En un largo dictamen, la Cámara Federal de Casación Penal de Argentina responsabilizó a Irán el pasado 12 de abril de 2024 por el atentado contra la Embajada de Israel en 1992 y el carro bomba que explotó frente a la organización judía AMIA en 1994, ambos en Buenos Aires, que dejaron 107 muertos y más de 500 heridos.
Los hechos, revelados en un proceso que duró más de 15 años en los tribunales, mostraron que el autor material de ambos atentados no había sido el régimen de Irán, sino una milicia chiie leal a su proyecto y con sede en el Líbano, Hezbolá, que hoy hace presencia en al menos cinco países de América Latina. Esta organización se inauguró en la región, en 1992, con el atentado contra la AMIA, atacando al corazón de la diáspora judía en Argentina, la tercera más grande del mundo fuera de Israel, después de las de Estados Unidos y Francia.
Desde entonces, Hezbolá ha ampliado su presencia en diferentes países de la región por más de 30 años. Como organización terrorista, hoy participa de economías ilegales como el contrabando y el narcotráfico, inaugura escuelas de adoctrinamiento y radicalización en Bogotá o Asunción y se ha convertido en un aliado de regímenes autoritarios como el de Nicolás Maduro en Venezuela.
¿Por qué Hezbolá, una organización fundada en el Líbano, tiene y ha tenido tanto interés en América Latina? Esa es la pregunta que se suelen plantear los organismos de inteligencia. La respuesta, a primera vista, es que en la región, como en África y el sudeste asiático, existe un escenario ideal para ampliar sus actividades ilegales y captar más ingresos derivados de ellas.
Las economías ilegales, sin embargo, no explican únicamente su presencia regional. Hezbolá es un actor político que, además de tener actividades terroristas y militares, funge como representante diplomático y comercial para promocionar los intereses geoestratégicos de Teherán en América Latina. Una milicia armada y terrorista que algunas veces se viste de canciller.
“Respecto de la presencia de la Unidad 910 (de Hezbolá) en la región, ha evolucionado de grupo terrorista a un grupo de crimen organizado e, incluso, político “al buscar expandir “el eje de resistencia de Irán en la región”, dice Jospeh Humire, autor del informe titulado “The Maduro-Hezzbollah nexus: How Iran-backed networks prop up the Venezuelan Regime”, de The Atlantic Council, centro de pensamiento con sede en Washington.
Triple frontera y Punto Fijo
La expansión de Hezbolá ha sido desde el sur del continente hacia la parte norte. Luego de los atentados en Argentina, la organización se empezó a ubicar en enclaves estratégicos como los pasos fronterizos, que le permitieron entrar en las economías ilegales y consolidar alianzas con el crimen organizado de varios países, llegando hoy a reclutar integrantes en Brasil o Venezuela para sus operaciones internacionales. Si hay una organización transnacional, con células en varios continentes, es precisamente esta.
Uno de los centros operativos de Hezbolá es la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay. Con epicentro en la ciudad paraguaya Ciudad del Este, por mucho tiempo el líder del Componente de Asuntos Comerciales de la Organización de Seguridad Exterior de Hezbolá (ESO, en inglés), Talal Hamiyah, hizo presencia y desde allí ha construido una red de contrabando a través de tiendas de artículos electrónicos financiados por la comunidad libanesa de la zona, según Infobae Argentina. Estas actividades de contrabando han dejado de ser la única fuente de financiación de la organización –al menos en la triple frontera– y, con el paso del tiempo y nuevos aliados criminales, la ESO se ha dedicado en la última década principalmente al narcotráfico.
Hace seis meses, en este paso fronterizo, tuvo lugar la “Operación Trapiche”, en la que la policía federal brasileña capturó al sirio Mohamad Khir Abdulmajid, de 36 años, y a Haissam Houssim Diab, un libanés de 48 años, los dos con nacionalidad brasileña, a quienes, según la investigación, “se les considera reclutadores de Hezbolá para llevar a cabo atentados contra objetivos de la comunidad judía en el gigante latinoamericano”.
