En América Latina y el Caribe, el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos comprometen la salud y la seguridad de las personas, amenazan la seguridad alimentaria, hídrica y energética, y ponen en peligro el medioambiente.
Sus efectos se dejan sentir en el conjunto de la región, también en las cumbres andinas, las imponentes cuencas fluviales y las islas de baja altitud, según un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). En ese documento se destaca la preocupación que generan los incendios y la pérdida de masa forestal, que constituye un sumidero vital de carbono.
El informe se dio a conocer en una conferencia de alto nivel titulada “Trabajando juntos por la resiliencia hidrometeorológica y climática en América Latina y el Caribe”, organizada bajo los auspicios de la OMM, la CEPAL y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.
Entre 1998 y 2020, los fenómenos climáticos y geofísicos se cobraron 312.000 vidas y afectaron directamente a más de 277 millones de personas.
El 2020 fue uno de los tres años más cálidos jamás registrados en América Central y el Caribe, y el segundo más cálido del que se tiene constancia en América del Sur, al alcanzarse temperaturas que superaron en 1,0 °C, 0,8 °C y 0,6 °C el promedio a largo plazo del período climatológico de referencia de 1981-2010, respectivamente.
La región se vio afectada por importantes olas de calor, en especial muchos países de América del Sur: se alcanzaron temperaturas superiores a los 40 °C durante varios días seguidos y se batieron numerosos récords de temperatura. En algunas estaciones las temperaturas máximas registraron valores sin precedentes, con valores hasta 10 °C superiores a lo normal. En Bolivia, la ola de calor trajo consigo temperaturas récord para el mes de octubre en cuatro ciudades y la temperatura más alta jamás registrada en San José de Chiquitos: 43,4 °C.
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La sequía generalizada en toda América Latina y el Caribe tuvo importantes repercusiones, como la bajada del nivel de los ríos, con las consiguientes dificultades para el tránsito por las rutas interiores de navegación, y la reducción del rendimiento de las cosechas y de la producción de alimentos, que agravó la inseguridad alimentaria en muchas zonas. El déficit de precipitaciones es una cuestión especialmente grave para la región del Caribe, dado que varios de sus territorios figuran en la lista mundial de países sujetos a un mayor estrés hídrico.
La intensa sequía que castigó el sur de la Amazonia y la región del Pantanal fue la peor de los últimos 50 años.
La región concentra aproximadamente el 57% de los bosques primarios que quedan en el mundo. Estos almacenan unas 104 gigatoneladas de carbono y albergan entre el 40 y el 50 % de la biodiversidad mundial y un tercio de todas las especies vegetales.
La pérdida de bosques es un grave problema y un factor que contribuye en gran medida al cambio climático debido a la liberación de dióxido de carbono. Entre 2000 y 2016, se destruyeron cerca de 55 millones de hectáreas de bosque, es decir, alrededor del 5,5% del total de la región, lo que representa más del 91% de las pérdidas forestales en todo el mundo. Sin embargo, la tasa de pérdida neta se ha reducido a la mitad en la última década (FAO y PNUMA, 2020).
En conjunto, los incendios forestales en América del Sur fueron más frecuentes en 2020 que en 2019, un año que ya fue crítico en cuanto a fuegos. La mayor cantidad de incendios forestales declarados en 2020 causó daños irreversibles en los ecosistemas, incluidos impactos perniciosos en servicios ecosistémicos vitales y en medios de subsistencia que dependen de ellos.
La cuenca del río Amazonas, que se extiende por nueve países de América del Sur y almacena el 10% del carbono mundial, ha sufrido un aumento de la deforestación en los últimos cuatro años a causa de la tala destinada a ganar terreno de pasto para el ganado y la degradación ocasionada por los incendios.
El 2020 desbancó a 2019 como año más activo en cuanto a incendios en el sur de la Amazonia, siendo la sequía una de las principales causas. En 2020 se registró la temporada de incendios más catastrófica en el Pantanal, puesto que, las llamas calcinaron más del 26% de la región.
Aunque sigue siendo un sumidero neto de carbono, el Amazonas está al borde de convertirse en una fuente neta si se mantiene el actual ritmo de pérdida de masa forestal. Este hecho se ha puesto de manifiesto en un estudio reciente.
Así mismo, más del 27% de la población vive en zonas costeras, y cabe destacar la especial vulnerabilidad de los estados caribeños de baja altitud.
Se estima que entre el 6 y el 8% de la población vive en zonas sujetas a un riesgo alto o muy alto de verse afectadas por peligros costeros. Se prevé, asimismo, un incremento del número de personas que habitan en zonas situadas por debajo de niveles del mar extremos que se alcanzan una vez cada 100 años.