Historia del cuadro de la Virgen de Chinquinquirá | El Nuevo Siglo
Foto cortesía
Miércoles, 7 de Agosto de 2019
Redacción Nacional

Por: María Mercedes
Medina De Pacheco*
Especial El Nuevo Siglo

El primer pintor español que llegó al Nuevo Reino de Granada fue Alonso de Narváez; se radicó en la ciudad de Tunja y por encargo de Antonio de Santana, Encomendero de Sutamarchán, Chiquinquirá y otros pueblos de la región, pintó en un lienzo rectangular una imagen de la Virgen del Rosario acompañada por San Antonio, patrono de quien encargaba el lienzo, y por San Andrés, patrono de fray Andrés Jaraque, encargado del culto en la capilla de la hacienda de Los Aposentos de Sutamarchán, en donde se veneraría la imagen de la Virgen. 

Durante varios años este lienzo estuvo presidiendo la humilde ermita, pero cuando se decoloró por la semi-intemperie del lugar fue retirado y usado en la hacienda para secar granos al sol.   Una mujer española llamada María Ramos, cuñada del encomendero Santana, pidió que le regalaran el lienzo desteñido, lo llevó a su casa en Chiquinquirá y frente a él le rezaba a la Virgen y le ofrendaba luces y flores.

Fue entonces cuando aconteció el prodigio que cuentan varios documentos de la época y que consistió en la renovación de la pintura del lienzo el 26 de diciembre de 1586: una mujer indígena que pasaba  con su hijito por frente a la vivienda de María Ramos, vio que de ella salía una intensa luz, entonces entró y junto con la dueña de casa vieron como el viejo lienzo de la Virgen estaba rodeado de resplandores y sus colores se renovaban.  La noticia del prodigio se esparció por el poblado y por sus alrededores y las gentes que venían llenas de fe a implorar a la Virgen favores, presenciaron grandes milagros.

Dos años después, en 1588,  una terrible peste de viruela azotó todo el país y a donde era llevado el cuadro de La Virgen de Chiquinquirá la epidemia cesaba, como sucedió en Tunja.  Para ese entonces era cura de la Catedral de esta ciudad el cronista nacido en España Juan de Castellanos, quien al presenciar los hechos los consignó en verso en su libro llamado “Elegías de Varones Ilustres de Indias”:

 

“Pues por la era del ochenta y ocho

hubo tal mortandad de naturales (…)

Y no bastando ya fuerzas humanas

para cesar la plaga de viruelas

que todo lo barría y asolaba,

recurrimos al Médico Supremo

con cristianas y pías diligencias,

procesiones, ayunos y limosnas,

que ciertamente se hicieron muchas

en este pueblo donde yo resido

y en todos los demás del Nuevo Reino.

Por esto desta ciudad llamada Tunja

fueron por una imagen de la Virgen

que está en Chiquinquirá pueblo de indios,

que dista deste más de siete leguas,

do la bondad de Dios ha comenzado

a se mostrar con altas maravillas,

sanando ciegos, cojos y tullidos,

de que daremos cuenta más extensa

en otra parte dándome Dios vida.

Trájose con debida reverencia

sérico palio, hachas encendidas,

y era para notar la muchedumbre

de bárbaros incultos que salía

a verla, recibilla y adoralla,

con lumbres encendidas en las manos,

postradas en el suelo de rodillas,

pidiéndole favor, reconociendo

ser madre del que puede socorrellos (…)

Finalmente, después que la trajeron

y la pusieron en una capilla

de ricos ornamentos adornada,

innumerables gentes acudían,

ansí de naturales como nuestros

continuando santos sacrificios

que celebraban voces acordadas

con solemne concierto y armonía:

y fue servido Dios en su clemencia

de luego mitigar aquella ira,

que agora va corriendo y abrazanodo

tierras de Popayán y Quito y Lima…”

Más de doscientos años después, durante la Guerra de Independencia de España, el cuadro de la Virgen de Chiquinquirá fue llevado como estandarte de las tropas patriotas a Los Llanos Orientales; fue idea del comandante de estas tropas, el general francés Manuel Serviez quien estaba unido a la causa independentista.  También en la Guerra de Independencia, cuando los patriotas necesitaron dinero para costear su lucha, tomaron en préstamo las joyas que a lo largo del tiempo habían sido donadas a la Virgen de Chiquinquirá.

En 1919, al conmemorarse el Primer Centenario de la Independencia, siendo Arzobispo  Bernardo Herrera Restrepo y Presidente de la República Marco Fidel Suárez, la imagen fue traída a Bogotá, coronada solemnemente y proclamada  “Reina de Colombia”.  Así se le agradecía el préstamo de sus joyas, que nunca se le pagó, y su protección para el logro de la independencia.