No puede haber progreso científico sin ideal de felicidad y de justicia. Nueva entrega de la alianza de EL NUEVO SIGLO y la Procuraduría General
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Los avances de la investigación científica implican la formación de un tipo de pensamiento ético que oriente la producción del conocimiento hacia la comprensión de los límites y las exigencias que se imponen como necesarios para garantizar el bienestar humano y la protección de la vida, en sus diversas manifestaciones.
El avance científico implica una redefinición de los problemas de la ciencia, un replanteamiento de sus preguntas fundamentales y un diseño de nuevas rutas metodológicas para abordar y dar cuenta de los fenómenos estudiados. Todo ello como parte de la búsqueda inagotable del hombre de explicación y comprensión del mundo. Una búsqueda permanente por la verdad. La verdad entendida como consenso, como resultado de la coherencia entre teorías e instrumentos; nunca como agotada, como universal o definitiva ¡Siempre provisional, pero necesaria!
La ciencia, incluso en sus ámbitos más abstractos, como la física o la matemática, tiene implicaciones directas sobre el mundo y persigue fines que van más allá de la pura verdad. No hay que olvidar que de los avances científicos en la física o la matemática resultan nuevas tecnologías, que pueden ser utilizadas para diferentes fines: por ejemplo, el descubrimiento de las reacciones nucleares, que llevó tanto a la energía nuclear (una solución energética), como a la bomba de hidrógeno (un arma de destrucción masiva).
Ámbito ético
La elevación de los fines de la ciencia a lo más humano y noble hace que esta también sea ética. Es decir, que cualquier explicación, comprensión, interpretación o demotración de los objetos y fenómenos del mundo conllevan el principio de responsabilidad, no sólo con la vida de las generaciones presentes sino con aquellas que están por venir. Por ejemplo, de una parte, la ciencia natural debe orientar sus esfuerzos para la búsqueda del bienestar humano, proteger la multiplicidad de la vida en sus distintas manifestaciones y encontrar mejores formas de relacionarse con la naturaleza; y, por otro lado, en el caso de las ciencias humanas y sociales, deben hallar en el espíritu humano las mejores razones y disposiciones que permitan tener una mejor convivencia y un mejor destino para los hombres. Toda ciencia es, pues, ineludiblemente, una ética, en tanto su quehacer está dirigido hacia los otros, hacia lo humano y lo no humano; en otras palabras, para el bienestar en general.
Teniendo en cuenta todas las implicaciones que puede tener una intervención científica sobre el cuerpo y sobre la vida, las reflexiones de la ética se convierten en profundas reflexiones sobre la vida (bioética), fijándose como horizonte varios núcleos problemáticos: la genética, la eugenesia, la clonación, la utilización de células madre y la intervención sobre el genoma humano.
A partir de este contexto problemático se han dispuesto leyes y normas que rigen, guían y plantean las maneras moralmente buenas de intervenir los cuerpos y la vida al momento de investigarlos. También se han creado comités de bioética y ética de la investigación para debatir y tomar decisiones en torno a lo que guarda relación con la intervención sobre el cuerpo y sobre la vida. Por ejemplo: una investigación científica es sometida a un comité de bioética cuando posiblemente su aplicación tenga implicaciones sobre la vida y sobre los cuerpos de otros. El hecho de que el problema de estudio y su objeto sean consistentes con una teoría, una metodología y unas técnicas investigativas no es justificación suficiente para que se realice una investigación en este sentido pese a que, incluso, cuente con el aval de los investigados. Pues se deben analizar bien todas las posibilidades, las razones, las implicaciones, alcances y limitaciones de dicha investigación.
En los casos en los cuales no se puede prever de una manera fiable las consecuencias de una intervención científica o técnica se puede recurrir al “principio de precaución”.
Autonomía e integridad
La ética no puede ser confundida con un sistema de reglas y valores que guían de manera unidireccional las acciones. La ética no trata únicamente de la prescripción de reglas y códigos, sin querer decir que estos no se requieren; trata, ante todo, de la promoción de la autonomía y la integridad a la hora de tomar decisiones concretas que inciden en el mundo natural y social.
Los investigadores científicos deben estar formados para pensar y tomar las decisiones adecuadas ante los retos que su labor les presenta, y deben ser conscientes de las implicaciones que su labor tiene sobre el mundo, no solo en las cuestiones técnico-científicas, que son de largo alcance, sino también en las cuestiones humanas, sociales, políticas y formativas, que son el cimiento del pensamiento de toda sociedad. Así, la ética de la investigación debe ir dirigida a mejorar las prácticas de los investigadores y la forma en la que piensan su labor.
En Colombia, Colciencias reconoce la necesidad de la normatividad y de la institucionalidad de la ética de la investigación científica. Sin embargo, hace hincapié en que “la ética en la investigación no es una formalidad, sino una responsabilidad, una cultura”. Hoy se exige que los proyectos de investigación tengan consideraciones sobre el riesgo y el beneficio de la práctica investigativa, sobre el impacto de sus resultados en la vida de las personas y las comunidades. De ahí que en los proyectos de investigación existen mecanismo para realizar el control y seguimiento tanto en la fase de antecedentes, conceptualización y revisión de estado del arte, en la aplicación de instrumentos con sus respectivos análisis y discusiones y, fundamentalmente, en la los hallazgos y conclusiones. Pues el investigador debe ser un buen razonador práctico; es decir, que pueda prever de manera responsable los alcances y consecuencias de su práctica investigativa.
Si bien la ética no implica solamente la normatividad, tiene inscrito dentro de sí una idea de la obligación, de lo que debe ser la práctica investigación en función del bienestar humano, de la coexistencia entre las distintas formas de vida. Si los hombres se esfuerzan por las cuestiones morales, es porque hay un ideal de lo que es bueno, justo y noble, aunque este no esté claro o explícito muchas veces, hace parte de la ética. No puede haber progreso científico sin ideal de felicidad y de justicia, por ello la ética de la investigación es una ética del bienestar y de los límites. El sujeto y objeto de la investigación es en muchas investigaciones un otro que sufre, que siente, que ama, que piensa o, en el caso de los ecosistemas, lo otro tiene implicaciones sobre los otros y sus formas de vida. Relacionarse con estos objetos de investigación implica auténticos dilemas éticos.
* Director Licenciatura en Ciencias Sociales. Universidad de Cundinamarca. Director Instituto Nacional de Investigación e Innovación Social