SIN libreto pero con propuestas específicas, con un lenguaje fuerte que a veces llega a ser hostil y con una inversión de campaña que no llega a la mitad de la de su contrincante, el expresidente republicano Donald Trump no sólo evidenció su fuerte base electoral, sino que progresivamente la ha ampliado al conquistar sectores poblacionales que hace cuatro años le fueron esquivos y estados que tradicionalmente han votado demócrata.
Ambos hechos, demostrados en todas las encuestas que si bien enfatizan en que la lucha por la Casa Blanca está ‘codo a codo’ también revelan el ascenso sostenido del líder republicano, forzaron a Harris y su campaña a rediseñar la estrategia mediática, pública y publicitaria desde semanas atrás.
Echaron mano a la ‘caballería’ del Partido, y sus grandes líderes (los expresidentes Barack Obama, Bill Clinton y su esposa, la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton) presidieron decenas de mitines, con o sin la candidata Kamala Harris, en un esfuerzo desesperado para que despegara en los sondeos. Paralelamente, ella concedió varias entrevistas a connotados medios de comunicación, mientras que en la programación televisiva y las redes sociales se lanzaron agresivos spots contra el exmandatario republicano. Todo con el fin de, como dijo el saliente presidente Joe Biden “encerrarlo” políticamente.
Con la misma incredulidad de la campaña de 2015, cuando nadie apostaba por el multimillonario conservador que se hizo nacionalmente conocido por su reality televisivo “El Aprendiz”, los demócratas han visto cómo ninguno de sus tan ingentes como millonarios esfuerzos han tenido el efecto deseado, reavivando su mayor miedo: el regreso de Trump al poder.
Como reseñamos esta semana en el artículo “En tierra derecha por la Casa Blanca, Trump lidera el voto nacional”, el candidato saca ligera ventaja a Harris en todo: intención de voto en el país, en los siete estados bisagra, en la percepción de ser el más capaz para manejar las mayores preocupaciones ciudadanas (economía e inmigración) y la agenda exterior, al igual que defender a los trabajadores.
Pese a que en esta recta final ha sido blanco de fuertes ataques de Harris y la élite política, que lo han tildado de “desfachatado”, “loco”, “grosero” y “fascista”, entre otros calificativos, el candidato republicano mantiene su discurso, altivez y una básica estrategia política (mitines públicos, reuniones con empresarios, trabajadores, influencers y gran actividad en las redes sociales) la que sorpresiva pero acertadamente “adobó” el domingo anterior cuando llegó a un McDonald’s en Pensilvania y con delantal puesto cocinó papas fritas. Con ese hecho inusual cuestionó la veracidad de una declaración de Harris donde aseguró que de joven fue empleada en esa cadena de comida rápida.
Irritación e indignación causó en la élite demócrata ese ingenioso acto de Trump, mientras que la campaña de Harris guardó silencio.
Amado u odiado, Trump tiene la dimensión nacional de la que adolece la vicepresidenta y tiene a su haber los cuatro años de gestión presidencial, la que hoy la ciudadanía la recuerda positivamente, especialmente por un costo de vida controlado, ‘tatequieto’ a la masiva llegada de migrantes y generación de empleo.
Tiene también a su favor, que con ese conocimiento, los ciudadanos tienen formada una opinión -buena o mala- sobre su personalidad, liderazgo y capacidad de ejecución. Y, para sorpresa de los demócratas, la imagen favorable de Trump ha reputado en las últimas semanas, al igual que la percepción ciudadana sobre su rendimiento laboral, llegando al 52%, mientras que la vicepresidenta candidata bajó al 42%.
Pero más allá, o mejor más acá de ello, es decir en lo inmediato que es la elección presidencial, a diferencia de su contraparte, la campaña republicana acertó en centrarla en los dos temas que más preocupan a los votantes, como son el manejo de la economía, especialmente la inflación, que volvió a galopar con la presidencia de Biden y la disparada en la llegada de migrantes, por las políticas que el actual mandatario adoptó.
Desde el lanzamiento de su tempranera precandidatura, hace casi dos años, Trump fue enfático en señalar que si volvía al poder haría deportaciones masivas y adoptaría medidas puntuales para enfrentar el costo de vida, que ha golpeado por el igual el bolsillo de todos los habitantes del país.
El columnista Keith Naughton escribió en The Hill que “los demócratas y sus amigos en los medios de comunicación del establishment se centraron y siguen haciéndolo en la amenaza que Trump supone para la democracia… Hicieron campaña sobre cuestiones que les importan a ellos, no sobre cuestiones que les importan a los votantes”, al tiempo que recordó que durante los últimos dos años han estado diciendo al presidente Biden y a la clase política demócrata que su mayor preocupación es la inflación.
