Perspectiva. Hadelman y Erlichman, génesis del escándalo Watergate | El Nuevo Siglo
Archivo Casa Blanca
Domingo, 30 de Abril de 2023
Redacción internacional

EL principio del fin del segundo mandato del presidente estadounidense Richard Nixon empezó un 30 de abril, de hace cincuenta años, cuando en un discurso radiotelevisado a la Nación anunció la salida de su gabinete de los que fueron sus hombres de confianza, durante muchos años, por el escándalo del Watergate.

Ante la contundente evidencia de que orquestaron y participaron en varias actividades ilegales, que fueron desde la creación de un grupo para conseguir información política -sin importar el método- hasta implementar una política de encubrimiento, mucho antes de que estallara el Watergate, el presidente Nixon pidió las renuncias a su jefe de gabinete, Bob Hadelman, al asistente de asuntos internos, John Daniel Ehrlichman y despidió al asesor de la Casa Blanca, John Dean, las que comunicó en mensaje radiotelevisado al país, la noche del 30 de abril de 1973.

Considerados más que ‘los hombres del Presidente’ como su primera línea de defensa, al punto que determinaban quién, cuándo y cómo se podía tener acceso al presidente, ejercían autoridad en su nombre y filtraban información de todos los niveles de gobierno, Hadelman y Ehrlichman, fueron la mente maestra no sólo del Watergate sino de otros de menor impacto y que fueron la antesala de ese gran escándalo que terminó abruptamente con el segundo mandato de Nixon, quien fue reelecto el 7 de noviembre de 1972 con el respaldo más contundente de la historia política estadounidense, al ganar en 49 de los 50 estados y marcar un record con el 61% del voto popular.

Graduado como administrador de empresas, Harry Robbins Haldeman, conocido como Bob o HR Haldeman, se convirtió en un exitoso publicista y así fue como ingresó a las campañas políticas de Nixon desde 1962. Su exitosa gestión en la presidencial de 1968 le dio un inmediato cupo en la Casa Blanca como jefe de gabinete (o de personal). Fue él quien reclutó a su excompañero de clase de Universidad de California, el exmilitar y también reconocido abogado, John Ehrlichman, para el cargo de asesor de asuntos internos del presidente.

Estos hombres, cuyos apodos iniciales en la Casa Blanca fueron “The Brush" para el primero por su distintivo corte de cabello y “El plomero” para el segundo por hechos que explicaremos más adelante, formaron junto a otros ‘personajes de confianza’ una férrea guardia de palacio para aislar al presidente del público y de otros miembros del gobierno. También fueron conocidos como “los alemanes” por sus apellidos, pero al establecieron un férreo y cerrado manejo de la Casa Blanca, sus sobrenombres mutaron a “canciller de hierro” para Haldeman y en dupla como el “muro de Berlín”.

Se convirtieron así no sólo en un los hombres más leales y confiables de Nixon desde su primer mandato, lo que sin duda les dio un poder que traspasó los límites de la legalidad con el argumento de proteger los intereses del gobierno y a su ‘jefe’. Varios libros reseñan que Haldeman alguna vez comentó que estaba orgulloso de ser llamado "el hijo de perra de Richard Nixon".

Fue así como, a principios de la primera administración del presidente republicano, Ehrlichman estableció un grupo conocido como los "plomeros", cuyo propósito era realizar inteligencia política y reparar "fugas de información". Así, camuflados como obreros ingresaron a sedes demócratas y oficinas de opositores para ubicar micrófonos y hacer seguimiento a dichos equipos.

Esa labor quedó inicialmente al descubierto en 1971 (septiembre), cuando el investigador asociado del Centro de Estudios Internacionales del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Daniel Ellsberg, filtró a The New York Times, un estudio secreto sobre el rol que había jugado Estados Unidos en Indochina y que en su momento se bautizó como “Los papeles del Pentágono”. Indignados por el hecho, los mencionados jefes de esta ‘guardia petroriana’ de la Casa Blanca ordenaron a “los plomeros” asaltar la oficina de este siquiatra.

 

El ‘robo’ fallido

Con el ojo en la reelección del Presidente, los cerebros de esta ‘unidad especial’ deciden, incursionar en la sede nacional del Partido Demócrata, ubicada en un edificio llamado Watergate, para colocar micrófonos. Logran el objetivo, pero meses después y ante la necesidad de repararlos, realizan un segundo operativo fallido, destapando una caja pandora que dos años después llevó a Nixon a abandonar la presidencia de Estados Unidos.

Fue la madrugada del 17 de junio de 1972, cuando cinco hombres, de traje y corbarta, pero usando guantes quirúrgicos, portando equipos fotográficos y de grabación fueron arrestados en esa sede política luego de que el vigilante nocturno, Frank Wills, le intrigara un trozo de cinta adhesiva en una de las puertas del edificio.

