MURIÓ hace un siglo tras lograr con su revolución bolchevique dividir al mundo en dos (comunistas y anticomunistas) y es desde hace dos años, según la teoría esgrimida por el presidente Vladimir Putin, el máximo responsable de la desintegración de la República Socialista Soviética de Rusia y la razón por la cual inició la ‘ofensiva militar especial’ a la vecina Ucrania.
Desde su época de espía en la KGB, Putin cimentó su ambicioso proyecto político que consiste, básicamente, en ‘revivir’ esa gran República, a la Madre Rusia, que en su concepto debe abarcar su otrora vasta extensión territorial con la ideología comunista que se impuso a partir de 1917 con la victoria revolucionaria de Lenin quién, a su juicio, cometió un grave error: fundar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
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A lo largo de su meteórica carrera para convertirse en un inamovible hombre fuerte del Kremlin, el mandatario ruso en una conveniente jugada política, optó desde años atrás por resignificar la historia para cuestionar las ‘decisiones erróneas’ de Vladímir Ilích Uliánov, Lenín, y repotenciar el proyecto político de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Iósif Stalin o José Stalin, el revolucionario de origen georgiano que le sucedió.
Con una gigantesca república en ruinas, por el impacto de la Primera Guerra Mundial y luego de con mano dura imponer al Partido Comunista en toda la Rusia zarista, Lenín fundó la URSS (30 de diciembre de 1922), tomó su mando y aplicó las reformas radicales acorde a su modelo político: control estatal de propiedades y tierras de la aristocracia o terratenientes para redistribuirlas entre los trabajadores proletarios, así como la renuncia al dominio de gran parte de los territorios que habían formado parte del imperio ruso, a cambio de que los alemanes no invadieran. Así dio un paso al costado de ese gran conflicto bélico mundial.
Uno de los compañeros de lucha, aunque mucho más intransigente y radical fue Stalin, quien se convirtió en secretario general del Partido Comunista ese mismo año, comenzando a concentrar poder para enraizar el proyecto político de Rusia, lo que hizo con mano dura durante treinta años, tras el fallecimiento de Lenín, el 24 de enero de 1924.
Desde que Putin llegó a la arena política (1999) redujo progresivamente las referencias a Lenín, minimizando su importancia en la historia de Rusia y del mundo. En 2019 se vio forzado a pronunciarse por el debate que se dio en torno al lugar de reposo definitivo del líder del comunismo, cuyos restos están en el mausoleo de la Plaza Roja que ordenó construir Stalin.
"Me parece que debería quedarse donde está, más que nada porque todavía hay bastante gente que vincula sus vidas y sus destinos a ciertos eventos del pasado", manifestó en ese momento Putin, antes de pasar página al tema. "Mejor no darle muchas vueltas. ¿Para qué? Lo que tenemos que hacer es mirar hacia el futuro y desarrollarnos no dinamismo", añadió.
Desde entonces ha aprovechado oportunidades para mostrar su radical oposición al concepto de estructura nacional abanderado por Lenin, quien apostó por la concesión del mismo rango jurídico a todas las repúblicas soviéticas.
"Tenía muchas ideas sobre la autonomía de las regiones y es verdad que gobernar de acuerdo a tus ideas es correcto, pero siempre cuando esa idea arroje los resultados adecuados, y esa idea es la que acabó desembocando en la caída de la Unión Soviética…La revolución global que defendió Lenín fue la “bomba atómica que acabó destruyendo el edificio ruso", ha señalado Putin en diversas ocasiones.
Más recientemente y en la antesala de la ‘ofensiva militar especial’ a su vecina Ucrania, que inició el 24 de febrero de 2022, volvió a hacer referencia al ‘error’ de Lenín por optar a crear la URSS (un estado federal) en lugar de repotenciar la República Socialista de Rusia.
"Las fronteras (con ese proyecto político) se definieron de manera absolutamente arbitraria y no siempre justificada", argumentó en un discurso tres días antes de la invasión y puso como ejemplo específico a Ucrania.
"La región del Donbás fue transferida a Ucrania bajo el pretexto de incrementar allí el porcentaje de proletariado para reforzar el apoyo social: eso fue un auténtico sinsentido", aseguró, al tiempo que recordó que los dirigentes del este prorruso de esa nación manifestaron entonces su deseo de formar parte de la República Socialista Soviética de Rusia, pero Lenin optó por integrar esos territorios en Ucrania, origen del conflicto actual.
