La crisis local e internacional no le dio para venir a la región. El eje que apoya a al Assad está a punto de ganar Guta Oriental y sigue lanzando ataques químicos. Mientras, el fiscal Mueller busca las pruebas de su presunta conexión con Rusia, confiscando conversaciones de su abogado privado
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Todos, expectantes por la visita del hombre más polémico del mundo –además de ser el más poderoso- esperaban que el sábado, temprano, llegara a Bogotá. Pero Donald Trump optó por quedarse en Washington con su séquito, para enfrentar dos crisis: la de Siria y la de sus presuntos vínculos con Rusia.
Fue un golpe, sin duda. En Perú, después de la dramática salida de Pedro Pablo Kuczynski, su sucesor, el frío y calculador Manuel Vizcarra, esperaba inaugurar su gobierno con la visita del mandatario norteamericano.
La desilusión no sólo fue peruana. De salida, pero con tareas pendientes con Washington, el presidente Juan Manuel Santos quería aclarar, en visita de Estado, algunos temas con Trump, como el crecimiento de los cultivos de coca y el manejo del régimen de Nicolás Maduro.
Además de Perú y Colombia, la región, acostumbrada a contar con la presencia de presidentes norteamericanos, se pierde la visita de Trump a la Cumbre de las Américas, que se inaugura este viernes, en Lima.
Siria, la prioridad
La situación en Siria se agrava, para Estados Unidos. El eje que apoya a Basher al Assad: Rusia, Turquía e Irán, domina gran parte de Siria y se aproxima a una victoria en Guta Oriental, donde los rebeldes del Ejército de Liberación Islámico han perdido casi la totalidad de Duma y se han movido a otras regiones del país, sin más opciones que resistir el embate de la coalición que apoya al régimen.
Financiados por Qatar y Arabia Saudita, los rebeldes recibieron un ataque con armas químicas el sábado, del que Washington responsabiliza a Moscú y al Assad. “El presidente Putin, Rusia e Irán son responsables de respaldar a Animal Assad. Gran precio para pagar (…) ¡ENFERMOS!”, escribió Trump en su cuenta de twitter.
El ataque, rechazado por la comunidad internacional, es una violación más al derecho de la guerra y otras convenciones internacionales. Además, representa un reto para Washington: lo obliga a redefinir su estrategia en Siria o Putin y los Ayatolas, hoy ganadores indiscutibles, que se encarguen de una vez por todas de reconstruir un país en llamas.
Difícil, ese reto ha hecho que Trump se enfoque especialmente en su redefinición. Al cierre de esta edición se estaban por cumplir las 48 horas que el Presidente había fijado para anunciar su nueva política en Siria, que, según diferentes medios, aparentemente sería la de incrementar el aparato militar en terreno.
Desde 2013, EU ha implementado la política de apoyar a grupos rebeldes por aire y capacitar a estos en tareas militares, sin tener contingente militar en terreno. Esta estrategia ha sido defendida por la administración Obama y, hasta ahora, por la de Trump, luego de aprender las lecciones de la guerra en Iraq, en la que Washington dispuso miles de hombres que cayeron en combate, por el desconocimiento del terreno y otros factores.
“Tenemos muchas opciones a nivel militar, y les informaremos pronto. Probablemente después del hecho” dijo Trump, reiterando que él y los jefes militares probablemente tomarían una decisión.
No tiene de otra: Trump debe manejar la crisis; de lo contrario, Rusia, Irán y sus opositores locales le sacarán ventaja.
En este momento, EU tiene 2.000 tropas en Siria, que, según Trump, deben concluir su operación en los próximos meses. Este punto puede ser objeto de modificaciones. Con la crisis con Moscú y el potencial rompimiento del acuerdo nuclear con Irán, Washington ve que Siria es un lugar determinante para sus intereses geopolíticos, amenazados por Putin, al Assad y el gobierno de los ayatolás.
Lo local, ¿más grave?
Dicen, los expertos, que el gobierno de Trump enfrenta una crisis más compleja a nivel local que internacional. Más de un año después de haberse posesionado como presidente, Donald Trump no ha podido aclarar la posible “colusión” con Rusia, tema que sigue despertando dudas sobre la legitimidad de su presidencia, pese a que sus defensores niegan cualquier nexo y defienden la tesis de que se trata de un montaje más de los demócratas.
En medio de las investigaciones adelantas por el FBI, en cabeza de Robert S. Mueller, quien dio la orden de registro de las comunicaciones y documentos de uno de los abogados de Trump, Michael D. Cohen, fiscales federales de New York decomisaron todo tipo de pruebas para recolectar como material del caso.
Según The Washington Post, los fiscales confiscaron comunicaciones “privilegiadas entre Trump y su abogado privado”, así como “documentos relacionados con el pago de 130.000 dólares a Stormy Daniels, la actriz de cine para adultos”, quien dijo meses atrás que había tenido relaciones sexuales con el Presidente.
Trump ha calificado la intervención de “cacería total” y de violación “a los intereses nacionales”. Reunido con sus asesores, ha dicho que “tiene el poder de tomar una decisión”. Se refiere a la posibilidad de despedir al jefe investigador, Mueller y al vicefiscal Ros Rosenstein, a quien el primero le rinde cuentas, ya que el fiscal general Jeff Sessions, se declaró impedido.
Fuentes consultadas por el Político, dicen que Trump está especialmente molesto con Rosenstein, un exabogado que ha sido puesto en el cargo para supervisar los pasos de Mueller.
Rosenstein, según The New York Times, fue el encargado de firmar la orden de confiscación de documentos. Meses atrás, también estuvo detrás del despido de James Comey, exdirector del FBI (hoy enemigo de Trump), quien lanzará su libro el próximo 17 de abril.
Tanto Mueller como Rosenstein serían despedidos a finales de esta semana, según diferentes medios locales. Si se toma esta decisión, Trump estaría frente a su peor crisis desde que asumió la Presidencia, ya que quedaría en evidencia su intención de bloquear las investigaciones sobre sus presuntos nexos con Rusia.
No tiene de otra: Trump debe manejar la crisis; de lo contrario, Rusia, Irán y sus opositores locales le sacarán ventaja.