El humor de Bolívar y la libertad de los esclavos | El Nuevo Siglo
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Domingo, 22 de Septiembre de 2019
Alberto Abello

Y sigue O’Leary con interesantes comentarios sobre las intimidades de la cotidianidad del Libertador en su rutinario desempeño oficial:

“Un general granadino, muy amigo suyo, le pidió el pago de sus sueldos atrasados, alegando el buen estado del Tesoro y la posibilidad de pagar le deuda, después de la emancipación de la Nueva Granda. La respuesta fue: No hay fondos con qué remediar las necesidades de los que han libertado la Nueva Granada, mucho menos los hay para cubrir los sueldos atrasados de los que la dejaron esclavizar. El oficial citado tenía alto rango en el ejército el año de 1815”.

“Un cura, cuyas opiniones habían sido siempre hostiles a la causa de la Independencia, solicitaba cierto favor. Pídaselo al rey, fue la respuesta”.

“Cierto médico que se aprovechó de la anarquía en que quedó Bogotá entre la fuga de Sámano y la llegada de Bolívar para saquear algunos almacenes solicitó el nombramiento de médico en el Estado Mayor, con el rango de teniente coronel, - Conténtese usted con lo que ha robado”.

El despacho de los asuntos oficiales ocupaba por lo general tres horas, al cabo de las cuales concluía dando instrucciones para que contestase las cartas que no eran de mucho interés. Luego llamaba a un edecán de su confianza y le dictaba las de mayor importancia. Siempre paseándose o reclinándose en la hamaca, con un libro en la mano, que leía mientras el escribiente escribía la frase. Expresaba sus pensamientos con gran rapidez. Cualquiera equivocación o duda de parte del escribiente le causaba impaciencia. Algunas de sus cartas que conservo en mi poder contienen quejas contra el individuo que las escribía. “Querría escribir mucho más, pero Martel, está hoy más estúpido que nunca, si es posible”. En otra dice: “No. Y yo mismo no tengo quien escriba por mí y yo mismo no puedo hacerlo. Cada tercer día tengo que buscar un nuevo amanuense y sufrir una cólera con cada cambio. En ocasiones me veo tentado a publicar mis padecimientos en la Gaceta, para que se sepa la causa de mi silencio”.

Concluido este trabajo leía hasta las cinco de la tarde, hora de la comida. Su mesa en aquel tiempo era muy frugal; sopa, carne asada o cocida, aves y legumbres sencillamente preparadas constituían la parte esencial de la comida, que terminaba con algún dulce. Agua era su única bebida.

Más no era esta sencillez obra de la voluntad, tanto como de la necesidad, porque cuando el mercado lo permitía, no faltaban ricas viandas y generosos vinos en su mesa.

Inmediatamente después de la comida, que rara vez se prolongaba por una hora, daba un paseo a caballo acompañado de un edecán, y a veces de su secretario. En la noche conversaba un rato con sus amigos o con los oficiales que lo visitaban, y se retiraba a su dormitorio a las nueve de la noche, allí acostado en su hamaca, en la que por lo general dormía, leía hasta las once.

Sus autores favoritos en aquel tiempo eran Montesquieu y Rousseau. Pero leía de todo, aunque daba la preferencia en sus días de ocio, a la historia. Tenía una memoria extraordinaria para fechas, nombres y sucesos y no pocas veces repetía en la mesa páginas del autor que había leído, recordando las frases con muy poca variación del texto original.

Además de las ocupaciones de que he hablado, escribía frecuentemente artículos para los periódicos, los cuales publicaba en Angostura o Bogotá. Caracterizaban sus producciones cierto estilo nervioso y contundente cuando discurría sobre negocios políticos; pero en los asuntos personales era su estilo severo y muy sarcástico. Solía divertirse en los ratos desocupados, si es que los tuvo aún en los meses que permaneció en Cúcuta, en hacer composiciones poéticas. No soy competente para juzgar del mérito de aquellas poesías; sin embargo, Olmedo, a quien no puede tacharse de juez incompetente en la materia, repetía con frecuencia y hasta llegó a escribirlo, que si Bolívar se hubiese dedicado a la poesía se habría elevado sobre Píndaro”.

Nota: por su importancia hemos transcrito textualmente el texto de O, Leary, recopilado por Rufino Blanco Fombona y editado en España, por la Sociedad Española de Librería. Bolívar, como se deduce de los datos sobre su vida cotidiana en esos días, un tanto sosegados, apenas dormía entre cinco y seis horas, sin contar los ratos de esparcimiento que en ocasiones pasaba con alguna amiga.

La libertad de los esclavos

Resulta crucial en estos tiempos en los cuales audaces comentaristas atentan contra la memoria del Libertador Simón Bolívar destacar lo que el oficial irlandés resalta sobre su compromiso con la negritud y la libertad de los esclavos. Crítica O, Leary, que, contra la voluntad expresa del gran hombre, los legisladores no dieron la libertad absoluta a los esclavos como era su voluntad.

Y transcribe las conmovedoras palabras de Bolívar en el Congreso de Cúcuta al respecto: “La sabiduría del Congreso General de Colombia está perfectamente de acuerdo con las leyes existentes, en favor de la manumisión de los esclavos, pero ella pudo haber extendido el imperio de su beneficencia sobre los futuros colombianos que, recibidos en una cuna cruel y salvaje, llegan a la vida para someter su cerviz al yugo. Lo hijos de los esclavos que en adelante hayan de nacer en Colombia deben ser libres. Porque estos seres no pertenecen más que a Dios y sus padres, y ni Dios ni sus padres los quieren infelices. El Congreso general, autorizado por sus propias leyes, y aún más por la de la naturaleza, puede decretar la libertad absoluta de todos los colombianos al acto de nacer en territorio de la república. De este modo se concilian los derechos posesivos, los derechos políticos y los derechos naturales”.

Y continúa “sírvase vuestra excelencia elevar esta solicitud de mi parte al Congreso general de Colombia, para que se digne concedérmela en recompensa por la batalla de Carabobo, ganada por el ejército libertador, cuya sangre ha corrido solo por la libertad”.

Bolívar no solamente le da la libertad a los numerosos esclavos que hereda, con elevado cargo a sus finanzas personales, sino que la ofrece de inmediato en el ejército a los que se sumen a su causa.