economía afgana. Sobre el terreno, el país funciona al ralentí. Bancos, servicios gubernamentales y otras instituciones públicas están, en su mayoría, cerradas. Varios funcionarios dijeron que los talibanes les impiden volver a trabajar y están a la espera de la conformación del gobierno para saber si tienen empleo.
5. Alto riesgo de guerra civil. Aunque los talibanes tomaron el control de gran parte del país, hay otros que, aunque alejados, se han convertido en bastiones de la resistencia. En el valle de Panshir está el Frente Nacional de Resistencia (FNR), liderado por Ahmad Masud, hijo del famoso comandante Masud (asesinado por Al Qaeda en 2001), y por Amrulá Salé, vicepresidente del anterior gobierno. Formado por milicias antitalibanas y por antiguos miembros de las fuerzas de seguridad afganas, ese frente ha jurado no sólo resistir, sino que esperan contar con ayuda internacional (armas y municiones) para sacarlos del poder. Desde el inaccesible valle, habitado sobre todo por tayikos, se define la táctica y la estrategia para una posible ofensiva que significaría una guerra civil cruenta. De cómo funcione el nuevo régimen, la comunidad internacional podría decidirse a apoyar esta resistencia, como antaño lo hicieron contra los talibanes.
5. Amenaza terrorista. Sacar las tropas del terreno afgano no implica que la coalición internacional abandone su guerra preventiva contra el terrorismo. De hecho, ayer avisó que no sólo seguirá combatiendo la filial del Estado Islámico en Afganistán sino a ese “enemigo común2 donde se encuentre. La coalición, impulsada por Estados Unidos al albor del auge yihadista de 2015 en Siria e Irak, ha subrayado que, como entonces, sigue trabajando "codo con codo". En este sentido, promete "adoptar las acciones que sean necesarias para lograr la derrota duradera" de la organización. En un comunicado dejaron claro que frente a la "poderosa" amenaza que representa la "brutal organización terrorista" Estado Islámico, actuarán con elementos de "fuerza militar" y también con métodos de Inteligencia, diplomáticos, económicos y de seguridad. "Seguiremos aplicando una presión antiterrorista contundente contra DAESH/ISIS donde opere", sostuvo.
6. Dialogar, encrucijada de Occidente. Tras dos décadas de guerra contra los talibanes, las potencias occidentales enfrentan la encrucijada de establecer o no relaciones con ese grupo islamista. Concluidas las evacuaciones y completado el retiro estadounidense, que fue festejado a “bala” por los talibanes y calificado como ‘hecho histórico’ los diferentes gobiernos no tendrían razones para mantener un diálogo con éstos, lo que implícitamente sería un reconocimiento oficial. Pero al respecto tan poco lo que se ha dicho. Canadá dio un no rotundo a esa posibilidad mientras que el jefe de la diplomacia europea, Josep Borell, admitió sin ambages: "Los talibanes ganaron la guerra. Debemos hablar con ellos". Sin embargo, todos estarían a la espera de la instalación del nuevo gobierno a ver qué tanto de ‘inclusivo’ tiene como lo prometieron.
7. Crisis humanitaria. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), Filippo Grandi, advirtió que "una crisis aún mayor está empezando" porque los 39 millones de afganos que permanecen en su país "necesitan" a la comunidad internacional, bien sea dentro del país o fuera de las fronteras. Se estima que hay 3,5 millones de desplazados internos, de los cuales más de medio millón se han visto obligados a abandonar sus hogares este mismo año por la violencia que desembocó en la toma talibán de Kabul. Y, también, se prevé que miles más busquen seguridad tras las fronteras del país, preferiblemente en los vecinos Irán o Pakistán que ya desde hace años vienen asumiendo el grueso de los refugiados afganos: 2,2 millones, casi el 90% del total registrados en todo el mundo. Así, tanto dentro como fuera de Afganistán se vislumbra una grave crisis humanitaria.