DESDE hace décadas y por múltiples factores que van desde conflictos armados hasta el clima -cada vez más cambiante- el mundo ha registrado imágenes de desplazados y refugiados. Son muchas las de ellas que han quedado en la retina global y las que no deberían repetirse nunca jamás.
La lente de fotógrafos y camarógrafos han capturado, desde siglos atrás, imágenes que han dado la vuelta al mundo bien por su importancia o impacto. Y aunque muchas de ellas tienen una connotación positiva, como ver el retorno de animales a centros urbanos fruto del forzado encierro humano por la pandemia, o fueron tan sobrecogedoras como aquella del papa Francisco en una tarde gris alzando el Santísimo para la bendición Urbi et Obi en plena crisis global por el covid-19, la mayoría de ellas son la fiel representación de situaciones negativas que no deberían volver a repetirse. La humanidad guarda en la retina la detonación de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, la de Phan Thi Kim Puc, de la niña de 9 años corriendo desnuda por su vida luego de que su comunidad en el sur de Vietnam fuera bombardeada con napalm, los trenes con millones de judío rumbo a un horripilante destino final o la destrucción de las torres gemelas de Nueva York cuando terroristas de Al Qaeda hicieron estrellar dos aviones comerciales contra ellas.
Han sido miles de imágenes que han dado la vuelta al mundo y que deberían tener un solo objetivo: ser un recordatorio de lo que no se puede volver a registrarse.
Sin embargo, ante la multiplicidad de conflictos, políticos o militares, persistentes en varios países, se ha vuelto común ver a cientos de cientos de personas caminando hacia el exilio. Por citar algunos, las gigantescas caravanas de centroamericanos hacia la frontera mexicano-estadounidense, los rohingyas considerados apátridas hacinados en campamentos humanitarios, los venezolanos caminando miles de kilómetros en Colombia y haitianos (al igual que de otras nacionalidades) intentando alcanzar el Darién, en un paso más de una aventura en extrema peligrosa por el sueño americano.
Registros fílmicos como esos despiertan preocupación pero no asombro, ese que si tuvieron hace años la derrota de Estados Unidos en Vietnam, evacuaciones masivas en otros conflictos y, ahora, la de Afganistán.
Ese lejano país asiático entró en el radar geopolítico global hace dos décadas, luego de los atentados del 11-S en Estados Unidos, porque era el refugio de los terroristas de Al Qaeda con Osama Bin Laden a la cabeza y responsables del ataque. La connivencia del entonces gobernante régimen talibán llevó a que una coalición internacional encabezada por los norteamericanos lo invadieran, logrando el repliegue de estos también extremistas islámicos y sentando las bases para la construcción de un nuevo país.
Tras 20 años de presencia militar, que demandó multimillonaria inversión tanto en su mantenimiento como en el programa de creación y entrenamiento de una fuerza afgana, hace un mes el presidente Joe Biden decidió retirar el grueso de sus tropas, pero sin el cumplimiento de ninguna de las condiciones que su antecesor, el republicano Donald Trump, había firmado para dicho repliegue en el denominado acuerdo de Doha.
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La masiva salida de efectivos, tanto norteamericanos como alemanes, ingleses y españoles, entre otros, fue el pistoletazo para una nueva ofensiva de los talibanes, que literalmente en cuestión de días (15) tomaron el control del país, el que barrieron de norte a sur para finalmente entrar este domingo en la capital, Kabul, donde en breve oficializarán la instauración de su emirato islámico, con todo lo que ello implica.
Para la comunidad internacional es un fracaso que enciende las alarmas de la amenaza terrorista global, para las mujeres afganas ‘el fin del mundo’ porque borra de un plumazo los derechos adquiridos en los últimos años y para cientos de ciudadanos más ‘el retorno al horror’ por las medidas extremistas y la crueldad de los otrora considerados ‘insurgentes’, es lo que representa el retorno al poder del talibán.
El pánico de los afganos ante su nueva ‘normalidad’ fue lo que generó las impactantes escenas del lunes en el aeropuerto de Kabul. Conocedores que aviones militares y comerciales evacuarían tanto a personal extranjero como a compatriotas colaboradores con los diferentes gobiernos, fueron cientos los que en medio del desespero buscaban, a como diera lugar, aferrarse a un sitio para dejar su país.