“Para millones de estadounidenses, la alta inflación ha significado alquileres inasequibles, la imposibilidad de comprar una casa, ahorros reducidos y jubilación postergada. Estos son desafíos reales y difíciles que las personas y las familias deben enfrentar todos los días. Sin embargo, bajo el gobierno de Trump, la inflación era baja, la vivienda era más asequible y los ingresos reales de los hogares aumentaron”.
Los ‘ejes’ de Harris
La promesa de legalizar el aborto en el país ha sido la bandera de campaña de Kamala Harris, no sólo para asegurarse el voto femenino, sino para marcar una clara diferencia con el candidato conservador. Sin embargo, en esta recta final de campaña se ha visto un aumento en el apoyo de las mujeres que consideran que sobre la interrupción voluntaria de la vida de un niño debe ser definida por leyes expedidas en cada estado de la Unión Americana.
Enmarcada en el continuismo, Harris se concentró en marcar diferencias con su rival republicano en lo que tanto su mentor, Joe Biden, como la élite progresista lo consideran: “un peligro para la democracia”. Y amén de enfatizar que es un delincuente por la condena que tiene por fraude fiscal, y la investigación penal por presuntamente intentar manipular el resultado electoral en Georgia en 2019, evocan cada que pueden el ataque de sus seguidores al Capitolio el 6 de enero del año siguiente, así como una presunta ‘incapacidad mental’.
El miércoles de esta semana, Harris dijo que Trump está "cada vez más desquiciado" y calificó de "increíblemente peligroso" unos presuntos elogios que hizo sobre Adolf Hitler.
"Donald Trump está cada vez más desquiciado e inestable, y en un segundo mandato, personas como John Kelly no estarían ahí para ser las salvaguardias contra sus tendencias y acciones", sostuvo en referencia a un exjefe de gabinete de Trump.
"Así que la conclusión es esta: sabemos lo que quiere Donald Trump: quiere un poder sin control", opinó Harris y aseguró que “los estadounidenses no quieren tener un presidente de Estados Unidos que admire a los dictadores y sea un fascista".
Citando unas declaraciones de Kelly a The Atlantic y al New York Times, Harris dijo que Trump "quería generales como los que tenía Adolf Hitler".
Ese mismo día, el presidente Biden dijo públicamente que a Trump hay que “encerrarlo políticamente", lo que generó la inmediata reacción de la campaña republicana: "Acaba de reconocer la verdad: el plan de él y Kamala desde el principio ha sido perseguir políticamente a su oponente, el presidente Trump, porque no pueden vencerlo de manera justa y honesta".
Hay en esta recta final de campaña otros dos factores que preocupan a Harris y su equipo: la creciente tendencia de jóvenes y latinos de votar conservador.
Las encuestas han revelado un nuevo fenómeno en la juventud estadounidense que puede ser decisivo el 5 de noviembre: las mujeres se inclinan a la izquierda para respaldar a Kamala Harris, mientras que cada vez más hombres giran a la derecha y votarán por Donald Trump.
Aunque la juventud estadounidense es mayoritariamente progresista, el expresidente republicano y la vicepresidenta demócrata percibieron esta nueva dinámica y sus agendas de campaña se enfocaron en ello las últimas semanas.
De esta forma, Trump, que se ha reunido con diversos influencers que van del mundo del kickboxing al de las criptomonedas, cerró su actividad el viernes participando en el programa de Joe Rogan, un podcaster con millones de seguidores y particularmente popular entre los hombres jóvenes.
Harris también estuvo en Texas con su conocida diatriba al favor del aborto. Estuvo acompañada por la reina del pop Beyoncé, para asegurar mayoritaria asistencia.
En cuanto a los latinos que tradicionalmente votan demócrata, Trump ha ganado terreno, sobre todo entre los hombres. El sondeo publicado por la cadena NBC revela que en la franja etaria de 19 a 29 años, un 59% de las mujeres optan por la demócrata y el 26% por el republicano. Pero entre los hombres, los dos candidatos están casi empatados, con 42% para Harris y 40% para Trump.
Sea cual sea el resultado electoral, los estadounidenses harán historia en diez días, eligiendo al primer presidente con una condena penal a sus espaldas o a una mujer para el cargo, quien desde este fin de semana prepara lo que llamó “alegato final” en Washington para, según una fuente de su campaña, “marcar la diferencia con Trump, quien siempre ha querido sembrar la división”.