El hombre de 24 años, notó que habían colocado cinta adhesiva en la cerradura de una puerta del sótano para impedir que se bloqueara. Al principio, no le dio importancia. La quitó la cinta, la guardó en su bolsillo y reanudó su ronda. Pero cuando regresó, había cinta de nuevo. Y ahí fue cuando, sospechando un robo, llamó a la policía que llegó “al minuto o minuto y medio”, según narró y que está escrito en el archivo del Watergate, conservado en los Archivos Nacionales.

Los agentes John Barret y Paul Leeper, ambos vestidos de civil, llegaron al lugar y ello finalmente jugó a su favor ya que Alfred Baldwin, uno de “los plomeros” que tenía la labor de centinela para el equipo de cinco que había ingresado a la sede política, no se percató de su presencia, además porque “estaba pegado a la televisión” viendo la película "Attack of the puppet people".

Una vez dentro del edificio, los policías encontraron cinta adhesiva en varias puertas, encontraron oficinas revolcadas e intempestivamente Barret vio un brazo. Tras gritar “sal de ahí con los brazos en alto o te vuelo la cabeza”, diez manos se levantaron Fueron las de James McCord, Virgilio González, Frank Sturgis, Eugenio Martínez y Bernard Barker.

Al día siguiente The Washington Post publicó su primer artículo sobre el tema, firmado por Alfred E. Lewis, el periodista que cubría los casos policiales, pero en el pie de la nota también estaban los nombres de Bob Woodward y Carl Bernstein, quienes finalmente destaparían el escándalo Watergate.

Ese "robo" fallido descubierto por el vigilante reveló un asunto de Estado resonante: cinco hombres habían recibido instrucciones de funcionarios vinculados a la Casa Blanca de instalar micrófonos y tomar fotografías de documentos en busca de información que pudiera incriminar a opositores a Nixon.



Se deshace la madeja

Hecho público el intento de robo al complejo político de la oposición, comenzaron las investigaciones judiciales y periodísticas, así como las suspicacias políticas. Y la mirada se posó inmediatamente a los “hombres del presidente”.

Tres días después del hecho, el presidente Richard Nixon y su asistente H.R. Haldeman hablaron sobre Watergate en el salón oval, quedando un registro de audio al que posteriormente, por ‘extrañas circunstancias’ le fueron borrados 18 minutos, precisamente los correspondientes a este diálogo, que se dijo fue ‘explosivo’ por el airado reclamo que Nixon hiciera a su jefe de gabinete, gestor y jefe de “los plomeros” que como indicamos, creó Ehrlichman.

Ante el escándalo que crecía como ‘bola de nieve’, Ehrlichman inicialmente aconsejó que la Casa Blanca confesara la participación en el hecho, pero ante la idea de Hadelman de optar por el encubrimiento, lo apoyó.

Luego se conocería que inclusive aconsejaron al presidente Nixon invocar la doctrina del “privilegio del Ejecutivo” a la que recurrió por primera vez el mandatario George Washington para evitar ataques y justificar las negativas de sus colaboradores para declarar.

Con el paso de los meses, los periodistas Woodward y Bernstein, gracias al que bautizaron como “garganta profunda” para proteger su identidad, revelaron que el asalto a Watergate tenía como fin obtener archivos de los demócratas sobre las relaciones comerciales de Donald Nixon, hermano del presidente, con el millonario Howard Hughes, que el ‘blanco’ de 18 minutos en la cinta fue para ocultar el reclamo y la fuerte discusión que sostuvieron Nixon y su jefe de gabinete y que los tentáculos de los ‘hombres del presidente’ alcanzaron varias agencias federales, entre ellas la CIA.

También señalaron que fueron los dos hombres de confianza de Nixon y el asesor Colson, los que habían guiado a los ladrones en su misión, usando intercomunicadores desde un hotel cerca del Watergate.

Por su participación en este ocultamiento, por la creación de ‘los plomeros’ y ordenar sus "actividades ilegales", Hadelman y Ehrlichman, los dos de las entrañas del presidente Nixon se hicieron insostenibles y por ello les forzó a renunciar, comunicándoselas al país en ese inolvidable discurso de abril de 1973.

Los entonces jefe de gabinete y asesor fueron juzgados por conspiración, perjurio y obstrucción de la justicia, condenándolos a cárcel de entre 2 y 8 años, pero ambos fueron liberados en abril de 1978.

Tras ello Hadelman vivió en California, donde negoció en bienes raíces y restaurantes. Escribió The Ends of Power, su autobiografía y falleció el 12 de noviembre de 1993, mientras que su amigo y compañero plasmó sus ‘experiencias’ en la Casa Blanca en las obras The Company (1976), The Whole Truth (1979) y Witness to Power: The Nixon Years (1982).  Murió el 14 de febrero de 1999.

Y aunque el Watergate involucró a decenas de personas, quedó en evidencia que estos dos hombres de confianza del presidente fueron los que gestaron las políticas de espionaje político, sus acciones, así como el encubrimiento de las mismas. Fueron el principio más no el fin del escándalo. Y, curiosamente, ninguno de los dos conoció que la “Garganta profunda” fue Mark Felt, el sudirector del FBI, un amigo común y otrora hermano de la fraternidad Beta Theta Pi de UCLA del defenestrado jefe de gabinete.