Mireya Andrade, comandante durante 30 años del extinto grupo armado, manifestó que en la sociedad actual no hay equidad
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El 18 de mayo de 1964, con el apoyo de Estados Unidos, el entonces presidente de Colombia, Guillermo León Valencia, envió 16.000 soldados con napalm y armas químicas para exterminar a cuarenta y ocho campesinos armados. Tras la ofensiva, los supervivientes se alzaron en armas. Nacían las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) en Marquetalia.
En ese entonces Mireya Andrade se llamaba María Lucelly Urbano. En los años 80, con apenas 24 años, Andrade -su nombre de combatiente- ya era candidata de la Unión Patriótica (UP), un partido político colombiano de izquierda, fundado en 1985, como parte de una propuesta política legal de varios grupos guerrilleros. Unos 4.000 integrantes del partido, según relata la propia Mireya, fueron secuestrados, torturados y asesinados.
“Tenía tres opciones: esperar a que me mataran, exiliarme o unirme a los guerrilleros”, mantiene Andrade. Su madre, comunista y analfabeta, fue quien la acompañó al encuentro con las Farc.
Andrade permaneció en las Farc durante más de 25 años. Llevó a cabo todo tipo de oficios, como la atención de enfermos, la coordinación de las mujeres y la formación militar de los nuevos integrantes, hasta que llegó a ocupar uno de los más altos cargos dentro de la guerrilla: comandante del Bloque Alfonso Cano y también una de las principales mujeres en liderar el proceso de paz, iniciado en 2012, en la Mesa de Conversaciones de la Habana.
“Colombia es un país dos veces más grande que Francia y con la mitad de población. Y sin embargo la propiedad de las tierras sigue estando en manos de unas pocas familias. La validez y cumplimiento del proceso de paz y las bases en que los redactamos [los acuerdos] estaban dirigidas al 95% de los colombianos y colombianas, y no a la élite, el 5% dueño del país”, sostiene Andrade.
Sobre la implementación y cumplimiento del proceso de paz, Andrade asegura que no se ha llevado a cabo ni un 20% de los acuerdos. “Estamos trabajando en la ubicación de los muchachos, en la dejación de armas, en la reincorporación y capacitación de la gente que trabaja el mundo rural, pero el Gobierno ha incumplido su promesa y todavía nos queda muchísimo camino por recorrer”.
Uno de los puntos más polémicos, según Andrade, son las más de 166 disposiciones dirigidas a la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres y los derechos de los colectivos LGBTI. “En la votación para el proceso [el plebiscito convocado por el gobierno para aprobar o no los acuerdos] se manipularon enormemente estos temas. Se utilizaron como arma para asustar a la población”, dice la exguerrillera.
“El mensaje que vendía el Gobierno y la derecha era que el aborto, la igualdad entre hombre y mujer o la aceptación de los derechos de los gays iba a suponer que los hijos de Colombia perdiesen su hombría y las hijas abortaran. Fue un mensaje que caló mucho en la población”, replica Andrade.
“La igualdad de cargos, oficios, derechos, deberes y libertades que teníamos dentro de las Farc era muchísimo más avanzada que la que vive actualmente la sociedad colombiana, donde una mujer y un hombre que realizan el mismo oficio cobran distinto por el mero hecho de su sexo”, añade la excomandante.
Con unas elecciones a la vuelta de la esquina, Andrade se muestra bastante preocupada por los resultados. Su partido se desmarcó en el último momento de presentarse a las elecciones y la probabilidad de que la derecha más conservadora pueda conseguir más votos le genera un sinsabor.
“Colombia ha perdido una oportunidad de paz de la que se hubiese beneficiado la mayoría de la población que trabaja el campo, pero no es dueña del mismo. Una victoria de la derecha pondrá, de seguro, en peligro cualquier posible avance de los pactos de paz”, sostiene.