VARIAS acusaciones de corrupción que han hundido su popularidad y cuestionan su futuro, cuatro años y medio después de su llegada a la cabeza de la tercera economía mundial enfrenta el primer ministro japonés, Shinzo Abe.
Dos casos de favoritismo, revelados en 2017, resurgieron las últimas semanas cuando el primer ministro nipón parecía hasta ahora escapar a la tormenta.
Uno concierne un lote que habría sido vendido a un décimo de su valor de mercado en 2016 al administrador de una guardería nacionalista. Se debería construir allí una escuela primaria y el director decidió hacer directora honoraria a la esposa de Abe.
El escándalo creció el mes pasado cuando se reveló que el ministerio de Finanzas falsificó los documentos relativos a la operación.
Cobró un giro dramático cuando un responsable del ministerio, a cargo de la operación, fue encontrado muerto a principios de marzo. La policía investiga su deceso y se inclina por un suicidio, según la prensa.
En otro caso, Abe es sospechoso de haber influido en las decisiones de la administración a favor de un amigo de siempre en la atribución de la creación de una facultad de veterinaria.
Un documento oficial de 2015 apareció la semana pasada y describe este establecimiento como "un caso que concierne al primer ministro".
El gobierno de Abe está también debilitado por el escándalo de disimulo de informes militares sobre la participación de las Fuerzas de Autodefensa en misiones de la ONU en Sudán del Sur e Irak.
Como si fuera poco, el viceministro de Finanzas es acusado de acoso sexual, algo que niega. Pero el caso dio pie a que el ministerio anunciara una investigación.
La popularidad de Shinzo Abe cayó en las últimas semanas hasta sólo el 31%, según un sondeo publicado ayer por el diario Asahi. Otro sondeo, de la agencia Kyodo, muestra una caída de 5,4 puntos, a 37%, entre las peores cifras registradas desde su regreso al poder a fines de 2012.
El primer ministro debe asimismo enfrentar manifestaciones. El sábado, miles de contestatarios se congregaron ante el Parlamento y pidieron la dimisión del primer ministro, una manifestación poco habitual en Japón.
Esta serie negra pone en duda su posibilidad de ganar la elección por el liderazgo de su partido prevista a principios de septiembre. Una victoria parece "difícil", estimó en una entrevista su exmentor, Junichiro Koizumi, que dirigió el gobierno desde 2001 a 2006.
Se barajan otra hipótesis: la organización de elecciones legislativas anticipadas, sólo seis meses después de los comicios que permitieron a Abe restablecer en las urnas una confianza dañada por los mismos escándalos.
Sus detractores habían denunciado una maniobra oportunista para ganarle a una oposición débil.
Pero según los observadores, Abe podría preferir tirar la toalla. "En momentos en que el apoyo del público continúa desmoronándose en medio de los escándalos sucesivos, el riesgo es cada vez mayor de que dimita incluso antes de la elección por la presidencia del Partido Liberal Demócrata (PDL)", su formación política, estimó Chua Han Teng, de BMI Research.
Entre sus potenciales sucesores se citan los nombres de Shigeru Ishiba, importante cuadro del PLD y exministro, o Shinjiro Koizumi, hijo de Junichiro Koizumi.
También figuran en la lista el actual canciller, Taro Kono, y su predecesor Fumio Kishida.