Relocalización del fentanilo en México acelera crisis en EU | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 25 de Marzo de 2023
Pablo Uribe Ruan

MEXICO vive una nueva revolución, no política, como tal vez quisiera su presidente Andrés Manuel López Obrador, ni tampoco económica, a pesar del boom productivo que ha traído el nearshoring -la localización de las cadenas de producción norteamericanas cerca de su territorio-.

Lo revolución viene por la vía la de la producción de estupefacientes, y, en particular, con el auge vertiginoso de la producción de fentanilo en territorio mexicano, donde en 2022 el ejército desmanteló 500 laboratorios, muchos dedicados a la producción de este opioide sintético, según Reuters. 

Más barato, ultra adictivo y fácil de esconder, el fentanilo hoy es el responsable de que en Estados Unidos ya se hable de una “tercera crisis de los opioides”, que ha venido precedida por la de los fármacos, que llevó a millones de estadounidenses a convertirse en adictos crónicos a la oxycontin -su nombre comercial- y la siguiente que fue la epidemia de la heroína, que hoy coincide con la de fentanilo.

Relocalización ilegal

López Obrador dice que el origen del problema de la crisis del fentanilo está en que parte de su distribución proviene de mercados internacionales en Asia, donde se fabrica legalmente, pero los expertos coinciden en que, aunque es cierto el planteamiento del presidente mexicano, el mayor desafío está en la fabricación y distribución ilegal por parte de los carteles mexicanos.

Los carteles, lejos de ser simples organizaciones criminales dedicadas a la distribución de opioides, han establecido la gran producción de fentanilo por la cercanía con Estados Unidos.

Como cualquier multinacional de bienes y servicios legales, los carteles entendieron que la crisis en las cadenas de suministros de 2021 así como los altos costos de producción y distribución abrieron una oportunidad de negocio para relocalizar la fabricación y comercialización de fentanilo en México.

Se trata del mismo modelo de deslocalización cercano, pero con un bien ilegal, los opioides sintéticos.

Buscan diversificar sus ganancias, soluciones a largo plazo, posibilidades de innovar. Son capitalistas. Suelen ser racionales. El negocio del fentanilo lo tiene todo: con un poco de inversión en laboratorios y capacidades químicas puede abastecerse a un mercado hambriento”, escribe en Sin Embargo, de México, el investigador en crimen organizado y mercado de opioides, Carlos Pérez Ricart.

Relocalizado el negocio, el crimen organizado mexicano lo monopoliza todo, desde de la producción hasta la comercialización de este opioide sintético, sin casi ningún intermediario. Así lo explica el experto en seguridad, David Saucedo: “Los carteles, sobre todo el CJNG (Cartel Jalisco Nueva Generación) y el Cartel de Sinaloa aprendieron a fabricarlo”. “Compran los precursores químicos, instalaron laboratorios, fabrican el fentanilo, lo llevan a ciudades de Estados Unidos y lo venden”, dice.

Valor agregado

El fentanilo, como cualquier bien transable, compite con otros bienes sobre la base de su valor agregado. En el mercado ilegal, sus características son muy atractivas para el productor, distribuidor y consumidor.

Este opioide sintético se fabrica a un costo muy bajo. “Producir y transportar un kilo de la droga les cuesta a los carteles 1.000 USD, pero las ganancias rondan los 1,5 millones de dólares”, dice, a El País de España, Raúl Martín del Campo, antiguo miembro de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de Naciones Unidas.

La producción de cocaína y heroína, en cambio, es mucho más costosa y difícil de distribuir por tratarse de opioides con una apariencia claramente ilegal y con un tamaño más grande que hace que las autoridades decomisen con mayor facilidad los cargamentos, a diferencia del fentanilo, que es usado como base para muchos fármacos legales.

Se trata del mismo fenómeno que ocurre con la minería ilegal de oro -y otros bienes ilegales-, cuya extracción ilícita no es fácil de identificar por las autoridades, una condición que se vuelve más compleja dado que los tamaños del tráfico de este tipo de bienes son mucho menores que, por ejemplo, los de un cargamento de cocaína.

Aparte de sus bajos costos productivos y su facilidad para transportar, el fentanilo es altamente adictivo, mucho más que la heroína, hasta hace poco conocida como uno de las drogas más potentes.

“Es 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina”, explica la politóloga mexicana Zara Snapp. “Tres gramos pueden ser letales para una persona promedio”, dicen la DEA, que en su reporte “Facts about Fentanyl”, también llama la atención y dice que “un kilógramo de fentanilo tiene el potencial de matar 500,000 personas”.



Monopolio y legalidad

Mientras el crimen organizado produce nuevos tipos de fentanilo -se habla de 46 tipos ilegales-, López Obrador propone controlar el fentanilo de origen legal, que tiene cuatro variedades para uso médico, y la ONU acaba de agregar tres nuevos tipos a su lista negra. Dos ritmos diferentes.

La insistencia de López Obrador en enfocarse en los mercados legales tiene una explicación, más allá de una estrategia para no hablar del poder que han ganado los carteles con la producción del opioides sintético.

En India y China desde hace una década se viene comercializando legal e ilegalmente el fentanilo. Sin restricciones, el crimen organizado mexicano ha comprado el opioide tanto en farmacias y páginas web legales como en la dark web.

El problema, sin embargo, ya no está -como sí lo estaba antes- en la transaccionalidad del negocio criminal: la conexión Asia-México.

Así lo estime el presidente de México, el origen de este desafío está en haber permitido que el crimen organizado mexicano constituyera un monopolio, una gran empresa criminal, capaz de producir y distribuir el opioide sintético. 

La tercera epidemia de drogas en Estados Unidos causada por el fetanilo se ha convertido en un problema de salud pública que, por su potencial letalidad, amenaza a un país que probablemente va centrar el debate público en torno a “la guerra contra las drogas”.

Sí, una vez más, ya es la principal preocupación de los norteamericanos, según encuestas.

Igual que en los años ochenta.

(*) Consultor y experto en seguridad. MPhill en Universidad de Oxford. @UribeRuan