MÚLTIPLES crisis que entrañan retos difíciles, mas no imposibles si hay decisión política, es lo que enfrentará quien los mexicanos elijan en las urnas de este domingo, descontando que será, por primera vez en la historia del país, una mujer, ya que el único hombre en el trío de aspirantes es el que menor chance tiene de ganar.
Más de 99 millones de ciudadanos –de una población de 129 millones– están habilitados para votar en esta elección presidencial a una sola vuelta, que se gana por mayoría simple, para comenzar sus seis años de mandato el 1° de octubre. También escogerán sus representantes en 20 mil cargos, entre ellos incluidos el Congreso y nueve de 32 gobernaciones.
En este país desangrado por la violencia narco, cuyos carteles se consolidaron y expandieron durante el saliente gobierno izquierdista de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ante su política de ‘abrazos y no balazos’ que se materializó en cambiar la estrategia de combatir al crimen organizado y los grupos delincuenciales por afrontar los orígenes de esos tan crecientes como arraigados fenómenos, a saber la pobreza, falencias en educación y oportunidades laborales, la oficialista Claudia Sheinbaum (de 61 años), la opositora Xóchitl Gálvez (también de 61) y Jorge Álvarez Máynez (38) se postularon para suceder al mandatario que se autodenomina progresista.
Desde meses atrás y favorecida por la alta popularidad de AMLO, las encuestas coinciden en señalar que la favorita es la izquierdista Sheinbaum, con 53 % en intención de voto, seguida de la conservadora Gálvez (35 %) y el centrista Álvarez (11 %). Sin embargo, hay sondeos que recientemente señalaron un repunte de la segunda, al punto que podría librarse un cerrado duelo entre estas mujeres, que han concitado el interés del electorado.
Independientemente de quien gane, asumirá una pesada herencia ante la cual más que un estilo de gobierno deberá definir, claramente, las tácticas y estrategias para enfrentarla en todos sus frentes.
Solucionar la disparada inseguridad, que pasa indefectiblemente por combate a los poderosos carteles del narcotráfico que dominan desde las cárceles en su territorio hasta las redes de distribución en decenas de calles norteamericanas; estimular el crecimiento económico y mantener las ayudas sociales, lo que de antemano se vislumbra muy complicado ante el abultado déficit; fortalecer la democracia, blanco de violencia y corrupción; proteger los derechos humanos, mejorar el acceso y la calidad educativa (el analfabetismo sigue alto), bajar los índices de pobreza y fortalecer relaciones con aliados claves, especialmente con Estados Unidos por la ‘frontera caliente’ ante la tan imparable como creciente migración irregular, son algunos de los gigantescos retos.
Para analistas como Lila Abed, directora interina del Instituto México del Wilson Center, "existen múltiples desafíos y oportunidades que el gobernante del país tendrá que enfrentar y ojalá aprovechar", y Michael Shifter, investigador del centro de análisis Diálogo Interamericano con sede en Washington, entre ellos destaca, por ser el problema más intimidatorio, combatir el crimen organizado, que “se ha nutrido de delitos como la extorsión y son los responsables del alto índice de homicidios”.
Abrazos no frenaron inseguridad
México está atrapado en una espiral de violencia desde que, en 2006, el gobierno conservador de Felipe Calderón lanzó una ofensiva militar contra los carteles, que obtienen ingresos millonarios por el tráfico de drogas sintéticas al vecino Estados Unidos, donde se abastecen de armas. También manejan el tráfico de migrantes y redes de explotación sexual.
Desde entonces el país acumula más de 450.000 homicidios, 190 mil de ellos durante el sexenio de AMLO y más de 100.000 desaparecidos, según datos oficiales.
La mayoría de mexicanos ven la rampante inseguridad como el reto más urgente para quien ocupe el sillón presidencial y consideran un fracaso la política del saliente mandatario, “Abrazos, no balazos”, con la que priorizó la atención sobre las causas de la violencia antes que el ataque a las mafias. Ello llevó a que la tasa de homicidios sea de las más altas de la región: 23 por cada 100 mil habitantes.
Los grupos criminales continúan demostrando su capacidad de control territorial y social, y han sido resilientes a las acciones del gobierno. Mientras algunos son cada vez más sofisticados en cuanto a su participación en el tráfico de drogas y lavado de dinero, otros han consolidado prácticas más depredadoras, como la desaparición forzada y la extorsión, señala un informe de InSight Crime.
Frente a este mayúsculo desafío, Sheinbaum anticipó que seguirá la estrategia de su mentor (AMLO), por considerar que frenar la violencia no es cuestión de "mano dura". De allí que promete nuevos y ambiciosos programas para los jóvenes, para evitar que ingresen al crimen. Sin embargo, no se descarta que una vez al mando mexicano cambie de posición e inclusive adopte algunas propuestas de su competidora política, como un bloque de búsqueda contra los criminales más buscados, que tendría el apoyo del Ejército, y construir una cárcel de máxima seguridad para los de mayor peligrosidad.
