¿Cómo será un mundo sin Trump en primera línea? | El Nuevo Siglo
EL PRESIDENTE Trump y su esposa Melania este miércoles a la salida de la Casa Blanca, en el último día de su mandato
foto AFP
Jueves, 21 de Enero de 2021
Redacción internacional

Desde el mismo momento en que Donald Trump anunció el 16 de junio de 2015 que se postularía como candidato presidencial por el partido Republicano para las elecciones presidenciales, su nombre, que era muy conocido en Estados Unidos por su ejercicio empresarial y rol estelar en el popular programa televisivo “El Aprendiz”, se empezó a globalizar rápidamente.



Como todo hombre de negocios y sabedor a cual más el poder influyente y decisivo de los medios, Trump se montó muy temprano en esa ola informativa que combinaba los formatos tradicionales con las nuevas autopistas tecnológicas derivadas de la masificación y alta penetración del internet. Trump leyó que las redes sociales, desde Twitter hasta Facebook, le servirían para saltarse las resistencias de la gran prensa estadounidense, matriculada como nunca en el bipartidismo norteamericano, y ante la cual el empresario resultaba un personaje político tan sorpresivo como incómodo.

De hecho, semanas atrás un estudio sobre los nombres y términos más repetidos en el tráfico de las redes en la última década incluyó a Trump en el top. Si bien es cierto que el nombre del mandatario de turno de la primera potencia mundial siempre ha tenido un alcance global, por obvias razones, no se puede negar que el hasta este miércoles titular de la Casa Blanca superó a todos sus antecesores en eco mediático. Sus posturas políticas, su particular forma de comunicarse y su propia imagen (desde su forma de vestir hasta el color de su cabello) han copado la red en el último quinquenio. Como bien lo concluyera un analista político en medio de la agitada campaña que le dio a Joe Biden el triunfo, Trump se volvió tema obligado en todo el mundo y desde el más alto dirigente hasta el ciudadano más humilde tenía idea de quién era y tomó partido a favor de su permanencia o no en el poder.

Esto resulta tan cierto que no pocos expertos consideran que el ahora exmandatario se convirtió en su cuatrienio en el principal referente de la llamada “Twiplomacy”, es decir la tendencia a comunicar, opinar y reaccionar a través del twitter sobre los temas más complejos de la geopolítica mundial, el accionar gubernamental, el rifirrafe político diario hasta los asuntos más cotidianos y anecdóticos.



La fortaleza de Trump en esta tendencia comunicativa se terminó comprobando en la forma en que fue, precisamente, con él que se empezaron a generalizar términos como las “fake news(falsas noticias), ya fuera porque sus críticos le endilgaran estar diciendo mentiras a través de las redes sociales o porque el propio Presidente acudiera a la gran audiencia de sus cuentas personales en la red para desmentir a sus contradictores y a los periódicos, cadenas televisivas y demás medios de comunicación que difundían informaciones sobre él y su gobierno…

Una prueba de cómo Trump es un fenómeno mediático es que mientras en su cuenta oficial de la Casa Blanca, denominada @POTUS (acrónimo de Presidente de Estados Unidos) tenía 1,6 millones de usuarios, en sus cuentas personales de Twitter lo seguían 88 millones de suscriptores. Es decir más de los 75 millones de votos que logró en las elecciones de noviembre y más de los 81 millones que apoyaron a Biden.

El poder comunicativo y de influencia del exmandatario llegó a ser tal, que tras el ataque de una turba al Congreso el pasado 6 de enero, cuyos impulsores alegaban un fraude electoral contra el presidente republicano, un primer comentario del Presidente al respecto llevó a que Facebook, Snapchat, Twitch y Twitter suspendieron todas las cuentas de Trump por tiempo indefinido.

Una medida que abrió un debate de alto calado, entre quienes la consideraron acertada porque acallaba una presunta instigación a la violencia política y aquellos que, incluso sin ser partidarios del titular de la Casa Blanca, la tacharon de censura evidente. De hecho ya se abrió una discusión global de amplio espectro sobre la necesidad de frenar el suprapoder que ahora tienen los gigantes tecnológicos para vetar personajes y contenidos bajo criterios subjetivos y parcializados.



