La cultura del privilegio en América Latina | El Nuevo Siglo
Foto tomada de techo.org
Sábado, 2 de Junio de 2018
Giovanni Reyes

Recientemente la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha dado a conocer el estudio “Desarrollo e Igualdad” en el cual se condensa mucho del pensamiento de esta institución que cumple 70 años de existencia; entidad de Naciones Unidas con sede central en Chile. Uno de los múltiples aspectos que se subrayan en ese documento, se refiere a la cultura del privilegio. 

Es una variable de comportamiento social que pertenece por lo general a grupos de mayor poder económico.  Un aspecto valorativo que se encuentra vigente en la región y que contribuye a una visión del mundo que desemboca en la discriminación, en el trato estructuralmente peyorativo y hace parte de las ineficiencias económicas y sociales de los países del área. Este elemento cultural está asociado con la colonia, se enraíza en los procesos de conquista, a la vez que tiende a perpetuar los esquemas de inequidad y exclusión social.

En un inicio, a partir del arribo de los españoles y portugueses, la cultura del privilegio fue instrumento muy útil en el sometimiento de las tribus indígenas y sus sobrevivientes.  Esto conllevó, entre los vencidos, a trabajos forzados y en el caso particular de grupos afrodescendientes, ocurrieron prácticas esclavistas. 

Para los indígenas operaron instituciones como la mita -derivado de la voz quechua que significa turno-. La misma establecía trabajos específicos -minas, por ejemplo- durante un tiempo determinado. En los territorios de Perú y Alto Perú (actualmente Bolivia) las mitas mineras duraban incluso un año. Los indígenas no eran ajenos a este mecanismo de trabajo que operaba anteriormente con los Incas, pero los españoles lo adoptaron para sus propios fines y procedimientos.  Los sujetos de la mita recibían algún pago, pero debían costear su mantenimiento, alimentación y transporte.

En la encomienda, los derechos de trabajos forzados para los indígenas podían ser de por vida, aunque formalmente, España no favorecía la esclavitud.  La encomienda tenía como objetivo aparente, la enseñanza de las “tradiciones religiosas” entre los aborígenes.  La normativa de la encomienda se limitó de conformidad con las Leyes de Burgos en 1512; con ello se trató de enfatizar el trabajo evangelizador de los encomenderos.  Se prohibió esta forma de trabajo, con las denominadas Leyes Nuevas de 1542, pero su abolición ocurrió sólo en 1718.  Casi 200 años de la llegada de los europeos a la actual Latinoamérica.

La cultura del privilegio desde siempre, trata de limitar la ciudadanía, esto es el ejercicio de derechos y obligaciones civiles en la matriz de una sociedad estructurada.  En un inicio es claro que a los grupos subordinados se les negó la ciudadanía de manera directa.  Estos privilegios tienen conexión con la negación del otro, ignorar el principio de la “otredad” presentado entre otros, por el filósofo francés nacido en Argelia, Jacques Dérrida (1930-2004). 

Las razones de discriminación pueden basarse en raza, género, origen, cultura, lengua y religión. Un precepto que hace desatar los demonios, con genuino carácter bestial, por parte de supremacistas blancos; todo ello, en el escenario cotidiano del premodernismo que alienta Trump en el actual Estados Unidos.  Un desencadenamiento de esto último ocurrió cuando un guardia fronterizo mató de un balazo en la cabeza a la joven indígena guatemalteca, Claudia Patricia Gómez de 20 años de edad, el pasado 23 de mayo. Joven oriunda del poblado de San Juan Ostuncalco, del grupo indígena cakchiquel, perdió la vida cuando no se detuvo como era la orden del uniformado. Siguió caminando porque no entendía inglés.

Rasgos fundamentales  

De conformidad con los estudios de Ricardo Bielschowsky y Miguel Torres, la cultura del privilegio incluye tres rasgos fundamentales.

El primero de ellos trata de identificar los patrones de desigualdad, de unos sobre otros, como algo natural.  Se trata de hacer parte del “sentido común” el rasgo de inferioridad de ciertos grupos.  Es natural concebir, según ello, el poco entendimiento del otro, del que no pertenezca a los privilegiados.  En tiempos de la colonia, incluso se discutía si los indios tenían alma o no.  Si eran humanos o no.  Según Juan Ginés de Sepúlveda, no pertenecían a la especie humana de allí que matarlos no era asesinar a un ser de nuestra especie.  Véase al respecto las discusiones de la Junta de Valladolid, de los años 1550 y 1551.

Un segundo rasgo es que quien determina la “inferioridad” fundamenta esta visión excluyente y se beneficia de la misma. Nada es de gratis. Exactamente lo que limita los ejercicios democráticos en sociedades que se forjaron mediante el despojo y que aún en la actualidad no permiten un sentido de inclusión social.  Estos son factores que contribuyen al rasgo pre-moderno de países latinoamericanos.  Véase al respecto la caracterización de Estados pre-modernos y modernos que establece Max Weber (1864-1920) en particular en su obra: “Economía y Sociedad” (1922).

Un tercer aspecto tiene que ver, no tanto con la fundamentación del trato desigual, sino con el componente dinámico del mismo. Se hace referencia aquí a la reproducción de la actitud y del aspecto cultural. Esto garantiza la operación y perpetuación de conceptos y actitudes.  En función de ello se desempeñarían agencias, instituciones, reglas y prácticas sociales. 

Se hace “natural” la desigualdad, se incorpora al conjunto de creencias y valores que no se discuten, se convierte en “anatema” quien se manifieste contrario a las “buenas costumbres y normas”.  Estas últimas son consideradas axiomas, esto es, proposiciones sobre las cuales no existen cuestionamientos, cuyo contenido no se pone en tela de juicio. Se trata de construcciones intelectuales basadas con mucho, en prejuicios que pueden muy bien estar “documentados”, ser prejuicios ilustrados.

En este último sentido de la reproducción de los privilegios, y con una aplicación económica y social, es posible ver trabajos de Emile Durkheim (1858-1917) en su obra “La División del Trabajo Social” (1893), o bien la obra de Talcott Parsons (1902-1979) “The Social System” (1951).  Esta última obra más dentro de la lógica estructural-funcionalista, que se asocia con la “sociedad abierta y sus enemigos”.  Se reconoce, no obstante el enfoque, que la discriminación atenta contra los principios de equidad e inclusión social.

Estos factores endémicos de discriminación desembocan en desigualdades que contribuyen a la ineficiencia de la mejora social de grandes conglomerados humanos.  La desigualdad, el trato peyorativo “normal” acrecienta factores adversos a la competitividad de los países. Se propicia además la marginalidad de vida en amplios sectores, la no utilización plena de los recursos de un país y en fomentar escenarios donde no se crean tanto como se desearían, dos aspectos que son claves en el devenir social: (i) la integración de esfuerzos por el desarrollo; (ii) una amplia y efectiva participación política-moderna por parte de los diferentes grupos sociales.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.