El ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, que falleció la noche de este miércoles, a los 100 años de edad, concentró hasta hace pocas semanas la atención de la diplomacia mundial y compartió sus consejos de geopolítica, generando fascinación y controversia al igual que siempre.
Para unos visionario y para otros "criminal de guerra", el "sabio" de silueta encorvada pero todavía reconocible por sus gafas negras de montura gruesa, permaneció activo hasta hace muy poco.
El selecto Club Económico de Nueva York le celebró el centenario el pasado mayo y allí apagó las velas sobre una torta de chocolate.
Sus apariciones públicas se volvieron más escasas con el correr de los años pero más frecuentes en videoconferencia, como lo hizo en Davos en enero. Pero para Kissinger, que marcó con su huella la política exterior del Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX, su longevidad es excepcional.
Conserva, desde sus oficinas en Nueva York y su consultora Kissinger Associates, una relativa aura entre la élite de Washington y del extranjero, incluso entre demócratas como la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, que un día dijo "confiar en los consejos" de su "amigo".
Actor esencial de la diplomacia mundial durante la Guerra Fría, este ganador del Premio Nobel de la Paz inició los acercamientos con Moscú y Pekín en los años 70, con una visión pragmática del mundo, una especie de "Realpolitik" al estilo estadounidense.
En una señal de que su visión del mundo apenas ha cambiado, el martes frente a sus invitados estimó que Estados Unidos debe defender sus "intereses vitales".
"Tenemos que ser más fuertes para resistir a cualquier presión", dijo.
Incluso sobre la guerra en Ucrania, tema en el que aboga por un alto el fuego. "Llegamos a un punto en el que logramos nuestro objetivo estratégico. La tentativa militar de Rusia de absorber a Ucrania fracasó".
Cinco momentos importantes en la vida del diplomático
Deshielo con China
Kissinger viajó secretamente a Pekín en julio de 1971 para entablar relaciones con la China comunista, lo que abrió el camino para la visita histórica del presidente Nixon a la capital del país asiático en 1972.
Esta mano tendida a China puso fin al aislamiento del gigante asiático y contribuyó al ascenso de Pekín, en primer lugar económico, en el escenario internacional.
Vietnam y Nobel
Kissinger llevó a cabo, en el mayor secreto y en paralelo a los bombardeos de Hanói, negociaciones con el revolucionario Le Duc Tho para poner fin a la guerra en Vietnam.
Fue recompensando con el Premio Nobel de la Paz por la firma de un cese al fuego en 1973 con los norvietnamitas, que lo rechazaron al asegurar que la tregua negociada no era respetada.
Kissinger no se atrevió a viajar a Oslo a recibir el galardón por miedo a manifestaciones, y fue reemplazado por el embajador estadounidense.
Respaldo a las dictaduras
Los críticos de Kissinger denuncian su respaldo a los golpes de Estado en América Latina en nombre de la lucha contra el comunismo, y en particular el de Chile, en el que Estados Unidos ayudó a llevar al poder al dictador Augusto Pinochet tras el suicidio del presidente Salvador Allende, en 1973.
Las invasiones
La defensa del interés general de Estados Unidos también lo llevó seguido a apoyar, más o menos tácitamente, varias invasiones. Respaldó, por ejemplo, la invasión del Timor Oriental por parte del presidente indonesio Suharto, que dejó 200.000 muertos en 1975.
Fue el caso también cuando Turquía se apoderó en 1974 de un tercera parte del territorio de Chipre, así como durante las operaciones de desestabilización en medio de la guerra civil en Angola.
Medio Oriente
Kissinger dedicó buena parte de su tiempo a Medio Oriente, donde organizó un puente aéreo masivo, la operación Nickel Grass, para suministrar armas a su aliado Israel tras el ataque sorpresa de países árabes durante la fiesta judía de Yom Kippur en 1973.
Inauguró posteriormente la "diplomacia itinerante" al negociar con Israel, Siria y Egipto, que se convertiría en un aliado clave, una vez fuera de la esfera de influencia de Moscú.