Inevitables desafíos para los bancos centrales en el mundo | El Nuevo Siglo
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Domingo, 26 de Marzo de 2023
Giovanni Reyes

En general, las políticas macroeconómicas son útiles para adaptar las condiciones de los mercados internos de un país a las circunstancias externas. Estas políticas son tres fundamentales: monetaria, cambiaria y fiscal; y tres complementarias, aunque no por esto menos importantes: crediticia, comercial y laboral.

Con base lo anterior, las políticas macroeconómicas vendrían a ser una especie de caja de cambios de un auto: adaptar las opciones de conducción del coche a los terrenos que se deben transitar.  En unos casos se sacrifica potencia por velocidad y en otros la velocidad debe ceder a la necesidad de mayor potencia; esto último cuando se transitan en ascenso, por ejemplo, cuestas o pendientes muy pronunciadas.

En la actual coyuntura, la economía mundial requiere de controlar la inflación.  Indiscutible. Pero no menos prioritario: se requiere de propiciar estabilidad a los bancos a la vez que se establece una política económica que genere incrementos de producción y resulte en aumentos en las oportunidades vía empleo productivo.

Uno de los problemas esenciales que deben enfrentar los bancos centrales en la actualidad es que la política monetaria restrictiva que se utiliza por lo general para enfrentar la inflación está promoviendo inestabilidad bancaria. Esto se encuentra comprobado recientemente con la quiebra de bancos tales como Silicon Valley y Signature.  Se trata de emblemáticas y especializadas entidades bancarias estadounidenses.

Una política monetaria contractiva o restrictiva de manera usual utiliza el incremento de tasas de interés, aumento de encajes bancarios, restricción de crédito público y ventas de derivados financieros -bonos, por ejemplo- en operaciones de mercado abierto (OMAs). 

Esto es importante tenerlo en cuenta dado que una elevación de tasas de interés por parte de la banca central -en el caso estadounidense es la Federal Reserve- hace que muchos activos bancarios se desvaloricen, siendo este un elemento medular para la inestabilidad de ciertos bancos que los puede conducir, en caso extremo, a la quiebra.

Precisamente en esto radica uno de los grandes retos actuales de los bancos centrales: combatir la inflación mediante métodos tradicionales o clásicos puede generar desequilibrios bancarios, entidades que son columnas de sustentación de todo sistema financiero. 

Tal y como lo plantea The Economist, el problema se concentraría en el diseño e implementación de una política macroeconómica en general y monetaria en particular que se base en tener “equilibrio” entre amortiguamiento de la elevación generalizada de precios y el mantener la confianza de agentes económicos en los mercados financieros.

Esto tiene importantes repercusiones laterales, además de efectos directos e inmediatos.  Uno de ellos sería la variable empleo.  Como se sabe, esta última depende de muchos factores en general, tales como confianza inversionista en la economía real, bienes públicos, estabilidad política, infraestructura.  Sin embargo, de manera específica, el empleo estaría en función de: (i) condiciones de demanda y desarrollo del mercado interno; (ii) tasa de efectividad y/o substitución de capital – mano de obra; y (iii) tasa de interés, es decir costo del acceso al capital como medio de inversión.

Como parte del escenario en el cual se mueven los bancos centrales actualmente, se encuentran las condiciones que se establecieron a fin de contener la crisis sistémica de mercados financieros iniciada en septiembre de 2008, dada la recordada quiebra de Lehman Brothers. Las nuevas disposiciones establecieron controles que previnieran afectaciones sistémicas a los ámbitos financieros y que amenazaran las economías.

Como todo modelo, las disposiciones incluían resultados, factores y condicionantes.  Como parte de estas últimas se encuentra la libertad, en función de la cual los bancos centrales se concentrarían en estimular el crecimiento económico a la vez que contenían la inflación. Es aquí en donde se ubica el requerimiento ineludible del acto de equilibrio permanente como función clave de quienes están a cargo de la política monetaria y cambiaria.

Se considera que de manera global existen al menos dos enfoques de la política derivada de los bancos centrales al comparar, por ejemplo, Latinoamérica y el Sud-Este Asiático. En el primero de los casos se privilegia, casi con exclusividad, mantener la estabilidad de precios, es decir control de inflación. En el caso de los “tigres asiáticos” se está más dispuesto a sacrificar cierta elevación de precios, a fin de promover mayores niveles de crecimiento y de aumentos de puestos en los mercados laborales.

Otro elemento a tomar en cuenta en las actividades de bancos centrales es el hecho de que lo más globalizado, son los mercados financieros.  Un tanto menos lo están los mercados de bienes y servicios; y mucho menos, esto es más restringidos, los mercados laborales.

Al enfrentar las quiebras de bancos estadounidenses y con el fin de contener un posible movimiento telúrico que se asemeje a la crisis sistémica iniciada en 2008, se está planteando en bancos centrales europeos establecer garantías para posibles rescates.  Se trata de asegurar a los ahorristas, simultáneamente, el respaldo inmediato de sus activos. A esto se agregan iniciativas de convertibilidad de fondos líquidos a bonos o acciones. No obstante, los nuevos métodos de operación monetaria, de manera concreta, están aún por definirse. 

 

Gigantes con pies de barro

La adquisición de Credit Suisse por parte del grupo USB ha vuelto a poner de manifiesto la dificultad de rescatar a entidades financieras consideradas "sistémicas" cuando entran en crisis.

Credit Suisse formaba parte de los 30 grandes bancos sistémicos, también llamados "too big to fail" ("demasiado grandes para quebrar") según el Consejo de estabilidad financiera, organismo creado para supervisar las reformas internacionales del sistema financiero tras la bancarrota del banco estadounidense Lehman Brothers.

El francés BNP Paribas, el español Banco Santander, el británico Barclays, el alemán Deutsche Bank y el estadounidense JPMorgan también forman parte de esa lista.

Se trata de entidades con un tamaño y una anidación tales que su brusca desaparición tendría consecuencias devastadoras para el sistema financiero en su conjunto y, eventualmente, sobre la economía real, tanto para los hogares como para las empresas.

El problema, según Thierry Philipponnat, economista jefe de la ONG Finance Watch, es que "actualmente, todos los bancos se han convertido en sistémicos", lo que hace que las autoridades se vean obligadas a intervenir a la mínima sacudida.

Prueba de ello son las quiebras de bancos regionales las últimas semanas en Estados Unidos, que requirieron la actuación de los poderes públicos para evitar que el pánico se propagara.

Aunque la adquisición de Credit Suisse por parte del segundo banco suizo, fuertemente alentada por las autoridades, era "probablemente, la solución más evidente" en el corto plazo, en el largo plantea dudas.

"Crear bancos aún más grandes solo multiplica este fenómeno de riesgo", ya dirigentes e inversores saben que los rescatarán en todos los casos, según Philipponnaat, que evoca una "huida hacia adelante".

"No está claro que sea el modelo más eficaz en el medio y largo plazo", coincide Véronique Riches-Flores, economista del gabinete Riches-Flores.

Aunque Credit Suisse cumplía con el criterio de solvencia, al contrario que los bancos estadounidenses que quedaron fuera del radar regulador por su tamaño más modesto, Riches-Flores se muestra escéptica sobre el mensaje tranquilizador del Banco Central Europeo. Ella cree que cualquier "chispa puede crear rápidamente una sucesión de reacciones en cadena que nadie sabe cómo medir o anticipar".

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario

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