TRES bancos colapsados en tan solo cinco días y alta desconfianza ciudadana por la posibilidad de perder sus ahorros o a la imposición de un ‘corralito’, dispararon los temores de un ‘efecto dominó’ tanto en el sistema financiero estadounidense como en los países donde operaba el intervenido Silicon Valley Bank (SVB).
El cierre de éste, la mayor quiebra bancaria en Estados Unidos desde la crisis financiera de 2008, llevó al presidente Joe Biden a dirigirse a su país para asegurar que “el sistema bancario es seguro”, que se castigará a los responsables de las quiebras y que es inaplazable una regulación más estricta para evitar futuras crisis como ésta que nadie anticipó.
"Los estadounidenses pueden confiar en que el sistema bancario es seguro. Sus depósitos estarán allí (disponibles) cuando los necesiten", dijo Biden en declaraciones televisadas desde la Casa Blanca en un intento de tranquilizar el nerviosismo ciudadano y bursátil, que se evidenció tanto con el inesperado retiro de ahorros en varias entidades bancarias como en la volatilidad que tuvieron las negociaciones en bolsa.
Poco conocido por el público en general, SVB se especializaba en financiar nuevas empresas y se había convertido en el decimosexto banco más grande de Estados Unidos por activos: a fines de 2022 tenía 209.000 millones en activos y aproximadamente 175.400 millones en depósitos.
El domingo por la noche, las autoridades federales de Estados Unidos intervinieron para garantizar que los ahorristas tengan acceso a sus fondos en SVB. Además, los reguladores se hicieron cargo de una segunda entidad bancaria.
La mayoría de los observadores del mercado financiero son optimistas y dudan que se produzca una situación comparable a la crisis financiera de 2008, aunque aumenten las probabilidades de una recesión.
"No estamos en la misma situación, es mucho más circunscrito, con un cierto tipo de bancos y una clientela de un determinado sector", dijo Eric Dor, director de Estudios Económicos de la escuela de negocios Ieseg, mientras que para Lionel Melka, asociado en la compañía de inversiones Swann, la crisis está “contenida” ante la rápida intervención de las autoridades.
Ayer los principales índices bursátiles estadounidenses abrieron a la baja, pero acabaron pasando a verde en un mercado volátil, con evidentes señales de presión. First Republic Bank, con sede en San Francisco, se desplomó por ejemplo más del 70%.
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"La preocupación es que habrá más gente, minoristas, preocupada por la seguridad de sus bancos y sus depósitos", estimó el analista Quincy Krosby. "Es una cuestión de confianza" porque "el contagio es puro miedo, miedo absoluto, absoluta falta de confianza", agregó.
Por su parte Ipek Ozkardeskaya, analista de Swissquote Bank considera que "el riesgo de contagio se mantiene para los bancos pequeños”.
Según el presidente Biden, el gobierno hará lo posible para que los ahorristas recuperen su dinero y, en cualquier caso, "los contribuyentes no se harán cargo de las pérdidas".
"El dinero procederá de las cuotas que los bancos pagan por el seguro de depósitos", afirmó.
Por su parte, la Reserva Federal (Fed), se comprometió a prestar a otros bancos que los necesiten para cumplir con las solicitudes de retirada de fondos de sus clientes.
¿Fed, acelerador?
Tras el colapso de los tres bancos en tan breve lapso, el otro debate que revivió es sobre los ajustes monetarios de la Fed ya que los analistas consideran que ellos –adoptados para frenar la galopante inflación y enfriar la economía- contribuyeron a debilitar los bancos comerciales y desacelerar la actividad productiva.
También alentó a los clientes a invertir su dinero en productos financieros que remuneran mejor que las cuentas corrientes y tuvo como consecuencia aumentar el costo de la financiación del sector tecnológico.
Para el economista Eric Dor, "como siempre, es el aumento de las tasas de interés por parte de la Fed lo que revela las fragilidades del sistema”.
Recordó que "inicialmente, las autoridades estadounidenses se mostraron reacias a intervenir y salvar a los bancos y luego la realidad los alcanzó y se vieron obligados a hacer algo, aunque no implica necesariamente que el contribuyente tenga que pagar".