¿Y ahora?

Visto todo lo anterior, cabe preguntarse qué pasará ahora que Trump ya no estará en el día a día mediático. No solo porque ya no es el Presidente sino porque siguen suspendidas sus cuentas en las redes sociales. Esto reducirá, al menos por el momento, en gran parte su exposición mediática y, por ende, su capacidad de seguir siendo un referente público a diario.

También resulta claro que la figura del ahora exmandatario llegó a copar tanto todos los canales informativos (tradicionales y de nuevas tecnologías), que muchos de los debates nacionales y globales se personificaron en su figura e imagen. Esto creó la falsa percepción de que en muchas polémicas sobre temas como migración, poder nuclear, comercio, cambio climático, impuestos, geopolítica, lucha contra la criminalidad, resolución de conflictos y muchos otros temas, su postura personal era el origen de los dilemas.

Ahora, con Trump fuera del escenario político gubernamental, empezará a evidenciarse que las grandes divisiones a nivel estadounidense y mundial sobre muchos de asuntos de altos calado continúan vigentes y generando grandes polarizaciones. Esta circunstancia terminará, a la larga, beneficiando al propio exmandatario, al ponerse de presente que encarnaba y representaba las ideas y criterios de una gran cantidad de estadounidenses y no apenas su postura personal.

Es decir, al decir de no pocos analistas, que ahora quedará más evidente que la división en un país en donde el candidato perdedor apenas tuvo seis millones de votos menos que el ganador, continúa más vigente que nunca y, por lo tanto, la búsqueda de consensos será muy compleja.

Futuro político

Si algo parece tener claro Trump es que seguirá en política. De hecho, ya desde semanas atrás anunció que no descarta volver a competir por la Casa Blanca en los comicios de 2024. Es claro que los 75 millones de votos que sumó el pasado noviembre (la votación más alta de cualquier aspirante republicano) lo hacen, desde ya, un duro rival a vencer por el resto de dirigentes de ese partido que quieran disputar el tiquete dentro de tres años y medio.


 


Incluso no son pocos los análisis que sostienen que Trump analiza la posibilidad de romper amarras con los republicanos y empezar a liderar su propio movimiento, que incluso se ha dicho se llamaría “Patriotas”, muy en la línea de sus políticas de Estados Unidos primero y nacionalismo antes que multilateralismo.

Esa palabra (“Patriotas”) es una de las más reiteradas en sus pronunciamientos. Alguna vez en la ONU, por ejemplo, dijo que "el futuro no pertenece a los globalistas, el futuro pertenece a los patriotas”. Incluso, tras los disturbios del pasado 6 de enero en el Capitolio, trinó que "los 75.000.000 de grandes patriotas estadounidenses que votaron por mí, ESTADOS UNIDOS PRIMERO y HACER A ESTADOS UNIDOS GRANDE OTRA VEZ, tendrán una VOZ GIGANTE en el futuro". "¡No se les faltará el respeto ni serán tratados injustamente de ningún modo, manera o forma!", agregó.

Este miércoles, por ejemplo, al salir de la Casa Blanca, afirmó que “solo quiero decir adiós, pero espero que no sea un adiós a largo plazo". Tras indicar que habían sido “cuatro años increíbles" y reiterar ante una parte de su comitiva que “Siempre lucharé por ustedes. Es mi mayor honor y privilegio haber sido su presidente", el saliente mandatario recalcó lo siguiente: “volveremos de alguna forma", aseguró.

Y, horas antes en su video de despedida, indicó que el "movimiento” que le eligió como presidente de la nación norteamericana "sólo acaba de empezar…Nunca ha habido algo así. La creencia de que una nación debe servir a sus ciudadanos no disminuirá, sino que solo se fortalecerá día a día”.

En el mismo subrayó que la agenda que tuvo durante su Administración "no era de izquierda o de derecha, no era republicana o demócrata, sino sobre el bien de una nación".



Con estas declaraciones parece que Trump, que desde el miércoles retomó su vida de ciudadano común en Mar-a-Largo, su lujoso club de golf en Florida, no se va a quedar quieto en política porque como lo prometió en su despedida aspira a volver, de alguna forma, en cuatro años.