Imágenes de hombres agarrados a las alas, el tren de aterrizaje, las escaleras de abordaje y bloqueando la pista para forzar que las aeronaves se detuvieran y les abrieran las puertas volvieron a dar la vuelta al mundo evidenciando el pánico que se vive en Afganistán con los talibanes al mando. Inclusive se divulgó un video de un avión militar norteamericano alzando vuelo y a los pocos minutos se desprende de sus llantas lo que se ve como dos puntos negros que después se comprobó eran dos afganos.
Estas recientes imágenes revivieron recuerdos de otras evacuaciones masivas aéreas como las ocurridas en 1975 tras la caída de Saigón, que marcó la derrota norteamericana en Vietnam, la que realizó Bruselas en el Congo y otras más.
Y aunque el gobierno Biden ha reiterado que lo que acaba de ocurrir en Afganistán, fruto del apresurado retiro de las tropas “no es Saigón” tiene muchas similitudes. La administración norteamericana fijó un cronograma para la evacuación de su personal diplomático, funcionarios y cientos de afganos que colaboraron con esa prolongada misión. Admitiendo que no pensaban que la caída de Kabul se diera tan rápido, los estadounidenses se vieron forzados a planes de última hora, este domingo y lunes, para sacar del país a la mayor cantidad de personas que tenía planilladas.
Ese fue uno de los motivos por los que se hizo un paralelismo con lo ocurrido en la ciudad vietnamita, en 1975, que quedó inmortalizada en una fotografía que muestra a refugiados abordando un helicóptero en la azotea de un edificio.
La operación estadounidense, bautizada "Frequent Wind", permitió sobre todo evacuar a más de 7.000 civiles vietnamitas en helicópteros en apenas dos días desde la ciudad que pasaría a llamarse Ho Chi Minh. Decenas de miles de vietnamitas ya habían sido evacuados previamente por aire o por mar.
Del Congo a Costa de Marfil
Operativos como éstos han ocurrido en otros lugares y también quedaron registrados para la historia de la humanidad.
Quince años antes, la violencia que hizo eclosión en el Congo en 1960, poco después de proclamarse la independencia de esta excolonia belga (ahora República Democrática del Congo, RDC), llevó a Bruselas a organizar numerosas repatriaciones. Fueron más de 44.000 ciudadanos sacados del país en tres semanas, de los cuales "34.500 por vía aérea", de acuerdo a un artículo publicado en la 'Encyclopedia Universalis'.
Años antes, cuando la invasión de Kuwait por parte de Irak, en agosto de 1990, que generó la guerra entre este último y una coalición internacional liderada por Estados Unidos, también estuvo marcada por numerosos operativos de evacuación aérea.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) dispuso entonces la evacuación de varios miles de personas que huían de Irak y Kuwait, desde Jordania, por ejemplo, que después acogería a más de 700.000 refugiados.
Los despachos de la AFP de aquella época señalaban decenas de miles de personas evacuadas, con una media de "hasta 9.000 diarias". Además, "más de 100.000 indios fueron repatriados sólo en un mes en aviones especiales", indicaba el reporte periodístico fechado en octubre de 1990.
Por su parte, en abril de 1994, cuando comenzaron las masacres a gran escala en Ruanda, tras el derribo del avión del presidente Juvenal Habyarimana, Francia puso en marcha la Operación 'Amaryllis', cuando unos 500 paracaidistas franceses evacuaron a más de mil personas, tanto franceses como extranjeros (lo que incluyó a ruandeses que se consideraban amenazados), entre el 8 y el 14 de abril de aquel año. Otros países, como Bélgica e Italia, también evacuaron a sus ciudadanos.
Finalmente, en plena crisis en Costa de Marfil en 2004 se dio una situación de violencia antifrancesa, por lo que París organizó la evacuación de más de 8.000 franceses y extranjeros, en su mayoría por vía aérea, en el marco de la Operación 'Licorne'.