Poderes reales en la política latinoamericana | El Nuevo Siglo
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Lunes, 13 de Mayo de 2019
Giovanni Reyes

En Latinoamérica se tiene la evidencia que -como resultado de promesas incumplidas y de esperanzas socavadas- varios países se inclinan por regímenes con propuestas de corto plazo. Son las expectativas alcanzables.  Esto puede ser desde el Brasil de Bolsonaro, hasta el México que vota por la “cuarta transformación” de Andrés Manuel López Obrador.  Tal y como ocurre en general con la política de todos los países, los electos son los actores quienes responden a ejes de poder real en la toma de decisiones generales.

Un caso bastante reciente, en el cual actores, poderes reales, escenarios dinámicos y gestión pública literalmente cobraron una víctima importante, fue en Perú.  Lo inimaginable: el suicidio de Alan García, el Miércoles Santo, 17 de abril de 2019.  Aquí confluyen los actores políticos, su gestión “normal” siguiendo el libreto de Odebrecht, y las posiciones de la justicia contra la corrupción en Latinoamérica.

En el caso de García, desde la óptica personal es posible que haya remordimiento, temor a los tratos vejatorios, o incluso que el expresidente estuviese enfermo.  Influiría quizá, el escaso margen de simpatía que Alan García Pérez (1949-2019) tenía actualmente entre los peruanos. Tómese en cuenta que fueron dos períodos presidenciales (1985-1990; y 2006-2011).  Eso implica un gran desgaste.  Es claro que el puesto de presidente puede ser rápidamente un cargo homicida, siguiendo el criterio de que no es posible salir bien librado de todos los temas, todo el tiempo, dando gusto a toda la gente.

A ese desgaste natural se agrega el escándalo de moda en al menos doce países latinoamericanos y africanos, se trata de esa lúgubre y densa sombra que constituye la constructora Odebrecht.  En Perú en particular, todos los presidentes desde 1985 están señalados (Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, el capitán Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski).  En otros países los políticos más tradicionales hacen malabarismos, siempre “legales” para no ser involucrados (por ejemplo Jimmy Morales en Guatemala).

Es muy posible que el modelo de negocios de Odebrecht haya sido moneda de uso corriente en las condiciones políticas tradicionales de la región, desde que los regímenes de las dictaduras militares generaron el problema de la deuda en Latinoamérica. 

Luego, con los gobiernos civiles, este modelo de coimas y chantajes en la operatividad política, habría continuado y se vería fortalecido con las privatizaciones, la reducción de lo público y el mito de que sólo lo privado era eficaz; la creencia de que el mercado sin control lo resuelve todo.  Modelos de dinero fácil, rápido y seguro. No debe olvidarse que en América Latina en contextos de disfuncionalidades, lo que prevalece es la cultura del salón, de las formas, de las apariencias, más que la cultura del taller y del esfuerzo.

Pero los tiempos cambian y en estas épocas de lo inmediato, de lo efímero, de las redes sociales, las cosas no sólo son más rápidas, sino que los ciudadanos están más expuestos, y desde luego, y muy en particular, los políticos y los empresarios, por más ocultamientos corruptos que intenten. Se trata de nuevas condicionantes como parte de la dinámica de escenarios cotidianos, con todas las ventajas y desventajas que esto conlleva.

Como primer presidente de Perú por parte del partido APRA, Alan García fue una esperanza, en la Latinoamérica de 1985.  Su nivel de aprobación, al tomar el poder ejecutivo en ese año llegó a ser de 94 por ciento, pero para el final de esa presidencia, la inflación era de 2,700 por ciento, con su favorabilidad desplomada.  Eran los tiempos del problema de la deuda, situación que emergió luego de que México declarara moratoria en agosto de 1982. 

Ahora la deuda total de América Latina se ha multiplicado por cuatro.  Pero los latinoamericanos pagan, y pagan puntualmente.  Se portan bien.  Por ello no hay problema de deuda, dado que no hay problema para los acreedores.  Los problemas son para los deudores.  Pero esto no salta a los titulares de la prensa, más preocupados de darnos nuestras cuotas diarias de frivolidades, tópicos pueriles  y alienación.  Son estos tiempos propios de “rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad”, como lo anota el último texto escrito por Alan García, en una carta que dejó a sus hijos.

De nuevo, es probable que García hubiese estado implicado directa o indirectamente en la trama de Odebrecht.  Con certeza no lo sabemos.  Por ahora sólo existen indicios circunstanciales. Sin embargo, en todo esto, se impone indiscutiblemente, la lucha por un manejo más transparente de los fondos públicos y privados en los negocios del Estado, como parte de los componentes de una democracia que no sea sólo de fachada y saturada de rituales, incluyendo votaciones periódicas.

En este contexto, se reitera, los funcionarios electos son actores.  El poder real de la política está dado por las grandes corporaciones, el poder militar, los intereses de las grandes metrópolis y más recientemente, el narcotráfico.  Sí, las fuerzas militares son poderes reales en la política latinoamericana. Por supuesto, se tienen los civilizados casos de Costa Rica y Uruguay que han evitado, ese fuerte drenaje de recursos. Pero también está la Venezuela de Maduro, sostenido por militares represivos.  Algo que la izquierda a ultranza, no desea ver.

La tragedia que como anatema se asocia a los uniformes en la región, no deja de estar presente en este Perú de Alan García.  Para muestra una breve nota histórica: el presidente peruano más joven, ha sido Felipe Santiago Salaverry.  Vivió 30 años (1806-1836). 

 Ocupó la presidencia en febrero de 1835.  Fue hecho prisionero un año más tarde, en febrero de 1836. Los militares lo condenaron a ser ejecutado junto a un grupo de colaboradores. Luego de la primera ráfaga en el fusilamiento, Salaverry logró levantarse y gritar: “la ley me ampara”.  Nada de legalismos, para los de las armas las cosas “son sencillas”.  El estruendo de una segunda ráfaga acabó con la vida del joven mandatario, bajo un sol que apenas se asomaba entre la bruma de la mañana, en Arequipa, al sur del Perú.  Era el 18 de febrero de 1836.

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*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.