¿Por qué el planeta está en llamas? | El Nuevo Siglo
Incendios forestales en el mundo
Foto Anadolu - Ivan Nikiforov
Sábado, 21 de Agosto de 2021
Redacción internacional

El mundo está literalmente en llamas. El Sistema de Información sobre Incendios para el Manejo de Recursos de la agencia espacial estadounidense NASA, aseguró que los incendios forestales han aumentado durante la temporada del verano de 2021. Hay incendios en gran parte de América del Norte y del Sur, en la meseta africana, en el norte de la Península Arábiga y en la costa mediterránea en países como Italia, España, Grecia y Turquía. También en Asia se han detectado incendios en las costas de la India y en la región rusa de Siberia, China, Malasia e Indonesia.

El enorme incendio ‘Dixie’ de Estados Unidos se convirtió hace pocos días en el segundo mayor incendio forestal de la historia de California (el más grande fue el de agosto de 2020). Sus llamas han arrasado en 25 días 187.000 hectáreas y dejaron en cenizas el pueblo de Greenville.

De igual manera, Lytton (Canadá), un municipio de unos 200 habitantes, fue arrasado por las llamas a finales de junio, durante una ola de calor inusual que afectó la costa noreste de Norteamérica. En este pueblo se registró la temperatura más alta jamás registrada en Canadá: 49,6 ºC; un nivel de calor propio de países como Irak o Sudán.

En Turquía se han quemado más de 60.350 hectáreas, un área que equivale a 85.000 campos de fútbol, en la que es considerada la peor ola de incendios de la última década. Solo en lo que va de 2021, la media de incendios aumentó siete veces en comparación con años anteriores. Miles de personas perdieron sus hogares y medios de subsistencia. Además, el turismo de la costa mediterránea se vio gravemente afectado.

El caso más preocupante es en Rusia, donde el pasado 8 de agosto se declaró el estado de emergencia, pues según las autoridades, solo ese día ardieron alrededor de 3,5 millones de hectáreas en todo el país en 250 incendios,

¿Por qué ocurren los incendios?

Hay que empezar diciendo que el fuego no es malo. El fuego siempre ha sido parte de la historia del planeta y solo desde hace muy poco se le ha señalado como algo negativo. De acuerdo con Ángela Parrado-Rosselli, docente de la Facultad de Medio Ambiente de la U. Distrital Francisco José de Caldas (Bogotá) el fuego es un elemento intrínseco de muchos ecosistemas forestales: “Algunos ecosistemas y especies necesitan el fuego para vivir”.

Ella es experta en ecología y conservación de bosques tropicales y su tema de interés en los últimos cuatro años ha sido la ecología del fuego, un área que pretende entender la relación que tienen los ecosistemas con el fuego. Por ejemplo, qué tanto pueden sobrevivir, adaptarse, responder a esos incendios, que en el argot científico se denominan disturbios.



Ahora bien, eso no significa que estos ecosistemas puedan quemarse cada año y menos aún en los niveles que están ocurriendo alrededor del mundo. Los incendios se miden con el llamado “régimen del disturbio”, una combinación de parámetros como frecuencia, área que abarca, severidad del daño y estacionalidad o en qué época del año ocurre. Estos ecosistemas que necesitan el fuego tienen un “régimen” natural, es decir que necesitan quemarse cada cinco, diez o cien años, dependiendo de la vegetación.

En muchos de estos lugares que actualmente se encuentran agobiados por los incendios forestales, los humanos han alterado este “régimen” natural del fuego en estos ecosistemas. Aunque las causas naturales son responsables de muchos de los incendios alrededor del mundo, la mayoría son causados por el hombre, como asegura la investigadora canadiense Hayley Hesseln.

Esto ocurre por dos razones principales. Por un lado, hay un cambio del uso de la tierra y un abandono generalizado del campo. Las personas prefieren vivir en las ciudades lo que genera masas forestales (conjunto de árboles y arbustos) más continuas que hace que los incendios se propaguen más rápido. También hay mayor ausencia de pastoreo y ganadería, lo que genera que no haya animales que se coman esas hierbas y hojas secas del suelo, y se acumulen, año tras año, como combustible muy inflamable.