Guillermo Valdés Castellanos, exmiembro del Consejo de Seguridad Nacional y del Gabinete de Seguridad Pública, expresó a Univisión Noticias que “la herencia del presidente López Obrador en materia de seguridad es realmente preocupante puesto, que en su gobierno hubo un proceso paralelo. Por un lado, de empoderamiento de las organizaciones criminales, y por otro lado, un debilitamiento de las instituciones del Estado responsables de la seguridad y la justicia... Las capacidades del Estado se hicieron más débiles y las organizaciones criminales más violentas, extendieron su control territorial y, además, ganaron mucho en términos de control político”.
Y agrega que poderosas organizaciones como el Cartel Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa ejercen control en varias regiones del país y están involucrados en otros delitos, como tráfico de migrantes, extorsión, secuestro y robo de combustible; ello sin descontar que dominan el mercado ilegal del fentanilo, el opioide sintético que agravó la pandemia de las drogas en Estados Unidos y Canadá.
En opinión de Valdés, “las organizaciones criminales sienten que tienen carta blanca para actuar y no hay persecución sobre ellas porque el Estado tiene menos capacidades... Por ello, cualquiera que gane la Presidencia va a enfrentar un problema más grave (de inseguridad) que hace cinco años”.
Acuerdo con EE.UU. sobre migración
AMLO manejó con pragmatismo la relación vital con Estados Unidos, marcada por el narcotráfico, la migración y la intensa relación comercial. Así, cedió ante Trump para recibir a millares de migrantes expulsados y redobló la vigilancia fronteriza. Con Biden estableció nuevos mecanismos, entre ellos la aceptación de que los ‘sin papeles’ que van tras el sueño americano esperen en territorio mexicano la resolución de sus pedidos de asilo, lo que generó una crisis humanitaria.
Este es tal vez, después de la guerra al narcotráfico, el segundo tema preponderante en la agenda interna y exterior del nuevo mandatario. Con cifras récord de personas llegando a diario a la frontera sur pese al endurecimiento de las medidas, debe forzar un entendimiento con el gobierno norteamericano (donde también habrá elección presidencial) para minimizar el impacto de ese creciente fenómeno.
De acuerdo con cifras de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación de México, la migración irregular interceptada por ese país casi se triplicó de forma interanual en el primer trimestre de este año hasta casi 360.000 personas, un incremento del 199 % frente al mismo periodo de 2023.
Pobreza, salud y educación
En el gobierno AMLO, 8,9 millones de personas salieron de la pobreza, situación en que aún vive más de un tercio de la población. Por ello, la nueva presidente tendrá que enfocarse en impulsar el crecimiento económico, la generación de empleo y mantener los programas sociales.
Sin embargo, todo ello se vislumbra complicado por el alto déficit fiscal (5,9 %), el bajo crecimiento (un promedio de 0,8 % durante el sexenio que culmina) y, sobre todo, por los elevados costos que generaron los ambiciosos proyectos de AMLO, como el Tren Maya y la refinería Dos Bocas, en el sureste del país, así como los millones de dólares que destinó a apuntalar a la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), la petrolera más endeudada del mundo, sin mejorar notablemente sus resultados.
Este año, Pemex debe cubrir al menos 11.000 millones de dólares en amortizaciones de deuda, 6.800 millones en 2025 y 10.500 en 2026, montos para los que necesitará del respaldo financiero del gobierno mexicano.
El rezago escolar y el analfabetismo son otros dos problemas a enfrentar en el nuevo gobierno. Según datos de la organización México, ¿Cómo Vamos?, en 2022 hubo 25,1 millones de personas con rezago educativo, 2,8 millones más que en 2016. Ello, argumenta, porque durante la pandemia no se tuvo en cuenta que gran número de la población se quedó sin clases por carecer del servicio de internet o de una computadora.
Según otro informe, del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), entre el año 2022 y 2023 la cobertura educativa en México se redujo, ya que la tasa de escolarización en secundaria disminuyó al 94,7% y, a nivel nacional, 4,5 % de la población no sabe leer ni escribir y esta situación se exacerba para personas indígenas y con discapacidad, donde la tasa se triplica”.
Respecto a la salud, otra gran demanda de los mexicanos, es por las cada vez mayores deficiencias tanto en el servicio y la cobertura como en el suministro de medicamentos.
Hoy se elegirá a una mujer para presidir un país de fuerte tradición machista (el año pasado hubo más de 850 feminicidios) y, más allá de una cuestión de género, lo que los mexicanos esperan es un “gran cambio” frente a sus necesidades más urgentes.