El candidato de la crisis, Jair Bolsonaro | El Nuevo Siglo
Xinhua
Lunes, 8 de Octubre de 2018
Redacción internacional
El ultraderechista arrolló en primera vuelta y solo le faltaron cuatro puntos para ganar. ¿Por qué le fue tan bien?

 

LA PRIMERA vuelta en Brasil confirma, una vez más, que los discursos radicales, sean de izquierda o derecha, están tomando fuerza, ya que aprovechan las crisis para sacar réditos políticos.

Jair Bolsonaro se ha convertido en el candidato de la crisis. El de un país golpeado por la corrupción, la crisis económica y la inseguridad, temas que, aparentemente, parecen haber sido descuidados por el Partido de los Trabajadores (PT), colectividad que gobernó por 16 años.

Estas condiciones han catapultado al exmilitar y hoy favorito a la segunda vuelta  presidencial en Brasil, quien ha sabido llegarles a los brasileños convirtiendo el miedo y la revancha en argumentos de movilización política.

Como pocos en la prensa han reconocido, al elector le importan más los temas generales que las condiciones personales del candidato. El compromiso con la democracia es un tema secundario, aparentemente.

La campaña “Él no”, liderada por mujeres del PT, que intentaba dejar en evidencia las posiciones misóginas del ultraderechista, tuvo poco efecto en el electorado. Al final, muchas mujeres votaron por él, sea por su discurso mesiánico o por su voluntad de sancionar al partido de Lula.

Bolsonaro, quien fustigó el voto electrónico, se ha convertido en un fenómeno capaz de movilizar casi 50 millones de votos frente a la maquinaria bien aceitada del PT. Atrás, a casi 20 puntos, quedó Fernando Haddad, un aspirante que genera muchas dudas, entre ellas, su poca capacidad de convocatoria.

¿Por qué arrolló?

Las encuestas, una vez más, han fallado. En un votación de casi 50 millones, Bolsonaro logró el 46% de los votos, seis puntos por encima de lo que la mejor encuestadora, Datafolha, le daba (la mayoría lo ubicaba más abajo). Su éxito se debe a diferentes factores, como el voto castigo y la alineación de grupos evangélicos.

La impopularidad del PT, el partido más grande del mundo, ha llegado a niveles tan altos que muchos electores han decidido volcarse al otro extremo. ‘El escándalo de Lava Jato’, que implicó a los líderes del partido, incluyendo Lula, ha desatado un efecto adverso en sus intereses electorales.

A pesar de que la imagen desfavorable de Bolsonaro es más alta que la del PT (45-40), parte importante de los brasileños ha decidido quitarle el apoyo a la izquierda. Queda claro, en ese sentido, que en la primera vuelta en Brasil se activó el voto castigo contra un partido que, dice la oposición, derrochó millones de dólares en financiar campañas políticas y beneficiar a privados a cambio de obras públicas.

Un mapa de Brasil explica el declive del partido de Lula. En 2010, Dilma Rousseff ganó en todos los estados del país, salvo en pocas regiones del sur. Ocho años después, el panorama es distinto. En rojo –color de esa colectividad- solo aparece el nordeste, base electoral de Lula; lo demás, sale en verde (Bolsonaro).

El partido de Lula, sin embargo, no ha sido el mayor derrotado de la jornada. Fundandor de la joven democracia brasileña y colectividad del actual presidente Temer, el Partido Socialdemócrata de Brasil solo sacó 5% de los votos con Alckim, un golpe a su historia y credibilidad.

Otra de las razones que explica el éxito del ultraderechista es su alianza con grupos evangélicos. Este grupo cristiano, que aglutina a 42,3 millones de personas, ha sido determinante en las últimas elecciones. Por casi 20 años estuvieron al lado del PT, pero esta vez, ante los escándalos de corrupción, decidieron irse con Bolsonaro.

En este punto vale la penar hacer un paralelo con Estados Unidos. El principal líder evangélico, Edir Macedo, es el líder de la Iglesia Universal del Reino de Dios y posee el segundo canal de televisión en Brasil, TV Record. Bolsonaro, un crítico de los medios tradicionales, ha aprovechado este medio para hacer política y de paso ha consolidado una alianza con su propietario, algo similar a lo que sucede entre Trump y FOX News.

Los evangélicos hacen parte de una gran coalición que también está conformada por los agricultores y el Partido Social Liberal (PSL), colectividad del ultraderechista, que defiende la posesión de armas por civiles. Todos ellos han fundado la bancada BBB, que traduce bala, buey y Biblia.

El Frente Parlamentario de la Agricultura decidió apoyar a Bolsonaro el martes pasado, luego de varias semanas de negociaciones. Esta coalición es conformada por varios partidos que en total tienen 261 diputados y senadores. De ahí que los rumores de una difícil gobernabilidad se empiecen a descartar, ante este eventual apoyo parlamentario.

El Senado de Brasil, que más de la mitad ha sido investigado por presuntos hechos de corrupción, ha quedado fragmentado después de las elecciones del domingo. En Brasil, además de las presidenciales, se votó por renovar dos terceras parte de la Cámara alta, que quedó divida entre 21 partidos.

Bolsonaro, sin embargo, ha descartado cualquier alianza burocrática. Ayer, en un tuit –otra de los elementos en los que coincide con Trump- dijo que: “Reducirá el número de ministerios, cerrará y privatizará empresas estatales, combatirá fraudes en Bolsa-Familia (…)” y agregó, que “¡la política estará al servicio del brasileño!”.

Los mercados han recibido con júbilo la victoria de Bolsonaro. La bolsa de Sao Paulo reportó un índice de 6%. No obstante, aún no es claro hasta qué punto el candidato apoya las medidas de austeridad de Michel Temer, que han reactivado en cierta medida la confianza de los inversores.

A pesar de su arrolladora victoria en primera vuelta, Bolsonaro genera dudas por su legitimidad moral. Visto como un nostálgico de la dictadura, llegando a dedicarle el juicio político en contra de Dilma Rousseff a un torturador del periodo militar, Carlos Alberto Brilhante, algunos analistas dicen que esto demuestra que Brasil prefirió olvidar y callar antes de recurrir a la memoria, y por eso hoy tiene a un exmilitar con todas las chances de ser el próximo Presidente.