La investigación de las autoridades brasileñas ha revelado que la ESO reclutaba jóvenes que pertenecen al crimen organizado brasileño y los adoctrinaba para que hicieran parte de Hezbolá. Según Matthew Levitt, un estudioso de esta organización que hace parte del “Washington Institute”, “la ‘Operación Trapiche’ –que involucró a ciudadanos brasileños como parte de la presunta trama terrorista– también mostró un modus operandi preocupante: que a partir de los lazos económicos con Hezbolá, miembros de esas bandas locales terminen radicalizándose”. Pasan de ser criminales a convertirse en actores terrorista que sirven en últimas a los intereses geopolíticos y teocráticos de Irán en América Latina.
En declaraciones al diario “La Nación”, de Buenos Aires, la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, ha dicho que el expansionismo de Hezbolá en la región podría tener un nuevo centro, Bolivia, luego de que el gobierno de este país firmara un pacto con Irán que “permitió la presencia de miembros iraníes de las fuerzas ‘Quds’ (el brazo paramilitar de la Guardia Revolucionaria) en el territorio. Estamos investigando si hay personas que no hablan español y que tienen pasaporte boliviano”.
Establecida inicialmente en el sur, Hezbolá ha tenido su mayor expansión en el norte de Sudamérica, especialmente en Venezuela, donde son conocidos los vínculos entre el régimen de los Ayatolás y el chavismo, que se han consolidado con la deriva autoritaria de Nicolás Maduro y su aislamiento internacional.
El modus operandi de la organización en territorio venezolano es diferente al que tiene en la triple frontera. El régimen de Maduro desde 2013 ha sido muy laxo con la presencia de esta organización terrorista, que ha afianzado su presencia a través de clanes familiares de origen libanés que se encargan de las economías ilegales, algunos negocios entre Teherán y Caracas y otros temas. La investigación del “Atlantic Council” dice que esta red funciona a través de clanes como los Nassereddine y Rada, cuyo puente con el régimen venezolano era el entonces vicepresidente y hombre duro del chavismo, Tareck al Aissami, hoy procesado por corrupción y otros delitos, y preso en una cárcel de Caracas.
Así como en el sur del continente Hezbolá se ha establecido en la triple frontera, en el norte tiene como base la región de Punto Fijo o la triple frontera entre Punto Fijo (Venezuela), Maicao (Colombia) y Colón (Panamá). “Entre Punto Fijo e Isla Margarita, Hezbolá opera muy fuerte. Allí nadie los vigila”, advierte el informe.
La denuncia más reciente sobre esta organización terrorista la hizo “Le Point”. Este diario francés, en un artículo titulado “En Bogotá, esta extraña mezquita de la que las autoridades desconfían” (en francés, originalmente), dice que una mezquita en el barrio Nicolás de Federmán, de Bogotá, sería un eventual centro de reclutamiento de Hezbolá en Colombia. “En la capital colombiana, un lugar de culto chiíta es acusado de servir de pantalla a la influencia de Irán”, escribe. “Detrás de esta fachada, el centro también sería un vector de la influencia de Irán en América Latina”. La denuncia apunta a la Casa Islámica, un lugar de culto para la comunidad islámica chiie, liderada por Ahlul Beyt o Marlón Jesús Cantillo, conocido también como “Hermano Ibrahim”, según la Fiscalía General de la Nación.
Hezbolá lleva más de 30 años en América Latina consolidando una red de aliados que incluyen gobiernos, grupos del crimen organizado y empresarios de todo tipo. Financiada por Irán y las economías ilegales en la región, esta organización representa hoy una amenaza para la seguridad nacional y transnacional, por lo que países como Brasil y Argentina ya vienen adelantando acciones en su contra, como la “Operación Trapiche”.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.