“No estaban en contra del socialismo, van a decir un día, solo querían desayunar”, escribe en “El Estornudo”, una revista disidente en Cuba, el cronista Manuel Álvarez, para describir las marchas de esta semana.
Hace tiempo, muchos cubanos añoran tener un día completo de luz, comprar un par de medicinas y, si el día termina bien, pensar en el desayuno del día siguiente. Como nada de esto logran, no queda más remedio que protestar.
Desde el 18 de marzo, cuando se oyeron las primeras congas (cacerolas), miles de personas se han movilizado en contra de los apagones diarios de más de 16 horas y la falta de suministro de alimentos de la canasta básica, un grupo de productos que no llegan hace un mes.
En redes sociales se han visto grupos integrados por viejos, mujeres con congas, jóvenes con camisetas manga sisa, raperos que acompañan a los marchantes con sus rimas tipo el grupo Orishas, vacas, guajiros campesinos con sombreros de ala ancha, militares infiltrados vestidos de civil. Es Cuba, la de ahora, la desesperada, pero también la ilusionada.
Javier Larrondo, presidente de la ONG Prisoners Defenders, una organización con sede en Madrid, España, que lucha por la liberación de los presos políticos, calcula que hay protestas “en Santiago de Cuba, Bayamo, Santa Marta, en otros pueblos más pequeñitos y por diversos sitios. Tenemos Holguín militarizada, La Habana con un fuerte dispositivo... Es decir, Cuba está en estado de excepción. Y el régimen sabe que se está jugando su permanencia y la forma de actuar frente a esta situación”.
A pesar de la censura, miles de personas protestan de provincia en provincia. El régimen lleva años –décadas– encerrando en el calabozo a quien alce la voz en contra de un modelo fracasado que sólo ha dejado hambre y poco más, pero esta vez –y así ha sido desde las masivas movilizaciones de 2021– los cubanos no temen a las botas y al uniforme verde olivo. El ídolo barbado de una revolución marchita es un recuerdo del pasado, sólo quedan sus esbirros que luchan entre ellos por las migajas del poder.
Según Rosa María Payá, hija del disidente cubano asesinado por la dictadura Oswaldo Payá, quien habló con Infobae, “el contexto es el siguiente: en las últimas horas, cientos de miles de cubanos en más de 10 ciudades y pueblos del país han salido pacíficamente a las calles exigiendo libertad y cambio de sistema. Es hora de que las democracias del mundo tomen partido por el pueblo cubano”.
16 horas de apagón
El detonante de las protestas ha sido la falta de luz, pero algunos apuntan a que los cubanos se vienen movilizando por la firme intención de pedir el cambio de un régimen que está cerca a cumplir 65 años en el poder. Hoy es liderado por Miguel Díaz- Canel, un hombre fiel al castrismo, carente de las habilidades discursivas del dictador Fidel Castro, quien con sus metáforas y axiomas sedujo a la mitad del mundo y mantuvo en firme un proyecto que pasó de la utopía a convertirse en una pesadilla distópica de hambre y miseria.
“Desde que empezó el mes de marzo, la cuota normada ni siquiera ha llegado a Santiago de Cuba. Ni una librita de arroz, ni una de aceite... nada. Los apagones son aquí de 16 horas. El hambre y la miseria a los que estamos sometidos, este yugo dictatorial, totalitario, nefasto, ha hecho que el pueblo pierda el miedo. El hambre y las necesidades han sobrepasado el miedo”, dijo a “El Estornudo” la activista y opositora Evelyn Suñe, quien vive en Santiago.
Unos días antes de que las protestas empezaran, el ministro de Energía y Minas de Cuba, Vicente de la O Levy, aceptó en televisión nacional que el sistema eléctrico del país y la falta de combustible continuarían afectando a la población. “Hay regiones que las madrugadas enteras están en apagón y prácticamente todo el día, y prácticamente todo el país”, reconoció. La crítica situación energética se pone más difícil al conocerse que la termoeléctrica más grande del país, la Antonio Guiteras, está en mantenimiento.
Cuba se apaga, mientras Díaz-Canel culpa como de costumbre a Estados Unidos de todos los males de su inepta dictadura. “Si Biden realmente quiere apoyar al pueblo cubano, si el gobierno de Estados Unidos realmente se preocupara por el pueblo cubano, pondría fin inmediatamente a este bloqueo”, dijo, como centenares de veces repite.
Ilusión
Por lo visto en los últimos tiempos, el régimen acumula una serie decisiones fallidas, una tras otra. Entre finales de 2023 e inicio de 2024 ha intentado resolver la crisis que dejó el plan “Tarea de Ordenamiento”, con el que Díaz-Canel buscaba organizar la producción nacional con una serie de medidas en el sector energético y de alimentación. De nada sirvieron, la situación ha empeorado.
No es raro que Cuba esté en crisis. Este parece ser su estado natural, el régimen ha acostumbrado a varias generaciones a vivir en la precariedad. Sin embargo, una nueva generación de jóvenes inspirados en las movilizaciones democráticas en Venezuela, Hong Kong, Corea del Sur o Myanmar han crecido con un internet malo pero suficiente para enterarse de que en otros países también viven en regímenes totalitarios y que de estos se sale con un pueblo movilizado en las calles.
“El régimen está entre la espada y la pared. Si reprime, su narrativa a nivel interno y externo se va a caer por los suelos; pero si no reprime, genera una demanda de necesidades cada vez mayor porque el pueblo va a conocer que en Santiago de Cuba, tras las protestas, le dieron comida a la gente. En realidad, esa es la situación ideal (...) y eso va en contra de los principios de una dictadura totalitaria que no puede permitir el disenso ni puede permitir las manifestaciones públicas en contra del gobierno”, explica Larrondo, de Prisoners Defenders, a Infobae.
De a poco va creciendo la ilusión por un cambio de régimen en Cuba, que parece, después de seis décadas de dictadura, una apuesta imposible, hasta que uno ve al pueblo cubano cada vez más movilizado y se da cuenta de que la gente quiere desayunar y quiere luz, pero sobre todo, ya no quiere socialismo.