Para Alexandre Baradez, analista de IG France, "las garantías proporcionadas por la Fed son importantes, y abren una ventana para proporcionar liquidez adicional".
En un comunicado conjunto, la Reserva Federal de Estados Unidos, la Corporación Federal de Seguros de Depósitos y el Departamento del Tesoro aseguraron que los depositantes de SVB tendrían acceso a "todo su dinero".
Y también tendrán "acceso completo" aquellos que tengan su dinero en Signature Bank, un prestamista de tamaño regional con sede en Nueva York con una exposición significativa a las criptomonedas que fue cerrado el domingo después de que el precio de sus acciones se desplomara.
Biden insistió en que quiere fortalecer las regulaciones. "Voy a pedir al Congreso y a los reguladores bancarios que refuercen las reglas para los bancos, de modo que sea más improbable que se repita este tipo de quiebra bancaria", explicó, culpando a los republicanos de haber echado abajo, las salvaguardas introducidas después del colapso financiero de 2008.
Insistió el presidente demócrata en que los inversionistas que compraron SVB asumieron un riesgo y deben correr con las consecuencias.
"Se arriesgaron y cuando los riesgos no compensaron, los inversores perdieron su dinero; así es como funciona el capitalismo", les dijo, tajante.
Tres colapsos
Fueron cuatro los días en que el sistema bancario estadounidense sufrió un fuerte ‘sacudón’. Todo empezó la noche del miércoles tras el anuncio de la liquidación de Silvergate Bank, un pequeño banco regional que se había convertido en el destino favorito de la comunidad de las criptomonedas.
La entidad con sede en La Jolla, California, y que sufrió una serie de reveses en el criptouniverso, particularmente con la debacle de la plataforma FTX, tuvo que enfrentar una ola de retiros de fondos que la dejó imposibilitada de cumplir con sus compromisos.
Esa misma noche otro banco mucho más grande, el Silicon Valley Bank (SVB), anunció que también estaba sufriendo retiros masivos. Favorito de buena parte del sector tecnológico emergente, padeció la desaceleración de la nueva economía.
Los fondos de inversión recurren cada vez más a los bancos por dificultades en el levantamiento de fondos, y en lo que respecta a las start-ups, tienen una necesidad crónica de flujo de caja para financiar su crecimiento.
El SVB también está bajo presión, como el resto de los bancos, por el fuerte endurecimiento monetario de la Reserva Federal. La mayor parte del dinero que piden los bancos es a corto plazo para poder prestar a largo plazo.
En general, se benefician de que las tasas a corto plazo son significativamente menores que las de largo plazo. Sin embargo, el endurecimiento monetario de la Fed provocó el fenómeno contrario y redujo los márgenes de los bancos.
En una cuidada presentación, el SVB destacó el miércoles la solidez de sus cuentas y la proporción relativamente baja de sus préstamos en comparación con los depósitos. Sin embargo, además de la caída de sus depósitos, anunció que lanzó una ampliación de capital de 2.250 millones de dólares.
También reveló que vendió de urgencia una cartera de 21.000 millones de dólares en valores financieros para asegurar sus reservas de efectivo, una operación en la que perdió 1.800 millones de dólares.
El anuncio bastó para alertar a inversores y clientes, que al día siguiente se abalanzaron a recuperar sus activos. Solo el jueves, SVB recibió órdenes de retiro por unos 42.000 millones de dólares.
Incluso sin haber podido cumplir con todas las solicitudes, el jueves por la noche ya presentaba un flujo de caja negativo por casi 1.000 millones de dólares, una señal de que transfirió más efectivo del que tenía disponible.
Los principales bancos locales siguieron relativamente indemnes, pero varias instituciones medianas o regionales comenzaron a sentir los efectos.
De esta forma, aunque Biden dio un parte de tranquilidad y los analistas descartan una crisis como la de 2008 hay tremores, así como creciente desconfianza, en el sistema financiero estadounidense.