Un expolicía de Misisipi que participó en un brutal ataque contra dos hombres negros, junto con otros agentes blancos que se autodenominaban el "Escuadrón de matones", fue sentenciado este martes a 20 años de prisión.
Este policía, Hunter Elward, y cinco de sus colegas de este estado sureño de Estados Unidos reconocieron en agosto haber torturado a sus dos víctimas durante dos horas con un consolador, varias pistolas Taser y una espada. Elward llegó incluso a dispararle en la boca a uno de ellos.
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Elward, de 31 años, fue condenado a 241 meses de prisión y Jeffrey Middleton, de 46, a 17 años y medio.
Los otros cuatro acusados conocerán sus penas el miércoles y jueves.
"El Departamento de Justicia hará rendir cuentas a los agentes que violen los derechos constitucionales y traicionen así la confianza de la población", reaccionó el fiscal general Merrick Garland en un comunicado.
En enero de 2023, estos seis policías pertenecientes a un equipo conocido por su brutalidad entraron "sin orden judicial ni justificación" en una casa en Braxton, una pequeña localidad de Misisipi, donde se les había dicho que había actividades sospechosas, según documentos judiciales.
Esposaron y profirieron "insultos raciales" a los dos hombres que se encontraban en su interior.
Según la fiscalía, agredieron sexualmente a sus dos víctimas con un consolador y les aplicaron 17 descargas eléctricas con sus Taser.
También los humillaron obligándoles a tragar alcohol, aceite de cocina, leche y otros líquidos.
Este calvario, que duró unas dos horas, terminó cuando Hunter Elward colocó su arma reglamentaria en la boca de uno de los dos hombres.
Para asustarlo primero apretó el gatillo después de sacar una bala del cargador.
Sin embargo, durante un segundo intento, la bala rompió la mandíbula de la víctima antes de salir por la nuca, según el expediente de la fiscalía.
A continuación los agentes dejaron a las víctimas en un charco de sangre durante minutos, mientras intentaban ocultar las torturas.
El equipo destruyó la videovigilancia de la casa y uno de los casquillos utilizados, además de intentar quemar la ropa de las víctimas para hacer desaparecer las pruebas, según la fiscalía.
Los agentes también colocaron una pistola de perdigones sobre una de las víctimas y metanfetamina en el lugar para justificar su entrada en la casa.
Después redactaron informes falsos y mintieron a los investigadores.