¿Mundo aprendió tras pandemia? | El Nuevo Siglo
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Miércoles, 8 de Enero de 2025

En enero de 2020 el mundo se empezó a preocupar por una noticia proveniente de China, conocida por su mutismo en cuanto a crisis internas de cualquier índole: el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades notificó la detección de un extraño virus respiratorio en el mercado local de Wuhan, en la provincia de Hubei. La alarma se dio porque la curva de contagio era exponencial y no se trataba de variantes de la neumonía típica.

La rápida propagación del virus, bautizado como covid-19, encendió las alarmas globales al punto que el 30 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba esta epidemia como una emergencia de salud pública de preocupación internacional. Y menos de cuatro semanas después, a inicios de marzo, se oficializó que constituía una pandemia porque había casos confirmados en distintos países y continentes.

El impacto fue dramático en una sociedad mundial que no solo llevaba décadas sin enfrentarse a una crisis sanitaria global, sino que veía que los índices de morbilidad y mortalidad empezaban a aumentar sin que la ciencia médica acertara con la caracterización del virus y la posibilidad de tratamientos y vacunas eficaces. El uso del tapabocas se impuso en todo el planeta, comenzaron las más drásticas cuarentenas de la centuria, primó el aislamiento social, las economías se semiparalizaron, en tanto se masificaron teletrabajo y estudio a distancia… Todo ello, mientras que la comunidad científica buscaba afanosamente una solución que frenara la mortandad global.

Tras meses de angustia mundial, hacia finales de 2020 la OMS empezó a autorizar la aplicación de las primeras vacunas, acelerando la carrera frenética entre las principales farmacéuticas por sacar al mercado sus respectivos biológicos y firmar los contratos respectivos, un escenario en donde fue evidente que hubo desequilibrio en los ritmos de inmunización mundiales y creció la brecha entre países pobres y ricos.

Aunque poco a poco comenzó a disminuir el número de muertes y contagios por el covid-19, pese a sus sucesivas mutaciones y variantes, solo en mayo de 2023 la OMS levantó oficialmente la declaratoria de pandemia. Ya para entonces se calculaba el contagio de más de 650 millones de personas y el fallecimiento de no menos de siete millones. Sin embargo, algunos estudios señalan que el saldo fatal y de enfermos sería el triple.

Hoy por hoy, pese a que se han administrado mundialmente 13.600 millones de dosis de vacunas de primera y segunda generación, el covid-19, sobre todo la variante Ómicron y sus mutaciones, sigue causando estragos. Ya se contabilizan 777 millones de contagios y entre octubre y noviembre pasados produjo más de tres mil decesos en 27 países. De hecho, el virus se tornó endémico, a tal punto que algunas vacunas están ya incluidas en muchas naciones dentro de los esquemas ordinarios de inmunización.

¿Cinco años después del comienzo de la pandemia y a casi dos de su terminación el mundo ha aplicado las lecciones aprendidas? Lamentablemente la respuesta no es positiva. Por ejemplo, a hoy no hay claridad absoluta en torno a si el covid-19 se transmitió de manera natural de animales a humanos o si, como lo señalan algunos estudios, fue desarrollado en un laboratorio cercano a Wuhan, de donde accidentalmente escapó y dio inicio a la mayor tragedia de este siglo.

Por otra parte, si bien la OMS viene impulsando las gestiones para confeccionar y suscribir un tratado mundial para combatir pandemias, concretar ese propósito ha sido imposible por pulsos geopolíticos, comerciales e incluso de soberanía sanitaria. En mayo próximo habrá un nuevo intento.

Tampoco se ha avanzado en esquemas que permitan un acceso más igualitario a las vacunas, empezando por una producción más eficiente, certificada y que responda los criterios sanitarios más que a los comerciales.

El alistamiento de los sistemas de salud continentales, regionales y locales para afrontar este tipo de crisis pandémicas es insuficiente en todo el globo. A ello se suma que en no pocos países hay intrincados procesos jurídicos por presuntos actos de corrupción y desgreño durante la emergencia.

Como si lo anterior fuera poco, los análisis en torno a la superación de los efectos de la pandemia en la salud física y mental, educación, trabajo, familia y organización social todavía están a medio camino. Un hecho preocupante si se tiene en cuenta que todos los expertos prevén que vendrán más emergencias sanitarias globales. Hoy la preocupación es por la gripe aviar, pero, en realidad, entre el 60% y 70% de las enfermedades emergentes son zoonóticas, es decir, derivadas de patógenos transmitidos de animales a humanos. Un riesgo latente contra el cual no hay un plan de acción definido y probado. Esa es la preocupante realidad.