La voz de la libertad venezolana | El Nuevo Siglo
Foto El Nuevo Siglo - Pablo Uribe
Sábado, 23 de Febrero de 2019
Pablo Uribe Ruan

A LAS 7 DE la mañana, Dani Jaimes, una tachirense de no más de 35 años, decidió llegar a Tienditas, Cúcuta. Poco le importó que, como le decían algunos amigos, la Guardia cerraría los puentes de regreso a Venezuela y que así el sol disminuyera por algunos momentos, su firme intención de apoyar la ayuda humanitaria no cesaría. “Necesitamos la unión, para eso venimos al concierto”, dijo, empujada por el anhelo de 300.000 asistentes al Aid Live, una cifra récord para un evento benéfico en la región.

La magnitud del evento, al comienzo de la mañana, hacía dudar a algunos de los más de 600 periodistas acreditados y a muchos de los asistentes, que veían a hombres vestidos de bermudas cortas color beish encargarse del montaje del escenario.

Acostumbrada a las filas, a las requisas y al inconmensurable paso del tiempo en Venezuela, Dani no sintió prisa de nada; sabía que los artistas anunciados, al principio 32, y después un poco menos, iban a llegar para decirle a Nicolás Maduro: libertad.

Tienditas musical

Pasaron cuatro horas, una caminata de al menos tres kilómetros y algo de agua, para que el primer artista se plantara en el escenario. “El Puma”, el más venezolano de los venezolanos, apareció con su habitual sombrero para abrir el concierto. Vino, después de él, una serie de presentaciones en bloque del folklore colombo-venezolano: el “Cholo” Valderrama, Reynaldo Armadas. Tantos artistas que el chavismo una vez -como Hugo Carvajal- llegó a adorar al ver el reflejo del arte popular, lo que perdió, de base, cuando llegó Maduro.

La tanda, sobre todo llanera, pero también de otros géneros, culminó a eso de la 1 de la tarde. En el fondo, una mancha blanca y holgada se extendía, marcada por la hermandad entre venezolanos y colombianos.

Acá, en la frontera, poco se sabe quién es quién. El acento de un venezolano de San Antonio no es en nada diferente al del colombiano de Cúcuta, demostrando que, como dice una valla en el puente de Ureña, “la única frontera está en el cielo”.

La manifestación de lo indisoluble que puede ser la frontera queda claro en los puentes fronterizos. Allí, a pie y, casi siempre, cargados con maletas, los venezolanos pasan a el Escobal (barrio de Cúcuta) por el puente de Ureña, como si fuera su casa. “Por Ureña es más fácil. Es más largo el trayecto, pero más descansadito”, le contó Alexis Gómez a este Diario, cuando salía de Tiendita rumbo a ese paso fronterizo.

Como Alexis, dueño de una volqueta modelo 1975 que le sirve para sobrevivir en San Antonio, muchos venezolanos pasan a diario. Esta vez, sin embargo, han tenido un motivo diferente a las cotidianidades mismas de la crisis: que no hay alimentos, que no hay medicinas, que no hay ropa, que no hay nada.

La mujer de Alexis, Luz, comentó que la frontera del lado de Venezuela está dominada por una moneda: el peso colombiano. Todo, salvo si no se tiene, se tramita con pesos, como pagar el pasaje de los carros compartidos, ante la ausencia de transporte público a determinadas horas. Aunque, “allá puede que consiga las cosas pero sumamente costosas. Además, todo es colombiano. Tiene más sentido comprarlo acá”.

El siguiente bloque comenzó a tocar. Estaba “Chino”, reconciliado con “Nacho”, y Paulina Rubio, la de “rubia de hora”, entre otros.

Conocido por su firme oposición a Maduro, “Chino” ha representado una voz insigne en la lucha por la recuperación de la democracia en Venezuela: se ha ganado garrote, lacrimógenas; ya no vive en el país.

El llanto en alguno de los asistentes, como se presumía, no se hizo esperar. Los dos, juntos después de tres años de separación, volvían a la tarima. “Y me la paso imaginándote”, retumbó en el público como si se cantara el “Gloria al bravo pueblo” de Juan José Landaeta. Unos minutos antes, la rubia mexicana, Paulina, lanzaba sus agradecimientos por “haber participado en esta gran evento de solidaridad hacia nuestros hermanos venezolanos”.

Melancolía

Richard Branson no dudó un solo momento en que el concierto se hiciera en bloques acompasados por similitud de géneros. El tercer grupo que asomó, de a poquito, en la tarima, estaba destinado a despertar lo que algunos llaman melancolía, artistas que llegan, más que todo, por la carga emocional de sus letras.

Estaba, por ejemplo, otro ícono de lo música venezolana: Carlos Baute, quien terminó con un “ningún venezolano va olvidar esto”, en referencia a la ayuda humanitaria. “El color esperanza” de Diego Torres parecía una cita infaltable con el evento, una canción que tuvo mucha sintonía para el pueblo argentino en los momentos de la crisis económica en 2001.

Al final el grandísimo Miguel Bosé no dudó en unirse al selecto grupo de artistas y lanzar un enfático: “Lárgate ya. Maduro, vete ya lo más lejos que puedas porque Venezuela no es tuya ni de tu compañía de narcos. Venezuela es de los venezolanos y los venezolanos no te quieren”.

Un final Guaidó

Artistas colombianos, como Maluma, Silvestre Dangond y Fonseca aprovecharon el cese del sol y la brisa proveniente del Zulia, para darle un toque más festivo al Aid Live. Asombró la versión del bogotano (Fonseca) de “Imagine”, la canción compuesta por John Lennon, que, en su voz, fue descrita por la misma cuenta del evento en Twitter: “Como no llorar viendo interpretar Imagine”.

Mientras caía la tarde, Dani ya salía de Tiendita y Alex y Luz pensaban por dónde volver a San Antonio. Juan Guaidó, un tiempo después de que Carlos Vives, Maná y Alejandro Sanz tocaran, apareció en Tienditas, sorpresivamente.

El Presidente Interino, como signo de esperanza para que este sábado entre la ayuda humanitaria, contó que la Fuerza Armada “participó” en la operación que le permitió entrar a Colombia, a pesar de tener restringida la salida de su país.

“Estamos aquí precisamente porque las Fuerzas Armadas también participaron en este proceso”, señaló. Todos, en Tienditas, querían lo mismo: que se bajen las armas, se quiten las botas y caminen del lado de la mayoría de los venezolanos.