El martes, el exgobernador de Lara inscribió su candidatura a las presidenciales, pese al llamado de la MUD a no participar en “unas elecciones fraudulentas”. Líder del MAS -una disidencia chavista- reta a la oposición, que ve cómo se rompen sus filas
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FALCÓN es un estado de Venezuela. Pero no sólo es eso. También es, pese a los llamados a no participar en las “fraudulentas” elecciones convocadas por el chavismo, el apellido de Henri, el opositor que acaba de inscribir su candidatura ante las autoridades electorales, para derrotar al “candidato del hambre” (Nicolás Maduro)
Las cosas se dieron, como muchos lo presupuestaban. Desde que el régimen anunció el ilegítimo adelanto de elecciones, en Venezuela se venía hablando de una posible candidatura de Falcón, un exmilitar que ha hecho política desde hace dos décadas, culpable de una nueva fragmentación en la coalición opositora.
Tras un mes de especulaciones, Falcón tramitó el martes, su postulación ante el Consejo Nacional Electoral. Dijo, con una sonrisa gutural, que se lanza para “garantizar de forma plena el ejercicio de los derechos políticos”, ampliando el abanico de candidatos que se enfrentan a Nicolás Maduro, en unas elecciones atípicas sin debates y garantías electorales.
¿Por qué, Henri?
La oposición, agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática, la semana pasado tomó la decisión de participar en las elecciones, calificándolas de un “show fraudulento” montado por la cúpula chavista. La decisión, sin embargo, no fue compartida por toda la unidad, situación que quedó clara esta semana.
Un partido pequeño de disidentes chavistas, Movimiento al Socialismo (MAS), que, tras la imposición de la Constituyente por el régimen decidió unirse a la Unidad, decidió que Falcón debía presentarse como su candidato.
El disidente chavista Nicmer Evans, vocero del colectivo Avanzada Progresista -cercano al MAS- ha dicho que ésta es una decisión coherente con la democracia. “Suponer que va a haber condiciones plenas para poder salir del gobierno de Nicolás Maduro por vía democrática es un absurdo (…) la participación electoral es uno de los mecanismos de presión necesarios para poder destrabar el juego porque el abstencionismo es cruzarse de brazos”, le dijo a Unión Radio (Caracas).
La posición de Evans refleja uno de los temas que más ha generado división en la dirigencia opositora. Luego de las marchas contra el régimen de Maduro, entre abril y junio del año pasado, algunos partidos decidieron apartarse de cualquier escenario electoral, mientras que otros participaron, como Acción Democrática, colectividad liderada por Henry Ramos Allup.
En Octubre, Ramos fue lo que hoy Falcón es a la oposición: un traicionero (así le dijeron sus copartidarios). Su partido postuló candidatos a las elecciones regionales, a pesar de que la MUD había llamado, como esta vez, al abstencionismo partidista.
Enfurecida, la dirigencia de la MUD, entre ellos Henrique Capriles y María Corina Machado -apartada de esta coalición- dijeron que el viejo líder, al participar en las regionales, estaba jugando del lado del régimen.
En un principio, Ramos dijo, en una airada intervención en la Asamblea Nacional, que no había otra opción que participar, “porque no vamos a dejar las 23 gobernaciones” en manos del chavismo. Luego, tras el repudio opositor, reculó y afirmó que había gente dentro de su partido que había desautorizado sus órdenes.
Con el paso de los días, sin saber cómo, la unidad se reconcilió con él, lo que lo llevó a desistir de su aspiración presidencial, cocinada desde que asumió como presidente de la Asamblea Nacional, en 2015.
Hoy Falcón juega el mismo papel que Ramos Allup, con la diferencia de que, por un lado, entra en el terreno favorito del chavismo, las presidenciales, y, por el otro, representa una disidencia, que, si bien se distanció del régimen, no deja de generar sospechas dentro de la dirigencia opositora.
¿Conspiración?
Más que en cualquier país del mundo, en Venezuela la política está llena de conspiraciones y rumores. La postulación de Falcón, una vez más, entra en el campo de lo especulable, dando lugar a una serie de teorías.
Ubicados en su mayoría en el estado de Lara, donde fue gobernador y alcalde, sus seguidores creen que, por su carácter férreo y militar, es el indicado para “cantarle la tabla a Maduro”. No es una tesis descabellada, si se tiene en cuenta lo siguiente.
Hoy Venezuela es gobernada por un régimen cívico-militar, que le garantiza seguridad a Maduro, bloquea a la oposición y dirige numerosos negocios, como la repartición de alimentos y el manejo del comercio fronterizo.
Por su experiencia con los militares, Falcón puede tener la capacidad de dialogar con las fuerzas leales al régimen, quienes, dicen muchos, realmente son los que gobiernan, gracias al poder que les ha dado el número dos del chavismo: Diosdado Cabello.
Además de su recorrido como militar, Falcón ha sido uno de los opositores más duros contra el régimen. Lo ha llamado “narcodictadura” y ha denominado a Maduro como el “candidato del hambre”, una forma de demostrar su encendida oposición; incluso, ha estado a punto de ser detenido, antes y después de la Ley del Odio.
El martes, luego de inscribirse como candidato, pidió: “la revisión del cronograma electoral. Creemos es perfectamente posible evaluar (...) la fecha del 22 en función de lograr una fecha que dé verdaderas posibilidades de organización y ejercicio de la política" para “derrotar” a “la abstención”.
Algunos, sin embargo, dudan de sus buenas intenciones. El pasado no perdona, dicen. Estos opositores asumen que Falcón, un hombre de las huestes del chavismo de los primeros años, se ha vuelto un crítico del oficialismo por encargo del régimen, para lograr que, en momentos coyunturales como éste, se defienda la “democracia” venezolana.
Puede ser cierto; puede no serlo. Lo que sí se sabe es que la oposición -fragmentada más que nunca- tiene un candidato que revalida las elecciones presidenciales convocadas por el chavismo y hace parte del grupo de aspirantes, encabezado por el pastor Bertucci y otros tres disidentes chavistas (de poco nombre), que competirán, sin garantías, con Maduro.