Se agotó boletería para el Titanic argentino | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Octubre de 2023
Giovanni Reyes

Argentina ha vendido todos los boletos del Titanic. El motivo: la segunda ronda de elecciones presidenciales a celebrarse el domingo 19 de noviembre de 2023.  La referencia es claramente sombría y ha sido caracterizada por varios autores, en particular por el investigador Carlos Villalba quien ha participado en documentar la dinámica política.

La historia del trágico incidente del Titanic se habría iniciado pasadas las 11 de la noche del 14 de abril de 1912.  Ya para las 2 de la madrugada del fatídico día siguiente, los hechos se habían consumo. ¿Algo análogo se tendría en esta segunda vuelta electoral en Argentina? El tiempo dirá. En ese evento se define quien encabezará el próximo gobierno; si Javier Milei (1970 -) quien se hizo con el 30% de los votos en la primera ronda electoral, o Sergio Massa (1972 -) quien logró el primer lugar en las votaciones del pasado 22 de octubre, con 36% de los sufragios.

De entrada, es de reconocer que la sociedad argentina se encuentra al borde de la ofuscación total. Está desesperada. Tiene que enfrentar, para el cierre de 2023, una inflación anualizada de 140%. Es decir que hace un año, en términos generales, los precios de bienes y servicios estaban en la mitad del nivel que se tiene para este diciembre.

Tómese en cuenta -para completar el cuadro- que esa inflación es el promedio total. El nivel de precios es más alto al considerar la inflación primaria o esencial, es decir la que corresponde a bienes y servicios de la canasta básica, en la cual los alimentos constituyen un componente por demás preponderante.

Además de esa lúgubre dinámica de inflación galopante, los argentinos tienen para 2023, una contracción de su total de producción anual (producto interno bruto, PIB) de -3.3%.  El país debe un total de empréstitos en lo internacional, de casi 247,000 millones de dólares.

Ante ello, las previsiones de los dos candidatos muestran desde ya, sus lados tenebrosos.

Por una parte está Milei con su “desaliñada” personalidad.  Ha declarado que de llegar a la presidencia del país, acaba con el Ministerio de Salud, con el Ministerio de Educación, dolariza la economía, oficializa el mercado de órganos humanos y –por si alguien duda del alcance de sus posiciones- elimina el banco central del país.

Por su parte, Massa debe cargar con el peso de ser Ministro de Economía, habiendo asumido ese cargo desde el 3 de agosto de 2022.  Es decir, soporta muy buena parte del desgaste de los Kirchner, aunque ahora, como integrante del peronismo, el presidente sea Alberto Fernández.

“Tenemos la posibilidad de elegir como Primer Mandatario, al ministro relacionado con una inflación que supera el 140% anual”, “lo que debemos hacer es derrotar al kirchnerismo que tanto daño le ha hecho al país”. Estas son parte de las consignas que emergen de la oposición política.

Una oposición al actual régimen de Fernández que hoy tiende, por exclusión o antipatía, a apoyar a Milei. Sin embargo, Massa también cuenta con la “lealtad” del peronismo, una militancia partidista que ha sido clave desde los tiempos del general Perón en los años cincuenta y setenta. Una lealtad que ha probado ser efectiva al proporcionar apoyo a las elecciones de Carlos Menem en los noventa y de haber sostenido a Néstor y Cristina Kirchner en estas dos décadas del Siglo XXI.

Otro punto que se recalca en medio de la diatriba de la campaña para la segunda vuelta, es el respaldo que los seguidores del expresidente Mauricio Macri dan a la campaña de Milei. Abiertamente se ha mencionado casi, que “cualquiera, menos la continuidad peronista”. Esto hace que los votos no sean directos para Milei, sino votos útiles y de castigo hacia quienes ocupan actualmente la Casa Rosada.

De otro lado, los simpatizantes de Massa, basan su campaña en tres ejes fundamentales: (i) el candidato ministro es el más preparado, se trata de una persona sensata; (ii) los planteamientos de Massa no son un golpe intempestivo de timón en la conducción del Estado; y (iii) Argentina no puede dar un salto al vacío, precisamente lo que significaría eliminar, por ejemplo, el Banco Central y varios ministerios que se estima, son imprescindibles para el apalancamiento social de los sectores más vulnerables.

Milei, del Partido de la Libertad, no niega su extremo conservador señalando que él encarna la antipolítica, que está contra la “casta” de los dirigentes tradicionales. No ha titubeado en puntualizar que debe eliminarse la política monetaria y cambiaria con motosierra. De gratis, este candidato se ha ganado otro problema al declarar que el Papa Francisco -argentino también- es la “representación del maligno”, de Lucifer.

El debate argentino actual tiene desafortunadamente un nivel mínimo. Se tienen graves problemas que se originaron, entre otros factores, precisamente en la prolongada dolarización de la economía: 1989 a 2001.

No hay certezas, ni muchos menos sobre la conducción de la nación. El impacto está asegurado: Argentina es la tercera economía más grande de Latinoamérica y el Caribe, tan sólo superada por Brasil y México.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)