Vancouver es sinónimo de bienestar. En las últimas décadas, esta ciudad costera, ubicada en la parte noroccidental de Canadá, ha logrado tener el mejor sistema de transporte público, los mayores estándares de calidad medioambiental y, en general, un modelo de estado de bienestar que poco le tiene que envidiar a los países del norte de Europa (Suecia, Noruega y Dinamarca). La ciudad, por varios años, siempre sale entre las cinco ciudades con mejor calidad de vida, según el ranking de la revista The Economist.
A pesar de sus reconocimientos y de haber sido la primera ciudad en tener un programa exitoso para frenar las muertes causadas por las drogas, Vancouver está perdiendo una batalla: la del fentanilo. Este opioide, producido en este momento por los carteles mexicanos y que es 100 veces más adictivo que la heroína, ha roto el tejido social de la ciudad, con calles inundadas de consumidores, familias fragmentadas y miles de muertes reportadas al año.
La crisis del fentanilo empezó en 2012, cuando se reportó un 5% de muertes por sobredosis, pero su incremento desde entonces ha sido exponencial. Vancouver, y el estado al que pertenece, British Columbia, hoy tiene unas tasas de sobredosis mortal del doble que la del resto de Canadá y seis veces más que algunos países europeos como Reino Unido. Las muertes asociadas por fentanilo en 2023 fueron 8.049 en Canadá, según datos del gobierno de ese país.
Razones de una crisis
Una ciudad con semejantes estándares de vida se viene preguntando por qué el fentanilo la está afectando de manera tan dolosa y particular. En esa apuesta por encontrar respuestas, además en una ciudad que tiene unas tasas de criminales relativamente bajas, las autoridades este 2024 vienen sugiriendo que detrás del momento crítico que experimenta Vancouver está su ubicación geográfica, una larga costa de fácil acceso por las aguas del océano Pacífico.
Un novedoso estudio dirigido por Timothy Moore, de la Universidad de Purdue, en Canadá, encontró que las ciudades portuarias como Vancouver son más vulnerables al fentanilo simplemente porque son las que más comercian esta droga. “Las regiones que traen más mercancías del extranjero tienen tasas más altas de muertes por fentanilo, descubrió Moore, y la explicación probable es que las bandas aprovechan las rutas comerciales existentes para el contrabando”.
Este argumento puede ser extrapolable a otras ciudades costeras como Oregón, Estados Unidos, que hoy reporta tasas similares de sobredosis mortales y se encuentra, también, sobre la costa Pacífica, convirtiéndose en un eje central para la comercialización y distribución de fentanilo hacia el resto de Norteamérica.
En un interesante reportaje sobre este fenómeno, el periódico “Vancouver Sun” varios analistas dicen que Vancouver transita por una crítica situación en la que existe una gigantesca oferta de fentanilo y una demanda no tan alta generando un ciclo económico que hace que el crimen ofrezca este opiáceo a un menor costo.
“Concretamente, hemos permitido un aumento de la oferta de drogas mediante la despenalización y el suministro público de drogas adictivas. Y no nos centramos en la reducción de la demanda”, dice Julian Somers, destacado investigador en adicciones y profesor de psicología clínica de la Universidad Simon Fraser al periódico.
Para Somers, la interdicción y decomiso de fentanilo por parte de la política canadiense y sus pares internacionales no es suficiente permitiendo que el nivel de oferta haya crecido exponencialmente el último año. “Es crucial que la policía de todo el mundo coopere en la investigación y la incautación de drogas”. “La clave principal, dice, es minimizar tanto la oferta como la demanda”, apunta Somers.
Nearshoring
El año pasado, en estas mismas páginas, se publicó un artículo, “así opera la industrial del fentanilo en México”, que describió, con base en una reveladora investigación de dos académicos mexicanos, como el crimen organizado de ese país había logrado dominar casi toda la producción de fentanilo en el mundo, relevando a las mafias chinas que solían comercializar las bases químicas del fentanilo para los carteles.
“Los grupos mexicanos entendieron que era su momento (…) el nearshoring llegó”, decían Pérez- Ricart e Ibarrola, en referencia al monopolio que hoy están teniendo los carteles mexicanos, en especial el “Jalisco Nuevo Generación” y el “Cartel de Sinaloa”, aunque también otros grupos criminales como “Tijuana” y “Zetas” participan en esta red de producción y comercialización de este opioides, y muchos pequeños grupos asociados a ellos.
Hoy, el crimen organizado mexicano está atomizado en grupos medianos que se encargan de alguna de las etapas de la cadena del fentanilo. International Crisis Group, una organización que estudia el crimen, estima que en 2020 aproximadamente en México existían unas 200 organizaciones dedicadas a producir y comercializar esta droga sintética, más del doble de las que habían identificado en 2010.
Además del mercado de Estados Unidos, el crimen organizado mexicano ha apuntado hacia Canadá, con el objetivo de comercializar fentanilo −y otros alcaloides y opiáceos− cerca de las fronteras mexicanas. Se trata, en otras palabras, de un fenómeno claro de “nearshoring criminal”. Mucho antes que los países, el crimen organizado viene sacando provecho del acercamiento geográfico de las cadenas de suministro de bienes y servicios.
Estado de bienestar
Aparte del alza de la demanda de fentanilo y el fenómeno del “nearshoring criminal”, los analistas estiman que la crisis que este opioides ha provocado en Vancouver tiene que ver, igualmente, con el tipo de modelo de estado.
A la pregunta: ¿Por qué Europa tiene tan bajos niveles de consumo y muertes asociadas con el fentanilo?, expertos como Somers apuntan a que a quizá el Estado de bienestar que prevalece en Europa genera una serie de garantías económicas y prestacionales para los ciudadanos que hacen que, además de las drogas, no tiendan a consumir tanto alcohol u otras sustancias que alteren su condición psicofísica.
“Las disposiciones europeas en materia de bienestar social son en sí mismas una extensión de tradiciones más fundamentales relacionadas con la ciudadanía, la armonía social y las obligaciones recíprocas entre los individuos y la sociedad”, afirma.
Aunque este argumento es parcialmente cierto, habrá que mirar con detenimiento en los casos de abuso de alcohol y otras sustancias como la cocaína en Europa. Países como España o Reino Unido tienden a tener tasas más altas de consumo de estos dos por encima de, por ejemplo, Canadá.
La situación en Vancouver demuestra que la crisis de fentanilo se explica desde múltiples factores que van más allá de las estructuras criminales –pequeñas, aunque operativas− o la tendencia de ciertas poblaciones que son más proclives a consumir. La geografía, el nearshoring y, eventualmente, el modelo de Estado, contribuyen a explicar el fenómeno que está causando los mayores estragos en la sociedad canadiense y de Estados Unidos.
* Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.