"Por culpa de la política bolchevique surgió la Ucrania soviética. Estaría perfectamente justificado llamarla la Ucrania de Lenin. Es su inventor, su arquitecto", afirmó.
"La gente que vive en esos territorios, por supuesto, nunca se vieron de otra forma que como parte de Rusia. Es algo evidente…rusos y ucranianos estaban en pie de igualdad", subrayó.
También insistió que el punto 26 del tratado fundacional de la Unión contemplaba el derecho de cada república a abandonar libremente la unió y esa opción fue aprovechada por varias repúblicas para romper lazos con el Kremlin a finales de los años ochenta y los principios de los noventa del siglo pasado, lo que llevó a la desaparición de la misma y, de paso, a terminar más de cuatro décadas de Guerra Fría, la conocida confrontación bipolar entre Washington y Moscú, surgida tras el término de la Segunda Guerra Mundial.
Así las cosas, Stalin es el dirigente soviético al que más se refiere Putin. Y no precisamente para denunciar la atroz represión de su régimen sino para elogiar al hombre de Estado y líder de guerra que venció a la Alemania de Hitler.
Desde el inicio de la operación en Ucrania, Putin sitúa su campaña en el legado de la Segunda Guerra Mundial y compara a las autoridades ucranianas con los nazis.
A ojos del Kremlin, Stalin sigue siendo un modelo victorioso y Lenin un perdedor.
"El poder actual necesita a Stalin porque es a la vez un héroe y un villano…Ganó la guerra, así que se borran todas sus atrocidades ", dijo Alexéi Levinson, sociólogo del instituto de sondeo independiente Levada.
"Lenin es el líder de la revolución mundial, que nunca se produjo. Lenin es el líder del proletariado mundial, que no existe. Lenin es el creador del Estado socialista, que ya no existe y nadie quiere que se vuelva a levantar", resumió el experto.
¿Rumbo al olvido?
Las críticas y el marcado distanciamiento de Putin hacia el hombre que marcó la política rusa en los siglos XIX y XX hizo que la conmemoración por el centenario de su muerte se limitara a un sencillo acto del Partido Comunista en la Plaza Roja, al que acudieron sus dirigentes y unas decenas de nostálgicos para quienes, como Valentina Alexandrovna (78 años), “la doctrina Lenin es la única que puede permitir a Rusia salir de la situación actual”.
Por la sagacidad y cálculo político que caracterizan al hombre fuerte del Kremlin, cada que puede recuerda que fue miembro, por voluntad, del Partido Comunista de la Unión Soviética, porque no le conviene enfadar a los simpatizantes de esta colectividad que hoy es la segunda fuerza en la Duma Rusa, aunque muy distante a la mayoría que conforma la Rusia Unida del mandatario.
El periodista Mijail Zigar interpretó en un artículo en 'The Guardian', hace ocho años, esta postura ambivalente de Putin. "Realmente no existe una postura oficial del Kremlin a este respecto dado que no pueden identificarse con Lenin porque era un revolucionario, como tampoco existe una narrativa oficial sobre lo que ocurrió en 1917. Es demasiado difícil, y es demasiado complejo, pero entienden que es importante de cara a la formación de la conciencia nacional rusa, tal y como la entendemos hoy".
Y, en el mismo sentido, Anna Arutunian, autora del libro “La Mística de Putin” se manifestó años atrás, durante la efeméride cien de la Revolución de Octubre: “Putin quiere evitar cualquier decisión que acabe desatando unas fuerzas que no pueda controlar…En momentos tan emocionales como estos una mala decisión podría repercutir en un incremento del respaldo al Partido Comunista".
Pese a todo lo anteriormente mencionado, la figura de Lenin no ha sido totalmente suprimida. Su retrato sigue presente en el centro de muchas ciudades rusas, aunque la mayoría de sus estatuas fueron destruidas tras la caída de la Urss.
En Moscú, un monumento de Lenin de 22 metros de altura domina la plaza de Kaluga, mientras que en la Plaza Roja sigue el mausoleo con lo que queda de su cuerpo embalsamado, un 23% según la agencia TASS, en el sarcófago de cristal blindado que, mantenido a una temperatura de 16 °C, es y seguirá siendo una atracción turística.
Lenín, el verdugo de los Romanov, el fundador de la URSS con su tan arraigado como utópico comunismo seguirá en los libros de texto y en la historia geopolítica mundial, pero muy probablemente con la resignificación que conviene a Putin y su proyecto expansionista. /Redacción internacional con agencias.