Por otro lado, cada vez es más común que las personas busquen viviendas o fincas de recreo en zonas cerca a estos ecosistemas de bosque que necesitan el fuego. Eso ha generado que se excluya el fuego por miedo a los incendios y eso es un error. Se debe hacer una gestión forestal: quemas prescritas o controladas de combustible acumulado y aprender a manejar el fuego en este tipo de ecosistemas.

“Cuando excluimos el fuego del ecosistema que necesita quemarse, lo que hacemos es acumular combustible, es decir biomasa, hojarasca, acículas de pino, etc. Todo eso se acumula y se acumula por años, y entonces cuando hay un accidente o una chispa pues eso es un combustible que actúa como si fuera gasolina pura”, explica la docente colombiana.

En Colombia los bosques secos de los valles interandinos y el Caribe son los ecosistemas más amenazados por los incendios forestales pues, con buena sequía y alto combustible, tienen mucha propensión a incendiarse y están en zonas altamente productivas de agricultura, por lo que la fuente de ignición es fácil de obtener. Por ejemplo, en 2019 estos ecosistemas se vieron muy afectados por los incendios forestales.

¿Crisis climática tiene que ver?

El fuego es una perturbación importante que influye en la composición de las especies, la estructura y la función del ecosistema en los bosques. No obstante, como ha explicado de manera reiterada la ciencia, el cambio climático está aumentando la sequía y la actividad de incendios en muchas regiones que son propensas a estos.

“Sin duda el cambio climático hace que las estaciones secas ahora sean más secas y más largas, es decir que la temporada sea mucho más caliente. Las temperaturas han sido muy altas y este año ha sido particularmente seco. La estación de fuegos en 2021 empezó más temprano”, asegura Parrado-Rosselli.



Algunas investigaciones académicas señalan que en el oeste de Estados Unidos el cambio climático ha duplicado el área quemada por los incendios forestales durante las últimas tres décadas y se han producido nueve días más por año en los últimos 15 años de alto potencial de incendios. También se espera que las áreas forestales quemadas de Canadá se dupliquen para el año 2100, y que cada temporada de incendios dure 20 días más en promedio.

¿Cómo evitar un incendio?

Con estos incendios forestales alrededor del mundo la comunidad internacional se ha alertado ante las innegables evidencias de la crisis climática. No obstante, Ángela Parrado-Rosselli cree que es un error quedarse echándole la culpa a la crisis climática de lo que ocurre. “Ahí es donde tenemos que entrar a pensar en cómo nos adaptamos y generamos situaciones menos inflamables. Claro, hay que reducir emisiones, pero hay que ponerle más atención a la gestión forestal”.

Ecosistemas como el Amazonas, que no necesitan fuego, no necesitan gestión forestal, pues los incendios ocurren de manera deliberada para deforestar y tener más área de cultivo. “Es decir, en el Amazonas no debe haber incendios. Punto”, asegura Parrado-Rosseli. Lo que hace falta para evitar estos incendios es mayor presencia estatal, refuerzo de áreas protegidas y apoyo a la productividad de la región.

Sin embargo, en los ecosistemas que sí necesitan del fuego, como los bosques de galería, las sabanas, bosques secos como los del Caribe y los valles interandinos, debe haber un control de incendios por medio de la gestión forestal. “No podemos evitar las fuentes de ignición, por lo que hay que crear ecosistemas que no se incendien en estos niveles. Somos responsables de ese manejo que debemos dar a los bosques en términos de reducción de combustibles, de continuidad de la masa forestal, de cortafuegos apropiados, para hacer ecosistemas más resilientes a los fuegos, porque sin duda el clima se está calentando y van a haber más condiciones propicias para los incendios”, asegura Parrado-Rosselli.

El mundo seguirá, literalmente, en llamas y esto ocurrirá cada vez de manera más frecuente si los Estados no cumplen los compromisos internacionales para reducir las emisión em evitar la crisis climática y, sobre todo, no toman en serio la gestión forestal.