CON las nominaciones aseguradas cuatro meses antes de completar el tradicional proceso de las primarias, el candidato-presidente Joe Biden y su retador conservador, el exmandatario Donald Trump, largaron en firme la carrera por la Casa Blanca, que concluirá el 5 de noviembre.
El pasado martes, tras las primarias –sin rival– realizadas en Georgia, Misisipi, Washington y Hawái, los dos líderes políticos aseguraron su nominación partidaria, al obtener los delegados exigidos para ser proclamados en sus respectivas convenciones: el umbral de 1.968 para el demócrata y 1.215 para el republicano.
Encaminados a una revancha de su contienda de hace cuatro años, los dos retomaron sus ataques verbales. "Me siento honrado de que la amplia coalición de votantes que representa la rica diversidad del Partido Demócrata en todo el país haya depositado su confianza en mí una vez más para liderar nuestro partido, y nuestro país, en un momento en el que la amenaza que "representa Trump es mayor que nunca", dijo Biden, mientras que el expresidente conservador sostuvo: “Ahora nos toca volver al trabajo, porque tenemos al peor presidente de la historia de nuestro país –se llama Joe Biden, también conocido como el torcido Joe– y debemos derrotarlo”.
Si bien la reedición de este duelo estaba cantada desde hace meses, cuando tempraneramente el líder conservador lanzó su precandidatura y Biden convenció a los demócratas de que él era el único que podía impedir el retorno al poder de su predecesor, lo que centra el interés político y ciudadano, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, es el imparable ascenso de Trump, perfilándose como el vencedor, según todas las encuestas.
Y aunque el repunte del expresidente no es nuevo, sí lo es que a hoy le gana a Biden en todas las mediciones que se han realizado: intención de voto a nivel nacional, en los llamados ‘estados bisagra’, en el Colegio Electoral y las apuestas sobre quién será el vencedor.
RealClear Politcs muestra que la tendencia para el Colegio Electoral es mayoritariamente a favor de Trump, quien lograría 312 frente a Biden, que se quedaría con 226. Esta proyección, basada en las encuestas, incluye los estados ‘bisagra’ o ‘morados’, así rotulados por no tener en las elecciones un claro comportamiento a favor de republicanos o demócratas.
Precisamente en cuanto a estos estados, que tradicionalmente son siete, pero que podrían llegar en esta cita de noviembre a diez, en todos se impone Trump, con una ventaja que fluctúa entre uno y cinco puntos porcentuales.
Estados “bisagra” Trump Biden
Wisconsin 46.4% 45.4%
Arizona 47.8% 42.6%
Georgia 49.4% 43.7%
Michigan 46.5% 43%
Pensilvania 46.2% 45.6%
Carolina del Norte 49.3% 43.8%
Nevada 46.3% 40.7%
Fuente: Real Clear Politics
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El promedio de las mediciones realizadas esta última semana muestra a Trump ganando en Wisconsin, Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Nevada, estados que aportan 93 votos electorales.
En cuanto a la medición a nivel nacional, el líder conservador logra en promedio un 47.2 %, frente a 45.5 % del candidato-presidente, mientras que en las apuestas, una de las actividades favoritas de los norteamericanos, la victoria de Trump es contundente: 46.5 % contra 34.5 % de Biden.
Estos números evidencian que el candidato republicano, que ha sido acusado penalmente cuatro veces, atravesado dos procesos de destitución y declarado políticamente muerto en múltiples ocasiones, es un fenómeno político, ya que no sólo mantiene intacto el apoyo de la base conservadora, sino que ha logrado que el Partido Republicano vuelva a cerrar filas tras él.
Julian Zelizer, politólogo de la Universidad de Princeton, asegura que esta elección por parte de los republicanos es sencillamente "sorprendente".
"Este es un momento único en el que el partido ha respaldado a alguien que ha tenido problemas políticos como presidente, problemas legales tras dejar el cargo y que gobernó durante un solo mandato", consideró.
Frentero, irreverente y provocador, como ha sido durante sus 77 años de vida, carácter que enfatizó al sorpresivamente irrumpir en la política y lograr, contra todo pronóstico, llegar a la Casa Blanca en 2016, Trump puso el ojo en la elección 2024 desde el mismo momento en que dejó el poder, por dos razones claras: la mínima diferencia con la que perdió la reelección y continuar con su plan de “Hacer América grande de nuevo”.
Sintiendo los “pasos de animal grande” y por sugerencia del propio Biden, los demócratas se embarcaron en una ofensiva judicial contra el expresidente republicano, que hoy lo tiene entre la campaña electoral y las citas en los tribunales, las que ha aprovechado para reiterar que es víctima de una “cacería de brujas”.
Esos problemas legales, que incluso lo llevaron a ser fichado, no afectaron su imagen ni su campaña. Por el contrario, han beneficiado esta última, trayendo millones de dólares en donaciones de sus partidarios, y ha ganado terreno electoral, no sólo en las filas conservadoras, sino en los independientes.
El primer juicio, que había sido programado para el 25 de este mes, por presunto fraude contable para ‘camuflar’ el pago a una exactriz porno, fue aplazado por un mes y los otros procesos están a la espera de un pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia sobre su posible inmunidad presidencial, programado para finales de abril.
Si avanzan los acelerados procesos dentro del cronograma establecido, hay posibilidad de un veredicto antes de las presidenciales, lo que amenazaría, de nuevo y por enésima vez, la coraza de Trump, por ahora inoxidable.
Entre tanto, él y Biden refuerzan su actividad proselitista para reeditar el duelo del 2020, una repetición de la que no existen precedentes desde hace casi siete décadas.
La última vez que las papeletas incluyeron los mismos nombres en los dos grandes partidos fue en 1956, cuando el entonces presidente, Dwight D. Eisenhower, volvió a enfrentarse en las urnas con el demócrata al que ya había derrotado en 1952, Adlai Stevenson.
En esta ocasión, y al contrario de lo que ocurría en el caso de Stevenson, se da la circunstancia de que los dos principales contendientes por la Casa Blanca son personas que ya han vivido en ella durante cuatro años.
El actual mandatario, el número 46 en la historia de Estados Unidos, aspira a prolongar cuatro años su cargo, mientras que su predecesor quiere lograr el hito de volver a la Casa Blanca. Si lo logra, pasaría a la historia como el presidente número 45 y también como el 47, con un paréntesis intermedio.
El hipotético retorno de Trump tiene únicamente un precedente, y con más de un siglo en la historia. El demócrata Grover Cleveland ocupó la Presidencia durante dos periodos no consecutivos, ya que ganó las elecciones de 1884 y 1892, lo que hace que se le recuerde como el vigésimo segundo y el vigésimo cuarto presidente.
Pase lo que pase, lo que ya parece seguro es que Estados Unidos volverá en enero a tener un presidente de avanzada edad. Si triunfa Trump, se posesionará con 78 años y siete meses, cinco meses más de los que tenía Biden cuatro años atrás.
En cambio, si el actual mandatario revalida el cargo, elevará aún más el récord que él mismo ostenta como el presidente de más edad. Tendría más de 82 años, 40 más que Theodore Roosevelt cuando juró el cargo en 1901 –sigue siendo al día de hoy el político de menor edad en abrir las puertas de la Casa Blanca–.